miércoles, 29 de junio de 2011

Hablar de los crímenes de la Iglesia no es delito.

El próximo viernes día 1 de julio de 2011 a las 19.30 horas, tendrá lugar en el Local Sindical de la CNT-AIT en Toledo, organizada por la Confederación Nacional del Trabajo de Toledo y el Ateneo Libertario Genaro Seguido, una Conferencia a cargo de Julio Reyero, sobre la querella que el Arzobispado interpuso por hablar de los crímenes cometidos en nombre de la Iglesia, querella que ha sido desestimada... No es un delito hablar de la verdad.

Os esperamos con mucha ilusión el día 01 de Julio de 2011 a las 19.30 horas en la C/Río Valdeyernos, nº4 (Barrio del Polígono), Toledo.


martes, 28 de junio de 2011

Los últimos días de John Brown

Por Henry David Thoreau

«Yo, John Brown, ahora estoy absolutamente convencido de que los delitos de este culpable país sólo se lavarán con sangre. Ahora comprendo que me ilusionaba inútilmente cuando creía que esto se pudiera conseguir sin derramar mucha, muchísima sangre.»
JOHN BROWN, 1859.

La carrera de John Brown durante las seis últimas semanas de su vida fue meteórica, iluminando la oscuridad en la que vivimos. No conozco ningún otro hecho tan milagroso en nuestra historia.

Si alguien, en una conferencia o en una conversación en esa época, citaba cualquier antiguo ejemplo de heroísmo, como el de Cato o Tell o Winkelried, sin mencionar las recientes hazañas y palabras de Brown, cualquier audiencia inteligente de hombres del Norte sentía que dicho ejemplo era insulso y traído por los pelos sin justificación alguna.

En lo que a mi respecta, por lo general presto más atención a la naturaleza que al hombre, pero cualquier acontecimiento humano patético puede cegarnos los ojos a los objetos naturales. Me tenía tan absorto que me sorprendía cada vez que detectaba la rutina del mundo natural que seguía existiendo, o cada vez que me encontraba con la gente que iba a sus asuntos indiferente a los demás. Me parecía extraño que el «pequeño mirlo de agua» estuviera aún zambulléndose plácidamente en el río, como en otro tiempo; y todo hacía pensar que este pájaro podría continuar zambulléndose aquí cuando Concord ya no existiera.

Me daba cuenta de que si a él, prisionero en medio de sus enemigos y condenado a muerte, se le consultase sobre el paso que iba a dar o las medidas que iba a tomar a continuación, podría contestar con más acierto que todos sus paisanos juntos. Entendía su situación a la perfección, la contemplaba con una calma infinita. Comparados con él, todos los demás hombres, del Norte y del Sur, estaban fuera de sus cabales. Nuestros pensamientos no podrían retroceder en el tiempo hasta ningún hombre con más grandeza o sabiduría ni mejor, con quien compararle, porque él, entonces y allí, estaba por encima de todos ellos. El hombre a quien este país estaba a punto de colgar resultó ser el más grande y el mejor del mismo.

No se necesitaron años para una revolución de la opinión pública; días, aún horas, produjeron acusados cambios en este caso. Cincuenta personas que estaban dispuestas a decir, al entrar en nuestro mitin en su honor en Concord, que debían colgarle, ya no eran de esa opinión cuando salieron. Oyeron las palabras suyas leídas allí; vieron la seriedad en las caras de los concurrentes; y quizás se unieron por fin al canto del himno en su alabanza.

La jerarquía de educadores sufrió un cambio. Oí que un predicador, que en un principio quedó impresionado y se mantuvo al margen, se sintió al fin en la obligación, después de que colgaran a Brown, de hacerle objeto de un sermón, en el que, de alguna manera, elogió al hombre, si bien dijo que su acción no fue afortunada. Un prestigioso profesor creyó necesario decir a sus alumnos mayores, después de los actos religiosos, que él al principio pensaba como el predicador, pero que ahora creía que John Brown tenía razón. Sin embargo se sabia que sus alumnos aventajaban al profesor tanto como éste aventajaba al sacerdote; y tengo la certeza de que chicos muy pequeños ya les habían preguntado a sus padres en casa, con un tono de sorpresa, ¿por qué Dios no intervino para salvarle? En cada caso, los profesores en cuestión sólo se daban cuenta a medias de que no iban a la vanguardia, sino a remolque, con alguna pérdida de tiempo y autoridad.

Los predicadores más escrupulosos, los amantes de la Biblia, los que hablan de principios, y de hacer con los demás lo que quiera que los demás hagan contigo, ¿cómo podrían dejar de reconocerle, el predicador más grande de todos ellos con mucho, con la Biblia en su vida y en sus obras, personificación de los principios, que cumplía fielmente la regla de oro de la conducta? Todos aquellos que habían sentido despertarse en su interior el sentido de la moral, que habían recibido desde la altura la vocación de predicar, se pusieron de su parte. ¡Qué confesiones obtenía de los indiferentes y los conservadores! Es extraño, pero en suma fue bueno, que no surgiera la ocasión para formarse una nueva secta de brownitas entre nosotros.

Los que, tanto dentro como fuera de la Iglesia, siguen al espíritu y dejan correr las palabras, y a los que en consecuencia se les llama infieles, eran, como de costumbre, los primeros en reconocerle. En otro tiempo han colgado a hombres en el Sur por intentar rescatar esclavos, y al Norte eso no le afectaba gran cosa. ¿Dónde está, entonces, esta maravillosa diferencia? Nosotros no estábamos tan seguros del fervor «de éstos» por los principios. Establecimos una sutil distinción, olvidamos las leyes humanas, y rendimos homenaje a una idea. El Norte, quiero decir el Norte vivo, se volvió de pronto totalmente trascendental. Observaba la ley humana, seguía el fracasado manifiesto, y reconocía la justicia y la gloria eternas. Por lo general, los hombres vivían conforme a un credo, y se sienten satisfechos si se cumple el mandato de la ley, pero en este caso, de alguna manera, volvieron a las percepciones primitivas, y se produjo un ligero resurgimiento de la vieja religión. Se dieron cuenta de que lo que se llamaba orden era confusión, lo que se llamaba justicia, era injusticia, y de que lo mejor se consideraba lo peor. Esta actitud suponía un espíritu más inteligente y generoso que aquel que animó a nuestros antecesores, y la posibilidad, con el paso del tiempo, de una revolución en pro del prójimo y de un pueblo oprimido.

La mayoría de los hombres del Norte, y unos cuantos sureños, se sintieron asombrosamente conmovidos por los actos y las palabras de Brown. Vieron y sintieron que eran heroicas y nobles, y que no había habido absolutamente nada en su género que se les igualara en este país, ni en la historia inmediata del mundo. Pero no conmovían a la minoría. Sólo se sentían sorprendidos y provocados por la actitud de sus vecinos. Se daban cuenta de que Brown era valiente, y de que creía que había obrado bien, pero no percibían en él ninguna otra peculiaridad. Al no estar acostumbrados a hacer sutiles distinciones, ni a valorar la magnanimidad, leían sus cartas y discursos como si no los leyeran. No se enteraban cuando se acercaban a una declaración heroica, no sabían cuándo se quemaban. No notaban que él hablaba con autoridad, y por eso sólo recordaban que debe cumplirse la ley. Recordaban el viejo credo, pero no oían la nueva revelación. El hombre que no reconoce en las palabras de Brown una sabiduría y una nobleza, y por lo tanto una autoridad, superior a nuestras leyes, es un Demócrata moderno. Esta es la prueba que hay que hacer para descubrirle. En este aspecto él no es obstinado sino constitucionalmente ciego, y es consecuente consigo mismo. Así ha sido su vida pasada: no hay duda alguna. De forma semejante ha leído la historia y su Biblia, y acepta, o parece aceptar, esta última sólo como un credo instituido, y no porque le haya convencido. No se encontrarán sentimientos de casta en su libro de memorias, si es que tiene alguno.

