lunes, 30 de enero de 2012

La Huelga de la Canadiense y la jornada laboral de 8 horas

[La huelga de la Canadiense fue un ejemplo de huelga de solidaridad y de cómo al nacionalismo catalán, dada su extracción burguesa -como todos los nacionalismos-, no le tembló el pulso al aliarse con los militares "españolistas" más derechistas para defender sus intereses económicos. También demostró que la lucha contra las guerras coloniales -la de Marruecos, en este caso- y contra la manipulación -los huelguistas impusieron la "censura roja" para que los periódicos no hicieran propaganda antihuelguista- es esencial para el proletariado revolucionario.]

Extraído de http://madrid.cnt.es/historia/auge-de-la-cnt/

Concentración al final de las Ramblas en los
inicios de las movilizaciones de la Canadiense.


Para la burguesía, el anarcosindicalismo se estaba convirtiendo en una clara amenaza para el orden social que sustentaba su hegemonía social y económica. La prueba de fuego entre ambos se inició el 5 de febrero de 1919 con el conflicto de la Canadiense en Barcelona, una huelga mítica en la historia del sindicalismo libertario por su importancia, duración y dimensiones.

Mientras en Berlín habían asesinado a Rosa Luxemburgo el 15 de enero, en Barcelona, durante las semanas previas a la huelga, había incidentes entre libertarios y ugetistas, con algún asesinato durante la huelga de tipógrafos; acusaciones de Pestaña contra Cambó (Lliga Regionalista) sobre la intención de asesinarlos a él y a Seguí; suspensión de las garantías constitucionales; clausura de sindicatos; detenciones de dirigentes y activistas libertarios; buques de guerra en el puerto y censura de prensa. La cuestión de fondo que alimentó la huelga fue, además del derecho a la sindicación, el intento de forzar a la patronal al reconocimiento definitivo de la CNT como la interlocutora del mundo del trabajo en Cataluña.

La huelga de la Canadiense (llamada así porque el principal accionista de la Compañía era el Canadian Bank of Commerce of Toronto) se prolongó por 44 días convirtiéndose en huelga general paralizando el 70% de la industria catalana. El conflicto comenzó al organizarse entre el personal de oficinas, un Sindicato Independiente, que el gerente de La Canadiense, Fraser Lawton, nunca aceptó, por lo que éste empleó como estrategia hacer fijos ocho empleados eventuales y rebajarles el sueldo. Éstos protestaron con el argumento de que: «a mismo trabajo, mismo sueldo». Estas ocho personas, que eran precisamente las que habían organizado el Sindicato Independiente dentro de la empresa, inmediatamente fueron despedidos por Lawton. Cinco de los sancionados pertenecían a la sección de facturación y sus compañeros, en acto de solidaridad, el día 5 de febrero de 1919 se declararon en huelga hasta que se readmitiera a sus compañeros despedidos. Los 117 empleados de la sección de facturación se dirigieron hacia Gobernación para hablar con el gobernador, que les prometió que intercedería por ellos ante la empresa, si volvían al trabajo. Cuando éstos volvieron, se encontraron con fuerzas de la policía que les impedían el paso, no dejándoles entrar al interior del edificio, produciéndose diversos incidentes y quedando todos ellos despedidos. Al día siguiente la noticia corrió por Barcelona como un reguero de pólvora.

Los huelguistas buscaron la ayuda de la CNT, que se involucró en el conflicto. Se nombró un comité de huelga que lo formaron varios de los despedidos y miembros de la CNT y que estuvo liderado por Simó Piera. La huelga se extendió hacia los encargados de la lectura de contadores.

Contado la huelga con un amplio apoyo popular —se formaron cajas de resistencia que recaudaron 50.000 pesetas en una semana— el gerente de la empresa propuso una negociación cuya fecha fue fijada para el 17 de febrero en el edificio de la compañía y a la que acudiendon cinco delegados en representación de los trabajadores. Cuando el gerente se enteró que entre los delegados había un afiliado a la CNT no quiso negociar.

Los huelguistas iniciaron cortes en el suministro eléctrico, quedando Barcelona prácticamente paralizada a las cuatro de la tarde del 21 de febrero, aunque había otra compañía —Energía Eléctrica de Cataluña— que seguía suministrando energía. El 4º Regimiento de zapadores y algunos marineros ocuparon la sede de la empresa y llegó a la ciudad un nuevo gobernador militar, Martínez Anido. Con el permiso de los inversores, Romanones confiscó la empresa y los ingenieros militares consiguieron iluminar la ciudad la noche del 22.

