martes, 4 de enero de 2011

¿Milenarismo agrario andaluz?

Interpretación milenaria de la conflictividad campesina andaluza

El anarquismo agrario es quizás el caso más impresionante de un movimiento de masas moderno milenario o casi. Por esta razón sus ventajas y desventajas políticas se analizan con mucha facilidad. Las ventajas estribaban en que expresaba el modo de sentir del campesinado, de manera seguramente más fiel y sensible que cualquier otro movimiento social moderno; y a la vez, podía a veces llegar a una unidad de acción casi espontánea, lograda sin esfuerzo, que deja profundamente impresionado al espectador. Pero sus desventajas eran fatales. Precisamente por llegar la agitación social moderna al campesino andaluz bajo una forma que dejó totalmente de enseñarle la necesidad de una organización, de una estrategia, de una táctica y de paciencia, derrochó sus energías revolucionarias casi por completo. Un descontento como el suyo, mantenido unos setenta años, con brotes espontáneos cada diez años aproximadamente, que afectaban dilatadas áreas del reino, tenía que haber bastado para derrocar regímenes varias veces más fuertes que los carcomidos gobiernos españoles de la época. Sin embargo, el anarquismo español, como apunta Brenan, no presentó a las autoridades en ningún momento problemas más serios que los de una mera rutina policiaca. Y no era posible que hiciese más ya que la rebelión campesina espontánea es local por naturaleza y en el mejor de los casos regional. Si ha de generalizarse, necesita encontrar condiciones en las que cada uno de los pueblos pasa a la acción simultáneamente por iniciativa propia y por razones específicas. La única vez que el anarquismo español estuvo cerca de llegar a esto fue en julio de 1936, cuando el gobierno republicano pidió que se resistiera al fascismo; pero por lo que tocaba a los anarquistas, este llamamiento provenía de un órgano que su movimiento se había negado siempre y por principio a reconocer, y que por lo tanto no se había preparado a utilizar. Cierto es que paulatinamente fueron haciéndose evidentes las desventajas de la espontaneidad y del mesianismo puros… no podemos extrañarnos que un movimiento campesino de índole anarquista no puede resistir de un modo organizado el tipo de represión realmente eficaz y de control permanente que los gobiernos españoles anteriores a Franco nunca se preocuparon de llevar a cabo, prefiriendo que los brotes ocasionales nacieran y murieran aislados.

El anarquismo clásico es, por lo tanto, una forma de movimiento campesino casi incapaz de una adaptación práctica a condiciones modernas, a pesar de ser fruto de ellas. Si una ideología distinta hubiese penetrado en el campo andaluz en los años 70 del siglo pasado [el XIX], podía haber transformado la rebeldía espontánea e inestable de los campesinos en algo mucho más terrible, por ser más disciplinada, como algunas veces ha logrado hacerlo el comunismo.

ERIC HOBSBAWM,
Rebeldes primitivos, 1967.


http://www.scribd.com/doc/7267459/Eric-Hobsbawm-Rebeldes-Primitivos



Crítica de la interpretación milenarista de tal conflictividad campesina

El profesor Hobsbawm ha dedicado varios trabajos al análisis de un tema que le preocupa desde hace años, el de la «rebelión prepolítica», el de los Rebeldes primitivos, para usar el título de un libro suyo.

Lo esencial en la interpretación de Hobsbawm es mostrar el significado político de movimientos y fenómenos sociales cuyo carácter aparentemente no es político… Los movimientos mesiánicos analizados en Rebeldes primitivos o el bandolerismo social analizado en Los bandidos responden a causas sociales: la rebelión social, en un mundo preindustrial, se expresa políticamente a través de estos movimientos y fenómenos, en tanto que en un mundo industrial se expresa en la creación de sindicatos y partidos políticos del proletariado. Los movimientos mesiánicos no son pues de raíz religiosa y ni estos ni el bandolerismo deben tampoco analizarse con el enfoque de la antropología física de principios de siglo XX (de lo que quedan ecos en obras clásicas como las de Díaz del Moral y Euclides da Cuhna).

La interpretación general de Hobsbawm es por supuesto más interesante que las que sustituye, pero esos dos casos españoles tienen poco que ver, en mi opinión, con la rebelión prepolítica, a menos que se dé una interpretación un tanto restringida de la política, como si fuera sólo la acción dentro de sindicatos o partidos políticos socialistas o comunistas. Naturalmente, la confusión aumenta si uno acepta la curiosa aseveración de los anarcosindicalistas de que ellos no eran «políticos».

La influyente interpretación de Hobsbawm ha dado lugar a un énfasis a mi juicio excesivo en la «rebeldía primitiva». Bueno es que en lo que respecta a los «bandidos» catalanes de la posguerra existan esos libros de Antonio Téllez que ponen muy de manifiesto cómo los propios «bandidos» estaban muy conscientes de la repercusión política de sus acciones: el llamarles «guerrilleros urbanos» no es una mera apología de su actividad, sino una interpretación que me parece más realista que la de Hobsbawm. A mí me satisfacen especialmente esos libros porque en cierto modo se hallan en la línea de mi interpretación del anarcosindicalismo rural andaluz. En efecto, Hobsbawm pensó que en Andalucía hubo un «movimiento revolucionario campesino de tipo milenarista» y yo pienso que está en un error. Si bien el movimiento anarcosindicalista creía evidentemente en la revolución repentina, creía también en las negociaciones colectivas de trabajo y en el empleo del arma de la huelga para solucionar conflictos de detalles, tales como el que durante tanto tiempo existió acerca del pago a destajo. A menos parte del empuje revolucionario que llevó en 1936 a la ocupación revolucionaria de la tierra y a su colectividad provino de las quejas economicistas contra el desempleo. Podría pensarse que fue el desempleo el motivo fundamental de sus acciones, aunque por supuesto vino a ser reforzado por una ideología (que además no sería del todo justo llamar utópica por que al fin y al cabo la revolución y la guerra civil por poco se ganan).

Aunque evidentemente la motivación del profesor Hobsbawm no esté en cuestión, la verdad es que el negar la viabilidad política real a estos tipos de movimientos y fenómenos sociales complace de un lado a socialistas y comunistas y de otro a las fuerzas de la propiedad y del orden: en efecto, nada más cómodo que poder declarar «fuera de la ley» a quienes quieren cambiar radicalmente la sociedad. En mis estudios sobre las relaciones agrarias en la Sierra del Perú (Los huacchilleros del Perú, Ruedo Ibérico, 1973) explico un caso que es un buen ejemplo de esto, y que me sirvió para aclarar mis ideas al respecto. Cuando en la región central de la sierra del Perú en 1946 los hacendados estaban esperando una invasión coordinada de haciendas y la formación a favor de un plan de aumento del número de policías… Los hacendados preferían tener que habérselas con «bandidos», a quienes se les podía meter bala con toda impunidad, a reconocer que estaban enfrentados a un incipiente movimiento sindical y a un plan coordinado de invasiones legalistas de haciendas.

JUAN MARTÍNEZ ALIER,
Crítica de la interpretación del anarquismo
como «Rebeldía Primitiva»
,
Cuadernos de Ruedo Ibérico, 43-45; 1975.


http://www.scribd.com/doc/24022315/Cuadernos-de-Ruedo-Iberico-n%C2%BA-43-45-1975

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