Cuando se realiza una noble hazaña, ¿quién tiene más posibilidades de valorarla? Los que también son nobles. No me sorprendió que ciertos vecinos míos hablaran de John Brown como de un vulgar criminal, porque ¿quiénes son ellos? Tienen o mucha carnalidad, o mucho oficio, o mucha ordinariez de alguna especie. No son naturalezas etéreas en ningún sentido. Las cualidades sombrías predominan en ellos. Varios son decididamente «paquidermos». Y lo digo con pena, no con enojo. ¿Cómo puede contemplar la luz un hombre que no alberga la correspondiente luz interior? Son fieles a lo que ven, pero cuando miran de esta forma no ven nada, están ciegos. Para los hijos de la luz competir con ellos es como si se estableciera una contienda entre águilas y búhos. Muéstrenme a un hombre que tenga amargos sentimientos hacia john Brown, y veamos qué nobles estrofas es capaz de recitar. Se quedará tan mudo como si sus labios fueran de piedra.

No todos los hombres pueden ser cristianos, ni siquiera en un sentido muy moderado, y sea cual sea la educación que se les dé. Después de todo, es una cuestión de constitución y de temperamento. Puede que tengan que volver a nacer muchas veces. He conocido a muchos hombres que querían hacerse pasar por cristianos, en los que resultaba ridículo, porque no tenían talento para ello. Ni siquiera todos los hombres pueden ser hombres libres.

Los directores de los periódicos insistieron durante bastante tiempo en que Brown estaba loco; pero al fin se limitaron a decir solamente que fue «un loco proyecto», y el único testimonio que aportaban para probarlo era que le costó la vida. No me cabe duda de que si hubiera ido con cinco mil hombres, hubiera liberado a mil esclavos, matando a cien o doscientos propietarios de esclavos, y hubiera sido responsable de muchas más muertes de los suyos, pero no hubiera perdido su propia vida, estos mismos lo habrían calificado con un término más respetable. Sin embargo él ha obtenido un éxito mucho mayor.

Ha liberado a muchos miles de esclavos, tanto en el Norte como en el Sur. Parece que no han sabido nunca nada de lo que es vivir y morir por un ideal. Todos le llamaban entonces loco; ¿quién le llama loco ahora?

Durante todo el alboroto que ocasionó su singular tentativa y su consiguiente actitud, la legislatura de Massachusetts, al no dar ningún paso para defender a aquellos de sus ciudadanos que podían ser llevados a Virginia como testigos y ser expuestos a la violencia de un tumulto de esclavistas, se redujo totalmente a la categoría de una taberna, complaciéndose incluso con chistes malos sobre la palabra «expansión». La animadversión se había instalado en sus mentes. Estoy seguro de que ningún estadista de los que hubo hasta entonces podría en absoluto haberse ocupado de ese asunto por aquel entonces, ¡un asunto muy vulgar como para ocuparse de él en ningún momento!…

No podían hacer nada sus enemigos que no redundara en su infinita venta, es decir, en la ventaja de su causa. No le colgaron enseguida, sino que le reservaron para que les sermoneara. Y luego se cometió otro craso error. No colgaron a sus cuatro seguidores con él; ese episodio se pospuso aún más; y así se prolongó y se completó su victoria. Ningún director de teatro podría haberlo dispuesto todo con tanto acierto para darle efecto a sus actos y a sus palabras. ¿Y quién creen ustedes que era el director? ¿Quién puso entre su prisión y el patíbulo a la esclava y a su hijo, a quien él simbólicamente se inclinó a besar?

Pronto nos dimos cuenta, igual que él, de que no iba a ser indultado ni rescatado por sus hombres. Eso habría supuesto desarmarle, devolverle un arma material, un rifle Sharp, cuando él había blandido la espada del espíritu, —la espada con la que él realmente ha ganado sus mayores y más memorables victorias—. Ahora él no ha arrinconado la espada del espíritu, porque él mismo es espíritu puro, y espíritu puro también es su espada.
Nada común hizo ni intentó
En aquel memorable hecho,…
Ni apeló a los dioses con vulgar rencor,
Para clamar su desvalido derecho;
Sino que su gentil cabeza inclinó
Como para posarla sobre un lecho.
¡Qué viaje el de su solitario cuerpo yaciente, recién descolgado de la horca! Leímos que por aquel entonces pasó por Filadelfia, y para el domingo por la noche había llegado a Nueva York. ¡De esta manera como un meteoro atravesó vertiginosamente la Unión desde las regiones meridionales hacia el Norte! No habían llevado los coches una carga así desde que lo llevaron vivo hacia el Sur.

El día del traslado de sus restos, oí decir, para asegurarme, que fue colgado, pero yo no sabía qué es lo que quería decir eso; no sentí aflicción al respecto; pero ni en un día ni en dos ni siquiera decir que estaba muerto, y ni después de todos los días del mundo lo creeré. De todos los hombres de los que se dijo que eran mis contemporáneos, el único que me parecía que no había muerto era John brown. Ya no oigo nunca de nadie que se llame Brown, —y oigo hablar de muchos bastante a menudo—, nunca oigo hablar de nadie particularmente valiente y sincero, sin que mi primer pensamiento sea para John Brown, y el tipo de relación que ese hombre pueda tener con él. Me lo encuentro en todas las esquinas. Está más vivo que nunca. Ha ganado la inmortalidad. No está confinado ni en North Elba ni en Kansas. Ya no trabaja en la clandestinidad. Trabaja en público, y a la luz más diáfana que brilla sobre esta tierra.

Diciembre de 1859.

lunes, 20 de junio de 2011

Russell, el escéptico contra el mal

RBA reúne en un volumen 17 de sus ensayos, la mitad inéditos en español, que dudan sobre la capacidad racional

ANTONIO ASTORGA / ABC.

En un discurso en Trafalgar Square, Londres,
a favor del Desarme Nuclear (1962).

Bertrand Russell, el escéptico melancólico, el ingenioso irredento que afiló la «navaja de afeitar de Guillermo de Ockham —fraile franciscano inglés, inventor del principio de parsimonia: cuanto menos se supone, mejor—, ha resistido maravillosamente el paso del tiempo. Ni una partícula de ácaros hay en sus Ensayos escépticos» (RBA), que reúne el pensamiento de un genio cuya vida fue gobernada por el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad. Russell navegó por un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación. Y en una miniatura mística halló la visión anticipada del cielo que persiguen santos y poetas. Era lo que estaba buscando.

Hace sesenta años se publicó un ramillete de estos ensayos escépticos, y ahora se agavillan completos —la mitad de ellos inéditos en español— para gozo de la tribu de los «russellianos». Joaquim Palau, director general de RBA, vindica como absolutamente actuales las ideas de Russell: «La gran sorpresa, a pesar de que el mundo cambie ahora y parece que esté dando un giro de 360 grados, es que los ensayos de Russell dan otra vuelta de tuerca de 360 grados. Me recuerdan al impacto que causa en el lector Ortega, gente de una extraordinaria capacidad intelectual y con un dominio prodigioso de la lengua y la exposición». He aquí el filón del autor británico para los moradores de citas:

Nacionalismo: «Es un ejemplo extremo de creencia ferviente en materias inciertas».

Guerra y paz: «En tiempo de paz, la verdad se considera un simple gesto de mala educación, pero en período de guerra se la juzga delictiva».

La moralidad: «Con una buena dosis de escepticismo podemos empezar a construir una moralidad nueva, que no se base en la envidia y la represión, sino en el anhelo de una vida plena y en la comprensión de que en los demás seres humanos hemos de ver un apoyo y no un estorbo. No se trata de una moralidad imposiblemente austera, pero su adopción convertiría a la Tierra en un paraíso».

El marxismo: «El Capital, de Marx, es, en esencia, una recopilación de atrocidades narradas con el fin de estimular el sentimiento marcial contra el enemigo. Naturalmente, estimula también el ardor bélico del enemigo. Y trae consigo la guerra de clases, que profetiza. La estimulación del odio es lo que ha dado a Marx esa tremenda fuerza política, por haber logrado con éxito pintar a los capitalistas como merecedores de la mayor reprobación moral».

Psicología y política: «Si la gente fuese realmente feliz, no estaría llena de envidia, de furor y de espíritu destructivo. Aparte de las necesidades de la vida, se necesita libertad de sexo y paternidad, al menos tanto en la clase media como entre los asalariados».