El día 23 se unieron a la huelga los trabajadores de la compañía Energía Eléctrica de Cataluña, lográndose el paro total de las compañías eléctricas. El 26 los trabajadores de las compañías de aguas y del gas se sumaron a la huelga, por lo que dichas empresas también fueron confiscadas.

El 3 de marzo los trabajadores de la central eléctrica de Sant Adrià del Besos secundan la huelga y el día 5 el general Milans del Bosch dicta un bando para llamar a la movilización a todos los hombres entre 21 y 38 años del ramo de la electricidad que tan solo sale publicado en el Diario de Barcelona. Los cenetistas convocados para la movilización decidieron el 7 de marzo no incorporarse a filas, lo que provocó que fueran encarcelados. En totol, unos tres mil trabajadores llenaron las prisiones, el castillo de Montjuïc y los buques de guerra del puerto, sometidos a la jurisdicción militar, puesta al servicio de la patronal catalana tras la declaración del estado de guerra el 12 de marzo. Barcelona fue ocupada por los militares y las cajas de resistencia podían llegar a recoger decenas de miles de pesetas semanales. Romanones se inclinó por algunos nombramientos políticos para propiciar el diálogo y el día 15 se abrieron las negociaciones.

El 17 se llegó a un acuerdo, se levantó la censura roja (que ejercía el Sindicato de Artes Gráficas) y el estado de guerra. Dos días después concluía la huelga con un balance bastante favorable para los trabajadores: jornada de ocho horas, mejoras salariales, readmisión de los despedidos y libertad para los detenidos. Unas 20.000 personas se congregaron ese día en la plaza de toros de las Arenas para ratificar el acuerdo, pero el propio Seguí fue recibido con un importante abucheo porque algunos trabajadores seguían detenidos por los militares. Para el «Noi del Sucre» se trataba de elegir entre la consolidación de las mejoras conseguidas o rescatar por la fuerza a los detenidos, con el consiguiente baño de sangre, que podía ser el inicio de la revolución social; pero, aunque dominaban las calles, ¿estaban en condiciones de vencer a los militares? Acordaron volver al trabajo y dar un plazo de tres días para la libertad de todos los detenidos.

Con el apoyo de Lliga, Milans del Bosch optó por no liberar a los detenidos. Burgueses y militares esperaban acabar con los anarcosindicalistas si éstos optaban por la huelga general revolucionaria. Los más radicales acabaron convocándola el 24 de marzo, y el 25 el capitán general declaró por su cuenta el estado de guerra. Al día siguiente, unos ocho mil paramilitares del Sometent salieron armados a las calles de Barcelona bajo la dirección del nacionalista Ventosa Calvell. El propio Cambó afirmó que se había paseado con un fusil por las calles de la ciudad. El día 30 el estado de guerra se extendió a toda España y el 1 de abril la huelga general abarcaba las ciudades más industrializadas de Cataluña. Al día siguiente todos los sindicatos fueron clausurados, aunque Romanotes decretó la jornada de ocho horas a partir de octubre para desbrozar el camino de la vuelta al trabajo, hecho que se empezó a producir a partir del día 5. Los partidarios de la huelga habían sido derrotados, y con ellos la sensación de imbatibilidad que acompañó a la CNT durante la huelga de la Canadiense. El grupo de presión formado por los militares y la Lliga, ésta a través de la patronal, se había impuesto a las decisiones del gobierno, que dimitió. La burguesía catalana, que propugnaba la reforma del estado para acomodarlo a sus intereses, se había aliado con los militares hasta el mismo límite del golpe de estado, también para defender sus intereses económicos. No era la primera vez. Ya habían llevado a término una campaña de delación tras la Semana Trágica; llevaban años oponiéndose a las reformas sociales de diferentes gobiernos en nombre de la no intervención, pero pidiendo la intervención del ejército contra los trabajadores, es decir, propiciando el militarismo. Tampoco sería la última, porque apoyarían el golpe de Primo de Rivera en 1923 y contribuirían a financiar el golpe de 1936.

jueves, 26 de enero de 2012

La clara torre

por André Breton 
Texto publicado en Le Libertaire , 11 de enero de 1952.