Anarquismo: «En todo proyecto ordenado para arreglar el molde de la vida humana es necesario inyectar algo de anarquismo, lo suficiente para impedir la inmovilidad que conduce al decaimiento, pero no bastante para romperlo todo».

Educación: «Las autoridades educativas no ven a los jóvenes, como se supone que hace la religión, como a seres humanos dotados de un alma que es preciso salvar. Los ven como una materia prima para sus grandiosos proyectos sociales, como futura “mano de obra” de las fábricas, como “bayonetas” para la guerra o vaya usted a saber cuántas cosas más. La sabiduría comienza allí donde se venera la personalidad humana».

En el corazón de Russell resonaban gritos de dolor: niños hambrientos, víctimas torturadas por opresores, ancianos desvalidos, «carga odiosa para sus hijos», y el eco de la soledad, pobreza y dolor que convierten en una burla la existencia humana». Deseaba ardientemente aliviar el mal. Pero no podía, y sufría a rabiar.

martes, 14 de junio de 2011

Sobre el movimiento 15-M

por José María Fernández Paniagua
(Artículo publicado en el periódico anarquista Tierra y Libertad núm.275, junio de 2011)
Extraído de Acracia.org


Ya es historia que el domingo 15 de mayo de 2011 se convocaron manifestaciones, con notable asistencia, convocada por la nueva plataforma Democracia Real Ya en más de 50 ciudades españolas. Sólo en Madrid, pudieron verse a miles de personas que se decidieron a salir a la calle, hastiadas del sistema y de los partidos políticos, a las puertas, y eso fue especialmente significativo (y esperanzador), de unas elecciones municipales y autonómicas. También pudieron verse imágenes de unas fuerzas policiales que actuaron de forma arbitraria y brutal, sin ningún tipo de provocación previa más allá de la mera protesta que era el acto. Desgraciadamente, la sociedad española está, o ha estado, anestesiada ante el poder económico y político, por lo que se agradeció ver cómo la gente se echó a la calle demandando una profundización en la democracia. Y sí, somos muy críticos los anarquistas con la palabra "democracia", especialmente pervertida por el sistema representativo y el Estado, pero también con nulo sentido en un sistema de clara servidumbre económica como es el capitalismo (máxime en una de sus múltiples crisis, de las que habitúa a salir fortalecido). Y esa es una de las claves del asunto, la imposibilidad de ejercer una democracia real (o, para darle cierto sentido libertario, una democracia directa sin representación de ningún tipo; a los anarquistas nos gusta mucho más el concepto de "autogestión social") si no hay verdadera emancipación económica. Es por eso que me parece primordial que los anarquistas estén en este tipo de plataformas, en las que la gente muestra una postura clara contra toda jerarquización, para tratar de dar una orientación libertaria, con la que muchas personas pueden estar de acuerdo al comprobar, tanto sus correctas intenciones, su fortaleza ética, y ver que funciona en la práctica, y promover así una transformación social permanente.

De eso se trata, de profundizar en los males de la sociedad y de que la cosa no se quede en una protesta coyuntural ni en simple labor de maquillaje (en principio, no había ningún partido político detrás de esta plataforma, pero no tardaron demasiado en tratar de subirse al carro). La plataforma Democracia Real Ya insiste en que se trata de un movimiento horizontal, sin líderes ni estructura jerárquica, y que no tienen ningún tipo de financiación externa, por lo que ese funcionamiento libertario puede muy bien ser fortalecido por la presencia anarquista, y tratar de ir más allá en los propósitos. Gracias a las redes sociales, las cuales hacen posible la comunicación inmediata entre personas y grupos, estas convocatorias han podido calificarse de exitosas. Sin embargo, insistiremos en que es necesario el trabajo social y cultural, que se encuentra detrás de un movimiento auténticamente transformador. La mayor parte de los asistentes a estas manifestaciones fueron personas muy jóvenes, los cuales reclaman sobre todo un cambio en la conciencia social, un fortalecimiento de la ciudadanía, y el no convertirse en simple mercancía para políticos y banqueros, algo especialmente esperanzador. Si algo han reclamado siempre los anarquistas es el bien común, propiciando al mismo tiempo la participación de cada persona en los asuntos que le afectan, de forma directa y "real". Tal vez muchos de los que apoyaron en origen esta plataforma promovían sin más una humanización del sistema, contemplándola como una llamada de atención al poder político y económico, pero sin pretender cuestionar la naturaleza de ese poder. Es muy posible que así sea, y cuando eso ocurre, las convicciones libertarias deberán ser tan sólidas como para saber en qué punto divergen los caminos. Como he dicho antes, no es nuestro cometido una simple labor de maquillaje, ya que el trabajo se dirige siempre hacia la autogestión social, extender esos valores de funcionamiento de algunas organizaciones (horizontalidad, pluralidad, autonomía de grupos e individuos, solidaridad, fortalecimiento cultural) al conjunto de la sociedad.



Unos días después de aquellas manifestaciones, en la llamada jornada de reflexión de cara a las elecciones, en la, llamada, democracia española, algunos reflexionábamos una vez más que queríamos una sociedad mejor. El ambiente en la Puerta del Sol de Madrid, producto de los producido unos días antes en las manifestaciones y que duraba ya varios días, era magnífico, por mucho que quisieran reducir los actos de protesta a un vulgar acto de campaña, con las prohibiciones de rigor de los órganos correspondientes, las personas estaban diciendo ¡basta! ante la situación política y económica del país. Era lo que algunos llamaban ya "revolución española", haciendo un paralelismo con lo vivido en Túnez y Egipto a principios de año; al menos, suponía un magnífico revulsivo para sacar a la gente de la apatía y el conformismo, y para generar un nueva conciencia de clase. A propósito de la polisemia de la palabra "revolución", sí existe un paralelismo con lo vivido en ciertos países árabes, y es el deseo de las personas de una vida mejor. Y no se trata del mezquino "sálvese el que pueda" que propone el liberalismo, los cambios son para el conjunto de la sociedad. Nada está escrito, no existe una concepción determinista (y falaz) del progreso que obligue a tantos seres humanos a pemanecer en la indigencia. Existen experiencias históricas, y ahora se están produciendo otras nuevas, en las que el pueblo toma la iniciativa, se organiza y construye alternativas a los múltiples problemas presentes en la sociedad. Se demuestra factible la toma de decisiones de manera asamblearia, de forma que se canalicen las diversas aspiraciones y reivindicaciones, y se supere así un individualismo insolidario. Se trata de reivindicar la individualidad (frente a un individualismo disociado del conjunto de la sociedad) y la pluralidad, de encontrar un nexo social en la solidaridad, y de construir el socialismo libertario (la riqueza va dirigida a todos los miembros de la sociedad, se apuesta por la máxima libertad y la máxima igualdad, recogiendo la tradición de lo mejor de las teorías políticas). Una de las pancartas que podían leerse en la Puerta del Sol de Madrid pedía la superación de las diferencias ideológicas en aras de la unión. Bien, está claro que serán muchas las sensibilidades presentes en estas protestas, aunque la aspiración común es la de construir otra realidad (esa palabra de etimología tan odiosa), por lo que los libertarios podemos trabajar por lo que consideramos los mejores valores humanos (siempre habrá personas que se negarán a ser solidarias o a cooperar, pero es éste un valor al que tenemos que dar peso en toda organización social, frente a la atomización y la competitividad), y tratar de convencer sin coacción alguna. La campaña electoral y el sistema representativo perdieron protagonismo gracias a este movimiento social que adoptó el nombre de "democracia real", aunque también se le ha denominado movimiento 15-M, a su capacidad para organizarse sin injerencias externas, crear órganos asamblearios, dar voz a todo el mundo, tomar decisiones... El sistema políticio y mediático se mostró perplejo, la simple apariencia de libertad y pluralidad que ellos preconizan se muestra incapaz de asimilar la construcción de otra realidad. Naturalmente, no podíamos ser ilusos, sabíamos que el peligro de que la situación fuera finalmente mediatizada, que se redujeran las exigencias más radicales y que la cosa quedara en una simple crítica al bipartidismo y al sistema financiero, sin moverse apenas los cimientos del Estado y el capital (ni de los actores que les hacen el juego, sean de "izquierdas" o de derechas). No nos equivoquemos tampoco en otra cuestión, la situación no le hacía el juego a la derecha; la derecha, en mayor o en menor grado, lleva toda la vida instalada en el poder. El daño social y psicológico, a mi modo de ver en constante aumento, que se produce en las sociedades contemporáneas solo pasa por una cambio radical a todos los niveles, por una progresiva descentralización de la política y de la economía, por una acción directa que tome el lugar de la democracia representativa. Eso es lo que se ha vivido en las últimas semanas en tantos lugares de España. Ante una nuevas elecciones democráticas, un día más, muchos nos abstuvimos de participar en lo que consideramos injusto y nos reafirmamos en la intención de seguir tomando las riendas de nuestras vidas.

Un comunicado de prensa de la plataforma Democracia Real Ya, el día 23, después de unas elecciones sin demasiadas sorpresas (el índice de abstención siguió siendo muy alto, cercano al 40 por 100), manifestaba que numerosas webs y perfiles de las redes sociales intentaban suplantar su identidad como movimiento, proponiendo acciones que nada tienen que ver con el manifiesto real de la plataforma. Lo que se pretendía con este desmentido era asegurar la independencia de DRY con respecto a cualquier partido o sindicato, mostrando las mentiras de todo aquel que pretendiera vincular el movimiento a alguna organización. Del mismo modo, se aclara que las acampadas en diversos lugares de España poseen sus propias reivindicaciones, las cuales no tienen que coincidir necesariamente con las de DRY. No obstante, la plataforma reconoce la autonomía e independencia de cada acampada y simpatiza con cualquiera de sus reivindicaciones al comprender que se trata de la expresión libre de las personas sin intermediarios de ningún tipo. También hay otro asunto que dio lugar a equívoco, y es que DRY no ha promovido el voto nulo, ni la abstención, ni el voto a ninguna opción, ya que se entiende que eso corresponde a cada persona. Según se comentaba, uno de los propósitos de la plataforma es la mejora del sistema electoral, algo que parece desprenderles de todo sesgo radical. No obstante, es posible que el inicio de este movimiento fuera ese intento de mejorar el sistema, pero hay que quedarse con la clara orientación libertaria que tiene el hecho de "libre expresión del pueblo sin intermediarios de tipo alguno". Los rasgos libertarios son inequívocos: funcionamiento asambleario, plena libertad de expresión, debate abierto, comisiones de trabajo abiertas, trabajo rotatorio, rechazo a toda jerarquía y a todo dirigismo, acción directa, descentralización, federalismo, autonomía e independencia de cada grupo...

Recapitulemos sobre lo ocurrido. Nace recientemente una plataforma, a la que podemos considerar, en rasgos generales, como crítica al poder económico y político (y no dejaremos nunca de lado en el análisis, que ambos se encuentran estrechamente vinculados), convocando manifestaciones para el día 15 de mayo, que se pueden considerar exitosas. Es el punto de partida para la concentración en determinados lugares de toda España (como la Puerta del Sol, en Madrid), con las acampadas que muestran las características antes mencionadas, en ellas se atienden las necesidades de las personas (básicas, como el alimento, o el asesoramiento legal) sin interés económico alguno (sobra decirlo). No se trata de una revolución netamente anarquista, pero ahí están las evidencias. Entre lo que se propone el día 20 de mayo en la acampada de Sol, se encuentran derechos básicos que supuestamente recoge la Constitución española (una muestra más de la falacia de las leyes jurídicas), como es el acceso a una vivienda digna, a una educación pública y laica, y lo necesario de una sanidad gratuita y universal. Tal vez otras propuestas puedan considerarse "reformistas", no es algo que a mí particularmente me preocupe, ya que toda reforma auténtica acaba siendo radical, acaba produciendo una transformación hacia una realidad mejor. Los anarquistas estaban ya presentes en el movimiento, sin estridencias ni falsos purismos, mostrando respeto a las decisiones de las personas (que no siempre tendrán un contenido libertario), pero con las convicciones muy claras para decidir que ese puede acabar no siendo nuestro camino. Hay que recordar que nunca los anarquistas han tendido al aislamiento, y mucho menos hacia la imposición, incluso han mostrado un respeto nítido hacia otros movimientos sociales y políticos cuando han sido una fuerza mayoritaria (como en el caso de la revolución española de 1936).

Y a eso me quería referir también, a la historia. Porque en todo análisis y en toda praxis no podemos dejar a un lado nuestra historia. Si este momento fuera solo un simple pataleo ante el sistema, no tardaríamos en contemplar el derrumbe al no haber unas bases sólidas. No podemos desprender la situación actual de las herencias de la dictadura franquista ni de las mentiras de la Transición democrática; tampoco de las posteriores reformas laborales (producidas en gran parte por un partido que se sigue llamando socialista), que ha sumido a la clase trabajadora en una precariedad intolerable con un paulatino adormecimiento social. Los ocho años de gobierno de la derecha oficial, con movilizaciones sociales masivas debido a la involucración de España en la invasión militar de Irak del año 2003, que llevaron al PSOE de nuevo al poder, fueron solo un espejismo. Tal vez fue un voto de confianza que los españoles dieron a la izquierda parlamentaria ante las mezquindades de la derecha, pero una vez más aquello se demostró un error. Especialmente en su segunda legislatura, Zapatero y su gobierno han seguido las instrucciones del capitalismo internacional y de sus organismos. Al margen de las circunstacias concretas de un gobierno de uno u otro pelaje, hay que insistir en la cuestión económica, en esa falacia de las épocas de bonanza económica del capitalismo y de la realidad de sus cíclicas crisis, tan necesarias para asegurar la servidumbre de la clase trabajadora. Sea quien sea quién esté en el poder, y sea cual sea el momento económica que se sufra, la sumisión y el miedo están asegurados. No podemos eludir la historia, ni la política ni la economía (ambas quieren ser reducidas a una caricatura por la clase dirigente), todo ello tiene responsabilidad en la situación actual en la que, muy posiblemente, la derecha más dura vuelva a estar en el poder. Una democracia representativa de baja calidad, en la que las decisiones siempre son tomadas desde arriba, solo puede tener una alternativa real en un movimiento horizontal y descentralizador. Basta ya de dar oportunidades al sistema, con sus partidos y sindicatos de Estado, y con sus élites apoltronadas, y demos fuerza de verdad a la sociedad. Potenciemos los valores libertarios de apoyo mutuo y solidaridad, que ya están presentes en este movimiento, y confiemos en el futuro.

miércoles, 8 de junio de 2011

Falacias de la democracia representativa

Por Ángel J. Cappelletti

La palabra «democracia» y, por ende, el mismo concepto que ella designa, tienen su origen en Grecia. Parece, pues, lícito, y aun necesario, recurrir a la antigua lengua y cultura de la Hélade cuando se intenta comprender el sentido de dicha palabra, tan llevada y traída en nuestro tiempo.

Para los griegos, «democracia» significaba «gobierno del pueblo», y eso quería decir simplemente «gobierno del pueblo», no de sus «representantes». En su forma más pura y significativa, llevada a la práctica en la Atenas de Pericles, implicaba que todas las decisiones eran tomadas por la Asamblea popular, sin otra intermediación más que la nacida de la elocuencia de los oradores. El pueblo, reunido en la Ekklesía, nombraba jueces y generales, recaudadores y administradores, financistas y sacerdotes. Todo mandatario era un mandadero. Se trataba de una democracia directa, de un gobierno de todo el pueblo. Pero ¿qué quería decir aquí «pueblo» (demos)? Quería decir «el conjunto de todos los ciudadanos». De ese conjunto quedaban excluidos no sólo los esclavos sino también las mujeres y los habitantes extranjeros (metecos). Tal limitación reducía de hecho el conjunto denominado «pueblo» a una minoría.

La democracia directa de los griegos, que en lo referente a su principio y su forma general, aparece como cercana a un sistema de gobierno ideal, se ve así desfigurada y negada en la práctica por las instituciones sociales y los prejuicios que consagran la desigualdad (esclavitud, familia patriarcal, xenofobia).