Fue en el negro espejo del anarquismo donde el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando todavía no era sino asociación libre entre individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las opresiones sociales y morales de su tiempo. Entre las fuentes de inspiración en que abrevamos, al concluir la guerra de 1914, cuyo poder de convergencia era a toda prueba, se hallaba este final de la Balada de Solness , de Laurent Tailhade:

            Golpea nuestros corazones a la deriva, despedazados

            ¡Anarquía!¡Oh, portadora del luz!

            ¡Expulsa a la noche!¡Aplasta a los gusanos!

            ¡Y levanta hacia el cielo, así fuese con nuestras tumbas,

            La clara torre que domina sobre las olas!

En ese momento, la impugnación surrealista es total, absolutamente contraria a dejarse canalizar en el plano político. Todas las instituciones en las que se funda el mundo moderno y que han demostrado sus resultados en la Primera Guerra Mundial, son consideradas por nosotros aberrantes y escandalosas. Para comenzar, nos oponemos contra todo el aparato defensivo de la sociedad: Ejército, «justicia», policía, religión, medicina mental y legal, enseñanza escolar. Tanto las declaraciones colectivas como los textos individuales del Aragon de entonces, de Artaud, Crevel, Desnos, del Eluard de entonces, de Ernst, Leiris, Masson, Péret, Queneau, y yo mismo, testimonian la voluntad común de hacer que fueran reconocidos como flagelos y, en esa misma medida, combatidos. No obstante, para combatirlos con alguna posibilidad de éxito, es preciso que se ataque su armadura, que es, en última instancia, de orden lógico y moral . La pretendida «razón» de uso corriente que, bajo una etiqueta fraudulenta, disimula el «sentido común» más obstruso y la moral falseada del cristianismo, con la finalidad de desalentar cualquier resistencia contra la explotación del hombre.

Un gran fuego se levantaba sobre esas brasas –éramos jóvenes–, y creo que es justo reconocer que se le avivaba constantemente, para que estuviese a merced de la vida y obra de los poetas:

            ¡Anarquía, oh portadora de luz!

Estos poetas fueron Tailhade, Baudelaire, Rimbaud, Jarry, y todos aquéllos que nuestros jóvenes camaradas libertarios deberían conocer, tanto como a Sade, Lautréamont o el Schwob del «Libro de Monelle».

¿Qué hizo que no se operara en aquél momento una fusión orgánica entre los elementos anarquistas propiamente dichos y los surrealistas? Aún me lo pregunto veinticinco años después. Sin duda una idea de eficacia, que fue una motivación en toda esa época, lo decidió de otra manera. Lo que pudo tomarse como el triunfo de la revolución rusa y la realización de un estado obrero, implicaba un profundo cambio de perspectiva. La única sombra en el cuadro –que habría de revelarse como una mancha indeleble– residía en la represión del levantamiento de Kronstadt, el 18 de marzo de 1921. Nunca podría perdonarse algo así. Es verdad que en los alrededores de 1925, únicamente la IIIª Internacional parecía disponer de los medios ansiados para la transformación del mundo. Aún se podía pensar que los signos de degeneración y regresión, ya fácilmente observables en el Este, llegasen a ser conjurables. Los surrealistas vivían, por entonces, con la convicción de que la revolución social extendida a todos los países no podía dejar de promover un mundo libertario (algunos decían un mundo surrealista,   pero es lo mismo). Todos en un comienzo lo entendieron así, inclusive aquellos (Aragon, Eluard, etc.) que rápidamente desmerecieron de los ideales de su juventud hasta el punto de hacer, en el stalinismo, una carrera envidiable (esto, desde la mirada de los mercaderes). Pero el deseo y la esperanza humanas nunca estarán a merced de los traidores.

            ¡Expulsa a la noche!¡Aplasta a los gusanos!
 
Es por demás conocido el despiadado saqueo que se hizo de estas ilusiones, durante el segundo cuarto de siglo. Por una terrible ironía, el mundo libertario con el que se soñaba fue sustituido por un mundo en el que resulta de rigor la más servil obediencia, donde le son negados al hombre sus derechos más elementales, donde la vida social gira en torno a comisarios y verdugos. Como en todos los casos en los que un ideal humano llega a semejantes cotas de corrupción, el único remedio consiste en regenerarse desde el interior de la corriente sensible que le dio vida, remontarse a los principios que le permitieron constituirse.   En los límites extremos de esta marcha, hoy más necesaria que nunca, es donde volveremos a encontrarnos con el anarquismo, y solamente con él –no con esa caricatura que nos presentaron, con ese espantapájaros–, que nuestro camarada Fontenis describe «como el socialismo mismo, vale decir, esa reivindicación moderna de la dignidad del hombre (tanto de su libertad como de su bienestar); el socialismo, no ya concebido como una simple resolución de un problema económico o político, sino como la expresión de las masas explotadas en su deseo de crear una sociedad sin clases, sin Estado, en la que todos los valores y aspiraciones humanas se puedan realizar».
 