Por otra parte, a esta limitación intrínseca se suma en Atenas otra, que proviene de la política exterior de la ciudad. En su momento de mayor florecimiento democrático desarrolla ésta una política de dominio político y económico en todo el ámbito del Mediterráneo. Somete directa o indirectamente a muchos pueblos y ciudades y llega a constituir un imperio marítimo y mercantil.

Ahora bien, esta política exterior contradice también la democracia directa. Una ciudad no puede gozar de un régimen tal en su interior e imponer su prepotencia tiránica hacia afuera. El imperialismo, en todas sus formas, es incompatible con una auténtica democracia. Los atenienses no dejaron de cobrar conciencia de ello y Tucídedes reporta los esfuerzos que hicieron por conciliar ambos extremos inconciliables. Cleón acaba por expresar su convicción de que «la democracia es incapaz de imperio».

La democracia moderna, instaurada en Europa y América a partir de la Revolución Francesa, a diferencia de la originaria democracia griega, es siempre indirecta y representativa. El hecho de que los Estados modernos sean mucho más grandes que las ciudades-estado antiguas hace imposible —se dice— un gobierno directo del pueblo. Este debe ejercer su soberanía a través de sus representantes. No puede gobernar sino por medio de aquellos a quienes elige y en quienes delega su poder.

Pero en esta misma formulación está ya implícita una falacia. El hecho de que la democracia directa no sea posible en un Estado grande no significa que ella deba de ser desechada: puede significar simplemente que el Estado debe ser reducido hasta dejar de serlo y convertirse en una comuna o federación de comunas. Entre los filósofos de la Ilustración, teóricos de la democracia moderna, Rousseau y Helvetius vieron muy bien la necesidad de que los Estados fueran lo más pequeños posible para que pudiera funcionar en ellos la democracia.

Pero ya en esa misma época comienza algunos autores a oponer «democracia» y «república», lo cual quiere decir, «democracia directa» y «democracia representativa». Los autores de The Federalist y muchos de los padres de la constitución norteamericana, como Hamilton, se pronuncian, sin dudarlo mucho, por la segunda, entendida como «delegación del gobierno en un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto». No podemos dejar de advertir que aquí el pueblo es simplemente un «resto».

Con Stuart Mill, sin embargo, este «resto» se define como la totalidad de los seres humanos, sin distingos de rango social o de fortuna. «There ought to be no pariahs in a fullgrown and civilized nation, except through their own default» [No debe haber parias en una nación desarrollada y civilizada, excepto por propia incapacidad]. «Sólo los niños, los débiles mentales y criminales quedan excluídos.»

Pero esta idea del sufragio universal tropieza enseguida con una grave dificultad. El ejercicio de la libertad política y del derecho a elegir resulta imposible sin la igualdad económica. La gran falacia de nuestra democracia consiste en ignorarlo. Esto no lo ignoraban los miembros del Congreso constituye de Filadelfia que proponían el voto calificado y querían que sólo pudieran elegir y ser elegidos los propietarios. Hamilton afamaba: «A power over a man’s subsistence amounts to a power over his will» [El poder sobre los medios de subsistencia de un hombre aumenta el poder sobre su voluntad]. El mismo Kant hacía notar agudamente que el sufragio presupone la independencia económica del votante y dividía a todos los ciudadanos en «activos» y «pasivos», según dependieran o no de otros en su subsistencia. Pero lo que de aquí se debe inferir no es la necesidad de establecer el voto calificado o el voto plural, como pretenden algunos conservadores, sino, por el contrario, la necesidad de acabar con las desigualdades económicas, si se pretende tener una auténtica democracia. Ya antes de Marx, los así llamados «socialistas utópicos», como Saint-Simon, veían claramente que no puede haber verdadera democracia política sin democracia económica y social. ¿Quién puede creer que la voluntad del pobre está representada en la misma medida que la del rico? ¿Quién puede suponer que la preferencia política del obrero o del marginal tiene el mismo peso que del gran comerciante o la del banquero? Aunque según la ley todos los votos sean equivalentes y todos los ciudadanos, tanto el que busca su comida en los basurales como el que se recrea con las exquisiteces de lo restaurantes de lujo, tengan el mismo derecho a postularse para la presidencia de la república, nadie puede dejar de ver que esto no es sino una ficción llena de insoportable sarcasmo. Y no es sólo la desigualdad económica en sí misma la que torna írrita la pretensión de igualdad política en la democracia representativa y el sufragio universal. Lo mismo sucede con la desigualdad cultural que, en gran medida, deriva de la económica. Una auténtica democracia supone iguales oportunidades educativas para todos; supone, por una parte, que todos los ciudadanos tengan acceso a todas las ramas y todos los niveles de la educación, y, por otra, que toda formación profesional y toda especialización deban ser precedidas por una cultura universal y humanística. Pero en nuestras modernas democracias y, particularmente, en la norteamericana arquetípica, la educación resulta cada día más costosa y más inaccesible a la mayoría, mientras la ultra-especialización alienante se impone cada vez más sobre la formación humanística y sobre lo que Stuart Mill llamaba «school of public spirit».

Por otra parte, hoy no se trata sólo de las desiguales oportunidades de educación que en un pasado bastante reciente oponían la masa de los ignorantes a la élite de los hombres cultos. La inmensa mayoría de los gobernantes es lamentablemente inculta, incapaz de pensar con lógica y de concebir ideas propias. Bien se puede hablar en nuestros días de la recua gubernamental.

Y no podemos entra en el terreno de la cultura moral. Si la democracia se basa; como dice Montesquieu, en la virtud, y medimos la virtud de una sociedad por la de sus «representantes», es obvio que nuestra democracia representativa carece de base y puede hundirse en cualquier momento.

De todas maneras, estos hechos indudables (sobre todo en América Latina) nos fuerzan a replantear uno de los más profundos problemas de toda democracia representativa: el del criterio de elegibilidad. Si el conjunto de los ciudadanos de un Estado debe escoger de su seno a un pequeño grupo de hombres que lo represente y delegar permanentemente todo su poder en ese grupo, será necesario que cuente con un criterio para tal elección. ¿Por qué designar a fulano y no a mengano? ¿Por qué a X antes que a Z? Se trata de aplicar el principio de razón suficiente. Ahora bien, a este principio parece responder, desde los inicios de la democracia moderna en el siglo XVIII, la norma de la elegibilidad de los más justos y los más ilustrados. Se supone que ellos son los mas aptos para administrar, legislar y gobernar en nombre de todos y en beneficio de todos. Se supone asimismo que la masa de los ciudadanos ha recibido la educación intelectual y moral requerida para discernir quiénes son los más justos y los más ilustrados. Todo esto es, sin duda, demasiado suponer. Pero, aún sin entrar a discutir tales suposiciones, lo indiscutible es que, en el actual sistema de democracia representativa, la propaganda y los medios de comunicación, puestos al servicio del gobierno y de los partidos políticos, de los intereses de los grandes grupos económicos y, en general, de la sobrevivencia y la consolidación del sistema, manipulan y deforman de tal manera las mentes de los electores que éstos, en su inmensa mayoría, resultan incapaces de formarse un juicio independiente y de hacer una elección de acuerdo con la propia conciencia. En algunos casos extremos, cuando la democracia representativa entra en crisis, debido a un general e inocultable deterioro de los valores que supuestamente la fundamentan la mayoría abjura del sistema y reniega de los partidos, pero aún así se muestra incapaz de asumir el poder que le corresponde y de autogestionar la cosa pública. El condicionamiento pavloviano es tan potente que, después de cada explosión popular, se da siempre una reordenación de los factores de poder y, cuando eso no se logra satisfactoriamente, se produce una explosión militar. Pero el sistema sobrevive y el capitalismo de la «libre empresa» y la «libre competencia» campea por sus fueros sin que lo adverse siquiera el viejo capitalismo de Estado (alias «comunismo»). Aquí está la clave del entusiasmo del Pentágono y de la CIA, de la Casa Blanca y del FMI por la «democracia representativa» en América Latina y en el mundo.

Es evidente, pues, que el criterio de elegibilidad no es el de «moral y luces» sino el de «acatamiento y adaptabilidad» (al status quo). Para que los más justos y los más sabios fueran elegidos sería preciso, entre otras cosas, que se eligiera a quienes no quieren ser elegidos.