Esta concepción de una rebelión y una generosidad mutuamente indisociables, y, a despecho de Albert Camus, ilimitada, hoy los surrealistas la hacen suya sin reservas. Despejada de los nubarrones de muerte de este tiempo, la consideramos como la única capaz de hacer resurgir ante los ojos cada vez más numerosos:

            ¡La clara torre que domina sobre las olas!

martes, 10 de enero de 2012

Helios Gómez: anarquista, vanguardista y gitano

Extraído de Wikipedia

Helios Gómez Rodríguez (Sevilla, 1905-Barcelona 1956), conocido popularmente también como el "artista de corbata roja", fue un sindicalista anti-franquista, pintor, cartelista y poeta español. Fue representante del movimiento vanguardista de principios del siglo XX y contertulio de otros artistas de la época como Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca.


El artista de la corbata roja

Juventud

Helios Gómez nació en el sevillano barrio dye Triana, del que siempre hizo profesión al igual que de su pueblo gitano. Realizó sus primeros estudios en la Escuela Industrial de Artes y Oficios de Sevilla, aprendiendo el oficio de decorador de cerámica; trabajando como ayudante de pintor en la fabrica de la Cartuja y asistiendo a los cursos nocturnos de Bellas Artes.

En 1923 se une a la CNT, publicando sus primeros trabajo en el diario anarquista Páginas Libres. En 1925 expone por primera vez en el café Kursaal obras de carácter cubista, criticadas por la tradicional sociedad andaluza del momento.Esta exposición fue trasladada al Ateneo de Madrid y a la Galería Dalmau de Barcelona, con mucha mejor acogida.


"A la lucha" (1932)

Europa

Sus opiniones libertarias le llevan a participar en las revueltas del momento, viéndose obligado a exiliarse a París en 1927, desde donde comenzara un periplo por distintas ciudades europeas, al ser expulsado de la capital francesa por participar en las manifestaciones de repulsa contra las ejecuciones de los anarquistas Sacco y Vanzetti. Se afinca primeramente en Bruselas donde ilustra el libro Rien qu'un homme de Max Deauville.

Pasa por Ámsterdam, Viena y dos meses en la URSS. En 1929 estudia tipografía e interiorismo en Berlín y publica en algunos medios, como el Berliner Tageblatt. En 1930 la AIT publica en Berlín su primer álbum Días de Ira.


Después de la dictadura de Primo de Rivera vuelve a Barcelona en la que colabora en los diarios L'Opinió (La Opinión), La Rambla, La Batalla, L'Hora (La Hora), Bolivar, Estudios y Nueva España, con diversas portadas e ilustraciones. En 1930 publica el manifiesto Porqué me marcho del anarquismo e ingresa en la Federació ComunistaCatalano-Balear, apuntándose al Bloc Obrer i Camperol (Bloque Obrero y Campesino), del que fue pronto expulsado por sus tendencias ideológicas libertarias y militar a la vez en grupos comunistas pro soviéticos.

Al proclamarse la Segunda República Española participa en el asalto a la Cárcel de Mujeres de Barcelona. Se traslada Madrid y se afilia al PCE, colaborando en la revista Mundo Obrero. Fue detenido en 1931 por su militancia en el partido y encarcelado en Madrid; más tarde trasladado a Jaén, desde donde viaja a Bruselas al conseguir la libertad provisional. De allí marcha a Moscú, invitado como representante español al Congreso Internacionalde Artistas Proletarios con motivo del 25 aniversario de la URSS. De este viaje, él mismo escribió posteriormente en su poema Erika una autocrítica ideológica en ese período, mucho más cercana al individualismo radical del ideólogo anarquista Max Stirner, que al colectivismo intelectual de los comunistas:

¡Volar! ¡Crear! aunque lacreación no puede ser colectiva, Erika: es siempre individual. El conjunto puede sólo ampliar, cooperar en la tarea. Ése es el destino de la colectividad, secundar el pensamiento libre, inquisitivo del individuo. ¡El tesoro más valioso de la humanidad!