La gran ventaja que la democracia representativa tiene, a los ojos de los poderosos del mundo, consiste en que con ella el pueblo cree elegir a quienes quiere, pero elige a quienes le dicen que debe querer. El sistema cuida de que todo pluralismo no represente sino variantes de un único modelo aceptable. Las leyes se ocupan de fijar los límites de la disidencia y no permiten que ésta atente seriamente contra el poder económico y el privilegio social. Se trata de cambiar periódicamente de gobernantes para que nunca cambie el Gobierno; de que varíen los poderes para que permanezca el Poder. Esto siempre fue así, pero se ha tornado mucho más claro para los latinoamericanos desde el fin de la Guerra Fría, con el nuevo orden mundial de Reagan y Bush. Por otra parte, la democracia representativa implica en su propio concepto una grave falacia. ¿Cómo se puede decir que el diputado o el presidente que yo elijo representa mi voluntad, cuando dura en su cargo cuatro o cinco años y mi voluntad varía, sin duda alguna, de año en año, de mes en mes, de hora en hora, de minuto a minuto? Afirmar tal cosa equivale a congelar el libre albedrío de cada ciudadano en un instante inmutable y negar al hombre su condición de ser pensante por un cuatrienio o un quinquenio. No hay falacia más ridícula que la del mandatario que afirma que la mayoría lo apoya porque hace cuatro años lo votó. Pero, aún si nos situáramos en los supuestos de la representatividad, deberíamos preguntarnos: ¿Cuando yo elijo a un diputado, éste es un simple emisario de mi voluntad, un mandadero, un portavoz de mis ideas y decisiones, o lo elijo porque confío absolutamente en él, a fin de que él haga lo que crea conveniente? En el primer caso, no delego mi voluntad sino que escojo simplemente un vehículo para darla a conocer a los demás. Si esta concepción se lleva a sus últimas consecuencias, la democracia representativa se convierte en democracia directa.

En el segundo caso, no sólo delego mi voluntad, sino que también abjuro de ella, mediante un acto de fe en la persona de quien elijo. Si esta concepción se lleva a sus últimas consecuencias la democracia representativa desemboca en gobierno aristocrático u oligárquico.

En el primer caso, el representante es un simple mensajero, en nada superior, sino más bien inferior, a quien lo envía. En el segundo, no se ve por qué el representante debe ser elegido por el voto popular, ya que por sus propios méritos puede confiscar definitivamente la voluntad de los demás. Más valdría entonces aceptar la teoría conservadora de Burke acerca de la representación virtual, según la cual inclusive quienes no votan están representados en el gobierno cuando realmente desean el bien del Estado. La democracia representativa se enfrenta así a este dilema: o los gobernantes representan real y verdaderamente la voluntad de los electores, y entonces la democracia representativa se transforma en democracia directa, o los gobernantes no representan en sentido propio tal voluntad, y entonces la democracia deja de serlo para convertirse en aristocracia. Stuart Mill, que era un liberal sincero, no gustaba de la aristocracia, pero tampoco se atrevía a postular una democracia directa y, por eso, proponía un camino intermedio. Para él, los gobernantes elegidos por el pueblo deben gozar de cierta iniciativa personal al margen de la voluntad de sus electores y, aún cuando siempre han de considerarse responsables ante éstos, no deben ser sometidos a plebiscitos o juicios populares. El filósofo inglés llega hasta donde puede llegar un liberal que no osa ser libertario. Como los autores de The Federalist, que se decían «republicanos» y no «demócratas», considera necesario el liderazgo de los hombres justos e ilustrados para el desarrollo político del pueblo, cuyo buen sentido ha de ser iluminado por la sabiduría de aquéllos. Tal concesión a la aristocracia del saber suscita, sin embargo, algunas objeciones. Un diputado puede saber de finanzas, o de educación, o de agricultura, o de política internacional, o de salud pública, pero no puede saber de todas esas cuestiones al mismo tiempo. Sin embargo, en los debates parlamentarios puede opinar y debe votar sobre todas ellas. Es obvio que opinará y votará sobre lo que no sabe. Opinará y votará, pues, con frecuencia, no como hombre ilustrado, sino como ignorante. ¿Cómo puede un ignorante contribuir al desarrollo político del pueblo? Se dirá que puede asesorarse con los expertos o «sabios» que tiene a su disposición. Pero, si se trata de aprender de quienes saben, también pueden hacerlo los electores sin necesidad de delegar su ignorancia en ningún representante.

La democracia representativa se vincula, por lo común, con los partidos políticos y no funciona sino a través de ellos. Es dudoso, sin embargo, que se trate de una vinculación necesaria y esencial ya que bien se puede concebir una representación estrictamente grupal o personal. Nada impide imaginar que los partidos sean remplazados por grupos de electores formados ad hoc o que el electorado vote sólo por personas con nombres y apellidos cuyos programas de gobierno hayan sido dados a conocer previamente. Es una falacia más, por consiguiente, aunque no de las más graves, afirmar que no puede existir democracia indirecta sin partidos políticos.

El papel desempeñado por éstos origina, de hecho, algunas de las más graves contradicciones que dicha democracia implica. Los partidos representan intereses de clases o de grupos y se fundan en una ideología. Ellos proponen al electorado las candidaturas y establecen las listas de los elegibles.

Ahora bien, es muy posible que un ciudadano no se identifique con ninguna de las clases o grupos representados por los partidos existentes y que no comparta ninguna de sus ideologías. ¿Tendrá que votar por alguien que no expresa de ninguna manera sus intereses y su modo de pensar? Le queda el recurso —se dirá— de fundar un nuevo partido. Pero es obvio que éste es un recurso puramente teórico, ya que en la práctica la función de un partido político (y sobre todo de uno que tenga alguna probabilidad de acceder al gobierno) resulta nula no sólo para los ciudadanos individuales sino también para casi todos los grupos formados en torno a una idea nueva y contraria a los intereses dominantes.

En general, el elector elige a ciegas, vota por hombres que no conoce, cuya actitud y cuyo modo de pensar ignora y cuya honestidad no puede comprobar. Vota haciendo un acto de fe en su partido (o, por mejor decir, en la dirigencia de su partido), con la fe del carbonero, confiando en el azar y en la suerte y no en convicciones racionales. Pero, si esto es así, ¿no sería preferible reintroducir la ticocracia y, en lugar de realizar costosas campañas electorales, sortear los cargos públicos como los premios de la lotería? Este procedimiento no deja de tener un fundamento racional, si se supone que todos los hombres son iguales e igualmente aptos para gobernar.

No deja de ser escandalosamente contradictorio que partidos políticos cuya proclamada razón de existir es la defensa de la democracia en el Estado sean en su organización interna rígidamente verticalistas y oligárquícos. Ello obliga a pensar que la escogencia de los candidatos difícilmente tiene algo que ver con la honestidad, con el saber o siquiera con la fidelidad a ciertos principios.

En nuestros días parece advertirse en los partidos políticos un proceso de desideologización. En realidad no se trata de eso sino, más bien, de una creciente uniformización ideológica en la cual el pragmatismo y la tecnocracia encubren una vergonzante capitulación ante los postulados del capitalismo salvaje. Hoy, menos que nunca, optar por un partido significa defender una idea o un programa, frente a otra idea y otro programa. El nuevo orden mundial, cuya bandera es gris, impone la mediocridad como sustituto de la libertad y de la justicia.

Uno de los más ilustres ideólogos de la democracia, Jefferson, el cual sabía bien que el mejor gobierno es el que menos gobierna, confiaba en que el gobierno del pueblo por medio de sus representes aboliría los privilegios de clase sin suprimir las ventajas de un liderazgo sabio y honesto. Al cabo de dos siglos, la historia nos demuestra que tal esperanza no se ha realizado.

Sólo la democracia directa y autogestionaria puede abolir los privilegios de clase y, sin admitir ningún liderazgo, reconocer los auténticos valores del saber y de la moralidad en quienes verdaderamente los poseen.

Caracas, 1992.


lunes, 6 de junio de 2011

Anarquismo y terrorismo

«Los asesinatos políticos no sirven para nada,
si acaso para empeorar la situación.