Helios Gómez, Erika

En 1933 expone en el MuseoPushkin de Moscú y edita su 2º álbum Revolución española. En 1934 regresa a Barcelona en donde es detenido al participar en la Revolución de 1934 e ingresado en un buque prisión. Durante su estancia en el mismo, realizará su tercer álbum, Viva Octubre, publicado en 1935 y dedicado a estos hechos.



Guerra civil

En 1935 funda en Barcelona Els Sis. En la primavera de 1936, profesionales gráficos se reunieron en L'Ateneu Enciclopèdic Popular para crear un sindicato de dibujantes y adherirse al Sindicato de Artes Gráficas, constituyéndose la Junta directiva y siendo Helios Gómez elegido presidente por aclamación absoluta de los presentes. Se llamó Sindicato de Dibujantes Profesionales, dedicándose al cartelismo para grupos republicanos y anarquistas. Lucha en las barricadas de la defensa de Barcelona y entra a formar parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Cataluña.


Es nombrado comisario político de la UGT y se encarga de organizar la columna Ramón Casanellas. Se embarca con la Expedición Bayo para liberara Ibiza y Mallorca e interviene en los frentes de Aragón, Madrid y Andalucía. Es acusado de matar a un capitán de su propio bando, al aplicar una medida disciplinaria exagerada; y se traslada a Madrid para evitar represalias. Es expulsado del PSUC en plena Guerra Civil, en 1937, y perseguido por los estalinistas, que lo acusan de trotskista y libertario. Retorna a su antigua militancia anarquista en la Confederación Nacional del Trabajo. En 1939 es nombrado Miliciano de Cultura de la 26 División, antigua Columna Durruti y se encarga de la dirección y maquetación del diario portavoz de dicha columna, El Frente, y de la organización en Barcelona del acto de homenaje a Durruti.


Posguerra

Después de la derrota republicana, pasó por diversos Campos de concentración en Francia y Argelia, entre ellos el de Vernet d'Ariège donde se relaciona con Max Aub, desde febrero de 1939 a mayo de 1941. Es liberado y se traslada a Francia donde conoce a Mercedes Planas, madre de su único hijo, Gabriel. No puede dar por terminada la lucha y pasa a Barcelona, donde crea el efímero grupo Liberación Nacional Republicana en 1944, a la vez que funda la Casa de Andalucía, curiosamente junto con un militar español. Un año más tarde es detenido y pasa 5 meses en prisión. Expone en la Galería Arnaiz, en 1948, obras de carácter surrealista y realiza los murales del Jazz Colón y de la Residencia Sant Jaume de Barcelona.

Vuelto a detener por una oscura causa de asociación ilegal, es nuevamente ingresado en prisión; donde pinta, en un oratorio de la Cárcel Modelo de Barcelona, el fresco La Capilla Gitana, posteriormente encalado, y escribe un corpus poético. Permanece en prisión hasta 1954, a pesar de existir una orden de liberación desde 1950. El 19 de septiembre de 1956 muere en Barcelona.


Obra

El personalísimo estilo del pintor sevillano se empezó a fraguar en las páginas de la revista anarquista Páginas libres. A la vez que se empezaba a relacionar políticamente con los anarquistas, lo hacía con las vanguardias artísticas de la época, contrastando fuertemente con lascorrientes artísticas de la conservadora Sevilla del momento. Esto explica que su primera exposición en el Cafe Kursaal fuera acogida con indiferencia y rechazo. Expuso en esta ocasión obras en un estilo cubista y futurista sobre el paisaje social andaluz y la danza gitana. Pasó más tarde al Ateneo de Madrid y a la galería Dalmau de Barcelona, donde contó con una mucho mejor acogida.



Durante su paso por Europa, Helios se fue relacionando con todos los artistas de la vanguardia, aunque su mayor influencia fueron los alemanes. Se relaciono mucho con el dibujante alemán George Grosz y con el promotor y galerista Herwarth Walden, propietario de la galería Der Sturm de Berlín. Años después declaró que esta ciudad influyó decisivamente en su trayectoria artística:

En esta ciudad comenzó mi educación artística. Alemania es la nación del mundo que posee más valores absolutos en las artes plásticas.

En la misma ciudad publicó en 1930 su primer álbum Días de Ira, dedicado "A todas las víctimas del fascismo mundial". Prologado por el Premio Nobel francés Romain Rolland, dice en su introducción:

Vigor de acento, un heroismo de líneas y de ritmos que hacen alcanzar grandeza a alguna de sus planchas y les aseguran desde el presente un valor clásico.