Es la disposición de las conciencias lo que hay que cambiar.
La tarea a emprender es completamente moral,
en el ámbito de la mente.

El puñal no tiene nada que hacer aquí.»
P.-J. PROUDHON

Abordemos este interesante tema y enfoquémoslo desde una perspectiva anarquista para mostrar cuáles son los principios que los ideales ácratas han mantenido respecto a la táctica terrorista y el uso de la violencia en líneas generales.

A lo largo de la historia, los historiadores y los cronistas del poder han querido mostrar que el anarquismo ha sido una tendencia de claro estigma violento y terrorista que ha perpetrado acciones criminales de manera arbitraria contra lo que los anarquistas consideraban de talante nocivo. Hoy todavía, abriendo el diccionario de María Moliner, nos encontramos que anarquismo es sinónimo de terrorismo y de dinamiterismo. Nada más lejos de la realidad.

Quien quiera ser una persona medianamente objetiva se dará cuenta de que para los anarquistas el uso de la violencia ha sido siempre de forma secundaria y nunca de manera prioritaria.

Pero abordando profundamente el tema, ¿qué es lo que el anarquismo piensa del terrorismo y de la violencia? El anarquismo es un ideal social y de vida de talante humano que considera la vida como lo prioritario para cualquier persona. Pensar esto y actuar de manera contraria sería contradecir un principio lógico de la anarquía. Pero si seguimos analizando, todavía hay quien nos podría decir, y con un libro de historia en la mano, que los anarquistas han perpetrado atentados terroristas y han acciones violentas. Ante esto también tenemos mucho que contestar:

—Por una parte los atentados que a los anarquistas se les ha atribuido, se les ha dado demasiada publicidad. Primero diremos que de aquellos que cometieron atentados anarquistas su idea de anarquismo podría en algún caso ponerse en duda. Por otra parte diremos que aquellos atentados (que sólo ocupan una coyuntura específica de la historia del anarquismo) no pretendían hacer crímenes en masa para atemorizar a la población, sino que eran actos individuales donde el atentador perdía su propia vida.

—También diremos respecto a esto que el movimiento anarquista no era unánime a favor de estos actos, sino que los criticaba por no coincidir para nada con los principios, tácticas y finalidades del anarquismo. Este segundo grupo tiene la razón cuando históricamente se demuestra que ningún atentado ha conseguido llegar a la anarquía, mientras que las luchas colectivas llevadas a cabo han conseguido importantes conquistas revolucionarias.

—Cuando a los anarquistas se nos achaca el uso de la violencia, tenemos que decir que nunca se utilizó de manera placentera sino como acto de defensa contra los ataques directos de nuestro máximo enemigo, el Estado.

Si a alguien tuvieran que colocarle el letrero de terrorista y violento es a la maquinaria estatal y a aquellos que la amparan, como a todos aquellos que se esfuerzan en implantar nuevos sistemas estatales igualmente represivos.

Como anarquistas debemos condenar de manera unánime la utilización del método violento cuando éste se hace abstracto. Pero no hay que olvidar que el Estado utiliza medios violentos para represaliar al movimiento anarquista, y ante ese ataque nosotros tenemos que actuar en legítima defensa con lo que encontremos a mano. Pero ¡ojo!: nuestra defensa muchas veces no es o no tiene que ser el cóctel molotov o la bomba, sino la propaganda, el arma más eficaz del movimiento.

A todos aquellos que autodenominándose anarquistas aplauden o perpetran atentados de signo violento tenemos que decirles que están equivocados, y que fallan o bien sus ideas o bien sus medios. Nuestras dudas se resuelven con la historia. Veamos un ejemplo histórico: durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), Durruti cometió actos violentos como robos a bancos con el fin de financiar a la organización CNT. Pero en vísperas de la Revolución de 1936, ante la propuesta de hacer lo mismo, fue Durruti quien se opuso a tal hecho aduciendo que no era conveniente en ese momento. Hemos de tener muy en cuenta en qué tiempos vivimos y cómo hemos de actuar.

Para finalizar, establezcamos los puntos básicos de la lucha anarquista:

1.- La propaganda: Sólo a través de ella conseguiremos llegar al mayor número de gente, y con ella poder mostrar al pueblo las injusticias que se cometen en cualquier rincón del mundo.

2.- La lucha de clases: Conseguir eliminar las desigualdades sociales es un objetivo prioritario y sólo es posible uniendo a los alienados contra la tiranía capitalista.

3.- Adecuación entre medios y fines: Nuestra lucha va encaminada a conseguir una sociedad sin Estado, donde los principios de libertad, igualdad y solidaridad sean lo primordial. Los métodos para alcanzar esta sociedad fraternal no deben estar en contraposición con ella.


Aunque en algunos sectores conservadores y reaccionarios
todavía se mantenga tal mito y prejuicio.

domingo, 5 de junio de 2011

IVJornadas sobre Librepensamiento (FAI)


Del 15 al 18 de junio de 2011.

Programa:

Miércoles 15 de junio 20.00h:
«Teresa de Calcuta, una mujer desconocida.»
Julio Reyero

Jueves 16 de junio 20.00h:
«Dios marca las horas: el tiempo sin reloj.»
Elena Sánchez.

Viernes 17 de junio 20.00h:
«La Iglesia antifranquista.»
Alfredo González.

Sábado 18 de junio 20.00h:
«Más allá del Edén.»
Colectivo Escuela Libre.

Organiza: Grupo Anarquista Volia (FAI)
Lugar: Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. C/ Prado, 21.

CNT se manifestó en Madrid contra los recortes de derechos laborales y sociales

· Miles de personas llegados de todos los puntos del Estado español recorrieron el madrileño barrio de Vallecas, lugar de la marcha.

· La Confederación (CNT) fue muy crítica con la reforma de la negociación colectiva, por innecesaria, injusta y fuente de más precariedad.

· Se ha hecho un llamamiento a otras organizaciones anticapitalistas para unir esfuerzos y plantar cara al salvaje ataque que está sufriendo la clase trabajadora.

Miles de militantes llegados de todos los puntos del Estado se dieron cita esta mañana en el madrileño barrio de Vallecas para denunciar la política de recortes de derechos laborales y sociales que, a un ritmo frenético está imponiendo el gobierno del PSOE; unos recortes que están desmontando los últimos pilares de un Estado del bienestar ya de por sí bastante raquítico e incapaz de satisfacer las necesidades humanas más básicas.

Al acabar la manifestación en el Parque Azorín, se dió paso al mitin en el que intervinieron, Pablo Agustin, secretario de Acción Sindical del Secretariado Permanente, Luis Fuentes, ex-Secretario General y Antonio Baena, secretario de Acción sindical de la Regional Andaluza.

Entre otros temas como el de la crisis, el apoyo al movimiento del 15-M, o la necesidad de ampliar la contestación en las empresas, uno de los más denunciados fue el de la reforma de la negociación colectiva, que a juicio de la CNT, y pese a la escenificación de ruptura, sus protagonistas ya habían pactado anteriormente en un 90%. Ahora el texto será aprobado por Decreto del Gobierno y, de gual manera, hará patente que la reforma no será equilibrada y modificará la estructura de la negociación colectiva para favorecer los intereses empresariales, facilitará el descuelgue salarial y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, ampliará la desregulación y la flexibilidad laboral en las empresas, se perderán derechos consolidados en los convenios, se crearán nuevos modelos de contratos basura para los jóvenes y se darán a las Mutuas Patronales competencias en las enfermedades comunes y se ampliará el control y la presión contra los trabajadores que enfermen.

En suma, y bajo el paraguas de la reforma de la negociación colectiva, se va a llevar a cabo una Reforma Laboral mucho más profunda y lesiva para los intereses de los trabajadores que la realizada en 2010 y se unirá así al vergonzoso ASE (Acuerdo Social y Económico) firmado en febrero por los sindicatos CCOO, UGT, la Patronal y el Gobierno, y donde se contemplaba el recorte de las pensiones.

Frente a esto, los trabajadores y trabajadoras organizadas en la CNT, se han rebelado y han decidido romper de una vez con las dinámicas del miedo, el desánimo, la división y el sálvese quien pueda, para empezar para salir a la calle a decir basta, como ya están haciendo miles de trabajadores y trabajadoras en otras partes del mundo.