Romain Rolland, Días de Ira, prólogo

Antes de publicar este álbum, hace una declaración de principios, manifestando su intención de ponersu arte al servicio de la propaganda obrera y de la lucha de la clase proletaria. En el álbum está muy presente la estética cubista, sus dibujos en blanco y negro componen una denuncia del terror contra el proletariado por parte del Estado, una crónica de dolor y rabia. En toda la obra se advierte la cercanía con la propaganda obrera internacional, haciendo hincapié en los tópicos religiosos, con especial critica a la jerarquía eclesiástica, a la que hace objeto de su más cruda visión. Los versos que acompañan las imágenes, duros y contundentes, avivan aún más la durísima crítica social que inunda los grabados del autor.

El cambio de estrategia política del artista en 1930 se plasma en sus obras, que pasaron a formar parte del estilo comunista de arte para la propaganda, evitando el concepto burgués del arte por el arte. Mientras vivía en la URSS con una alemana, Ira, nacida en el país y a la que en los años 50 dedicaría el poema Erika de más de 92 páginas; publica su segundo álbum Revolución Española. Prologado por el escritor ruso I. Máza su estética cambia radicalmente. Presionado por los ideólogos comunistas, abandona los rasgos cubistas para pasar a un dibujo de más fácil comprensión, más cercano al realismo socialista; afectando al grafismo del autor en favor de una mayor propaganda revolucionaria. Sus dibujos refuerzan la carga expresiva de los personajes proletarios, pobres y explotados. El dramático grafismo trasmite más fielmente la realidad, en aras de una mayor educación revolucionaria

Durante su exilio en Europa, publica en Bruselas su tercer álbum Viva Octubre, dibujado durante su estancia en prisión. Prologado por el escritorfrancés Jean Cassou, sus dibujos en tinta negra mantienen la misma ejecución formal de su anterior obra,manteniendo su dura crítica social. Dedicados a los sucesos revolucionarios por él recién vividos, son dibujos en el mismo estilo de su anterior álbum, describiendo la dura represión vivida.

Después de la guerra aparecieron 4 dibujos en tinta titulados Horrores de la Guerra, ahora en una colección particular. Estos dibujos, de fecha desconocida, son obras de perfección y detalle cuidados al máximo, describiendo minuciosamente las miserias de la contienda.

Durante la guerra, además de sus colaboraciones en revistas y portadas de libros, dibuja carteles de propaganda republicana y anarquista, en su estilo habitual de denuncia social y propaganda revolucionaria. Posteriormente a la misma pinta por encargo murales decorativos en la residencia Sant Jaume y en el Jazz Colón.En 1948, mientras permanecía en prisión, se celebra una exposición de sus dibujos, de estilo surrealista, que tuvo una buena acogida; irónicamente entre los sectores burgueses que siempre había combatido.

Durante su estancia en la cárcel Modelo de Barcelona, pintó en una celda, la primera del corredor de los condenados a muerte y que servía de oratorio; la llamada Capilla Gitana. Estos dibujos muestran a unos personajes de rasgos gitanos, con ángeles negros, según la canción de moda de la época, el bolero de Antonio Machín. Muy discutida por las autoridades penitenciarias del momento, por su transgresora factura; resistió hasta 1996, en que fue blanqueada; aunque posteriormente ha podido recuperarse.

La obra de Helios Gómez estuvo toda su vida al servicio de la revolución y el obrero, pero con un estilo innovador y vanguardista. Su desgarradora visión de la explotación obrera y del sitio del artista en el concepto de la lucha de clases, le llevó a pintar y escribir una de las más personales páginas del arte de nuestro país.

jueves, 5 de enero de 2012

¡Vaya, vaya! Islandia triplicará el crecimiento de la UE en 2012

Por César Pérez Navarro

Islandia terminó 2011 con un crecimiento económico del 2,1% y según las previsiones de la Comisión Europea triplicará la cifra media de crecimiento previsto para la UE en 2012 (1,5%). Para 2013 se prevee que el crecimiento alcance el 2,7%, gracias fundamentalmente a la generación de empleo. Islandia es el país que nacionalizó la Banca privada y metió presos a los banqueros de la crisis.

Islandia fue el único país europeo que rechazó tras referéndum ciudadano rescatar a la Banca privada, dejando caer a algunos de ellos y juzgando a numerosos directores de bancos por sus delitos financieros.