Ese proceso de movilización, para tener una capacidad real de enfrentar el ataque contra la clase trabajadora, tendrá que construirse desde distintas organizaciones y movimientos sociales desde el rechazo al Pacto Social y una perspectiva anticapitalista. CNT ha realizado un llamamiento para empezar a trabajar en ese sentido.

El 4 de junio es sólo un primer paso, en el que se ha animado a participar a los trabajadores y trabajadoras de toda condición, que compartan esta necesidad de organizarse y luchar.


miércoles, 1 de junio de 2011

Olier Mordrel, independentista bretón, agente nazi y después agente del «Stay-behind»

Como ya se expuso en «Que ardan todas las patrias», la vinculación que hubo entre el mito ario con el celtismo, y de ahí al nacionalismo étnico. Un ejemplo lo tenemos en el nacionalismo bretón colaboracionista con el Tercer Reich alemán, durante los años de la Segunda Guerra Mundial, y precursor del concepto nazi de la «Europa de las étnias». Como fue el independentista bretón Olier Mordrel, que también fue parte del engranaje antisubversivo de la OTAN, conocida, entre otros nombres, como Red Gladio o redes Stay-behind. Otra prueba de cómo los separatismos, en una época determinada, fueron también filofascistas.

Documentos desclasificados el 4 de abril de 2011 por el MI5 (servicio británico de contraespionaje) demuestran que Olivier Mordrelle —alias Olier Mordrel— fue a lo largo de todo el periodo de la Segunda Guerra Mundial un importante agente de la SD (Sicherheitsdienst), el servicio de inteligencia del partido nazi alemán.

Olier Mordrel (1901-1985) es conocido como una de las figuras más prominentes del nacionalismo bretón en el siglo XX. Este personaje esperaba que el proyecto nazi para Europa llevara, entre otras cosas, a la independencia de la Bretaña francesa.

Por esa razón se acercó al partido nazi alemán en los años 1930, época en la que fue representante del Movimiento de los Federalistas Europeos. Su visión racial del celtismo rápidamente lo lleva entonces a abrazar los conceptos del nacionalsocialismo.

Condenado en Francia, en 1938, por atentar contra la unidad de la nación francesa, Olier Mordrel se refugia en Alemania, pero regresa posteriormente a Francia con los ocupantes nazis. En aras de preservar su alianza con el gobierno de los colaboradores franceses instalado en Vichy (conocido también como el régimen de Vichy), Berlín no cumple su compromiso de crear un Estado bretón. En el momento del desembarco aliado, Mordrel huye a Alemania donde se une a los últimos defensores del régimen nazi, antes de huir hacia América Latina. Regresa a Francia en 1972 y allí trabajará a favor del candidato socialista Francois Mitterrand en la campaña que antecede la elección presidencial de 1981.

Se sabía hasta ahora que Olier Mordrel había colaboradora estrechamente con la Alemania nazi. Se descubre que fue un asalariado de la Abwehr, y posteriormente de la SD a lo largo de toda la guerra. Se creía que los aliados lo habían arrestado en Italia mientras huía y que había logrado escaparse el 11 de marzo de 1945.

Se descubre que fue interrogado por el MI5 y posteriormente puesto en libertad y evacuado hacia Argentina, lo cual implica que los británicos lo reciclaron para utilizarlo en sus redes stay-behind. Todo indica que Mordrel, quien fue uno de los fundadores del Movimiento Bretón, se convirtió entonces en un espía británico encargado de vigilar las organizaciones irlandesas y célticas.

Olier Mordrel reveló por otro lado al MI5 que a mediados de abril de 1945 participó, en la periferia de Munich, en la reunión de creación del «Comité de la Libertad», una organización nazi de carácter secreto encargada de planificar sabotajes a través de Europa para preparar el advenimiento de un Cuarto Reich.

Sábado 4 de junio. Manifestación confederal en Madrid contra el pacto social y la pérdida de derechos


Puente de Vallecas - Avda. Buenos Aires. 12:00 h.

Los recortes de derechos laborales y sociales avanzan a ritmo frenético, desmontando los últimos pilares de un Estado del Bienestar ya de por sí bastante raquítico e incapaz de satisfacer las necesidades humanas más básicas.

Recortes en el sistema público de pensiones, reformas laborales para abaratar y facilitar el despido y precarizar aún más las condiciones de trabajo, privatización y recortes de los servicios públicos, congelación salarial y subida de precios.

Y para que aceptemos esta situación sin protestar, una política económica que produce cinco millones de trabajadores y trabajadoras en paro, como advertencia disuasoria para quienes aún conservan un empleo, aunque sea precario o sumergido.

Caídas la caretas de la reforma del capitalismo, roto el espejismo de la simulación del bienestar y de la extensión imparable de la clase media a caballo de burbujas especulativas, chocamos de bruces con el paisaje del capitalismo real, y lo que a la mayoría nos depara: trabajar cada vez más, ganar cada vez menos, una vida cada vez peor , en un medio social donde se extiende de la pobreza y la destrucción ambiental, y se fabrica cotidianamente miedo, enemigos e insolidaridad.

Frente a esto, los trabajadores y trabajadoras organizadas en la CNT, nos rebelamos, creemos que es necesario romper de una vez con las dinámicas del miedo, el desánimo, la división y el sálvese quien pueda, para empezar a organizarnos entre iguales para salir a la calle a decir basta, como ya están haciendo miles de trabajadores y trabajadoras en otras partes del mundo.

Te animamos a construir, desde abajo, el sindicato, como herramienta capaz de mejorar nuestra vida en el día a día, de enfrentar políticas que no son sino robos a la mayoría social, en beneficio de unos cuantos, de transformar de raíz esta sociedad. Hoy sabemos que esas herramientas solo se puede levantar desde la solidaridad, el apoyo mutuo, la acción directa y la autogestión.

El espectáculo de un sindicalismo institucional, cómplice de los ataques contra la clase trabajadora, débil, entregado e incapaz de enfrentar ningún ataque a nuestros derechos, nos confirman que la delegación, la dependencia y el poder, incapacitan antes o después, a cualquier organización para afrontar la profunda transformación social que necesitamos.

Sabemos que el panorama de crisis permanente ,escasez y miseria que nos han impuesto, no esconde sino la riqueza que diariamente generamos millones de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo. Una riqueza mayor que la producida en cualquier otra época anterior, una riqueza suficiente para satisfacer las necesidades de todos los habitantes de este planeta. Una riqueza que debemos repartir para que deje de producir miseria y destrucción ecológica.

Para eso, está la CNT en la calle, en decenas de ciudades y pueblos, en infinidad de conflictos en empresas grandes y pequeñas, en luchas sociales y movilizaciones de todo tipo, construyendo otro mundo desde nuestra alternativa de lucha.

Ese proceso de movilización, para tener una capacidad real de enfrentar el ataque contra la clase trabajadora, tendrá que construirse desde distintas organizaciones y movimientos sociales desde el rechazo al Pacto Social y una perspectiva anticapitalista. CNT ha realizado un llamamiento para empezara atrabajar en ese sentido.

El 4 de junio es un paso, en el que animamos a participar a los trabajadores y trabajadoras de toda condición, que compartan esta necesidad de organizarse y luchar.

El 4 de junio, tenemos que ser muchos los compañeros y compañeras de lucha que confluyamos en Madrid, para decir basta, a la calle y a la lucha, que ya es hora, y nos va todo en ello.

Secretariado Permanente del Comite Confederal de CNT-AIT



* Desde Valladolid saldrá un autocar para acudir y apoyar esta manifestación, mostrando nuestra enérgica protesta ante todas aquellas medidas tomadas en detrimento de los trabajadores.

::: INFORMACIÓN PARA ACUDIR EN AUTOBÚS :::

Salida: Plaza de la Universidad a las 08.30 h. Llegada: Plaza de la Universidad a las 21.30 h. Precio: 15 € Reservas: Previo pago por anticipado, bien por e-mail: valladolid@cnt.es, acudiendo a nuestra sede en horarios de apertura (ver cabecera de la Web) o llamando al tlf. 983 200 228.