Mientras, en otros países como España, el ministro de Economía fue el responsable máximo de Lehman Brothers, banco que maquilló balances e infló sus resultados para seguir aparentando solvencia en los mercados gracias a la desregulación del sistema financiero, y que terminó por colapsar...

[... Continuar leyendo en TeleSUR]




martes, 3 de enero de 2012

¿Por qué soy anarquista?

Rudolf Rocker

Soy anarquista, no porque crea en un futuro milenio en donde las condiciones sociales, materiales y culturales serán absolutamente perfectas y no necesitarán ningún mejoramiento más. Esto es imposible, ya que el ser humano mismo no es perfecto y por tanto no puede engendrar nada absolutamente perfecto. Pero creo en un proceso constante de perfeccionamiento, que no termina nunca y sólo puede prosperar de la mejor manera bajo las posibilidades de vida social más libres imaginables. La lucha contra toda tutela, contra todo dogma, lo mismo si se trata de una tutela de instituciones o de ideas, es para mí el contenido esencial del socialismo libertario. También la idea más libre está expuesta a este peligro, cuando se convierte en dogma y no es accesible ya a ninguna capacidad de desenvolvimiento interior. Donde una concepción se petrifica en dogma muerto, comienza el dominio de la teología. Toda teología se apoya en la creencia ciega en lo firme, lo inmutable, y lo irreducible, que es el fundamento de todo despotismo. A dónde llega eso, nos lo muestra hoy la URSS (*), donde incluso se prescribe al hombre de ciencia, al poeta, al músico y a los filósofos lo que deben pensar y crear, y eso en nombre de una teología de Estado omnipotente, que excluye todo pensamiento propio e intenta introducir con todos los medios despóticos la era del hombre mecánico.

Que también en nuestras filas hay seres que han sido atacados por esta peste y que quieren prescribir a cada uno lo que debe pensar, no es ciertamente alentador, pero tampoco debe asustarnos. Lo mejor que debe hacerse es no tener en cuenta tales pretensiones jactanciosas y seguir tranquilamente el propio camino. Ninguno de nosotros, ni siquiera el mejor, tiene para ofrendar verdades absolutas, pues no existen. Las ilusiones sólo cumplen su cometido cuando están inspiradas por el espíritu de la tolerancia y de la comprensión humana y no pretenden ninguna infalibilidad. Si no es así, todas las discusiones son infecundas y sólo se pierde en ellas un tiempo que podría ser mejor empleado.

Jamás en mi vida he estado tan firmemente persuadido como lo estoy hoy de la exactitud interior de nuestras concepciones. Justamente por eso, cuando un nuevo absolutismo brutal del pensamiento amenaza envenenar todas las ramas de la vida social, es preciso defender con todas las fuerzas el gran tesoro ideal de nuestros precursores. Pero eso no se hace elevando cada frase de nuestros grandes pensadores (escrita hace 100 años e incluso hace 50 años), con encarnizamiento unilateral, a la categoría de una verdad absoluta, sino aplicando a todos los nuevos problemas de la era novísima la filosofía de la libertad, y buscando para ella una actuación práctica. El anarquismo no es un sistema cerrado de ideas, sino una interpretación del pensamiento que se encuentra en constante circulación, que no se puede oprimir en un marco firme si no se quiere renunciar a él. Esto es lo que sostuvo siempre Max Nettlau y lo que no deberíamos olvidar nunca. Cada uno de nosotros no es más que un ser humano, y como tal expuesto al error. Todos aprendemos solamente por las experiencias, los unos más, los otros menos. Pero los pequeños o grandes Papas que nos quieren prescribir lo que debemos pensar, no tienen felizmente todavía ningún valor en el movimiento libertario. La línea pura se adapta a los hombres del Kremlin y a sus adeptos, pero no ciertamente a nosotros. Por esta razón habría que examinar toda opinión y respetarla, mientras surja de una convicción honrada. El que se estima a sí mismo, estima también a los otros. Este es el fundamento natural de todas las relaciones humanas, lo único que es obligatorio también para nosotros.


(*) Téngase en cuenta que este texto fue escrito mucho antes de la desaparición de la Unión Soviética.

domingo, 1 de enero de 2012

Nacionalistas-independentistas, izquierda & derecha, ¿o tal vez fascistas?


El nacionalismo como una etapa en la vida de los pueblos sin duda es relativamente reciente, tiene entre 250 y 300 años, cuando grandes masas de población centran su devenir en las grandes ciudades con objeto de encontrar un trabajo que les permita vivir y, por otro lado, desean encontrar su identidad perdida en las migraciones.

Se trata siempre de personas que rompieron los lazos con su propia cultura, con la que sus antecesores se identificaban, y deseosas de encontrar una nueva identidad, una nueva comunidad en la que sentirse integrados, estar seguros y, al tiempo, ser un elemento a considerar. Todo ello da lugar a la aparición de líderes políticos con promesas y engaños de conseguir una nueva identidad y valores, ya que la pérdida de las raíces genera en el ser humano una sensación de temor y desorientación, consiguen el apoyo de esas masas y, gracias a él, conquistan el poder.

Todos sabemos que en los primeros años del siglo XX quienes trataron de hacerse con el poder en distintos países fueron personas salidas de las clases medias acomodadas, con frecuencia militares con el apoyo ocasional del mundo de las finanzas, y también —¡cómo no!— de activistas de distintas ideologías y de estudiantes ideologizados.

Las consignas que lanzaban, siempre tenían como fin atraer a las clases medias y bajas, que al tiempo se sentían desorientadas y confusas, para satisfacer sus expectativas y a la vez ser respaldados por los buscadores de identidad, y así convencerlos de que las encontrarían en los conceptos de nación o Estado.

La «nación» que se les ofrecía era la gran comunidad social en la que podían participar también los trabajadores y desheredados, y encontrar en ella un lugar seguro. Estos políticos y pensadores profesionales presentaban el «Estado» como una institución que, jurídica y administrativamente, hacía posible la realización y consolidación del concepto «nación».

La ideología en que se basa la filosofía y apología de la nación-Estado y presenta ese concepto se llama nacionalismo. Ya se defina nacionalismo de izquierdas (que también los hay), de derechas o de centro. Todos los nacionalismos tienen varias facetas comunes que los caracterizan sobremanera:

1. Tienen como común denominador la soberbia y la prepotencia que se arrogan a sí mismos y la convicción de que la cultura propia es superior a la de los demás.

2. Se caracterizan en que las partes que la definen se vierten en hostilidad hacia otros, que generalmente son presentados como enemigos, por lo general las comunidades y sociedades vecinas y, en algunos casos, comunidades y grupos étnicos minoritarios que quedan englobados en su territorio.

Consideran que lo mejor para eliminar el «peligro», que generalmente sólo existe en su imaginación, es el aplastamiento físico del adversario e incluso su aniquilación total.

El nacionalismo, para poder cuajar y sentirse fuerte, necesita la imagen de un adversario o enemigo. Cuando el nacionalismo no tiene un enemigo real, lo inventa, porque lo necesita como revulsivo y justificación. Hoy día la ayuda le viene de los medios de comunicación (el llamado cuarto poder), prensa, radio, televisión, esas grandes máquinas de manipulación y tergiversación social.

Bueno es preguntarse ¿Quién es el enemigo, real o inventado, a quién hay que abatir? En toda cruzada iniciada por el poder para fortalecerse y ampliar sus áreas de influencia ¿Cuál es la imagen del enemigo? Ante todo es y debe ser una imagen colectiva, ya que el individuo aislado no significa un peligro. El peligro está en la masa enemiga. Esta identidad nos muestra las dos caras de la moneda. Una es la salvación de aquel que busca y quiere conservar sus raíces. La otra es la maldición que se cierne sobre él y que puede convertirse en su propia condena.

Pero es evidente que los enemigos de ese nacionalismo deben y tienen que ser seres distintos, los enemigos siempre son «ellos». Lo natural sería que fueran fácilmente identificados por sus rasgos, su piel, su forma de vestir o su comportamiento. En estos casos serían fácilmente señalados, etiquetados y descubiertos entre las masas. Lo ideal sería que el enemigo fuera también más débil que nosotros, que estuviera desorientado y, mejor, si está indefenso.

Como dijo un conocido escritor y periodista: «El nacionalismo es la patología de la enfermedad de los tiempos modernos». No debemos olvidar nunca que la ideología nacionalista —en todas sus vertientes— es la causante directa de algunos de los genocidios más brutales y salvajes del siglo XX. Recordar también que algunos de estos genocidios fueron cometidos por el poder contra su propio pueblo, porque también en esos casos el poder asesino actuaba de acuerdo con las reglas del nacionalismo, ya que acusaba a sus víctimas de haber traicionado al pueblo, de haberse vendido al enemigo.

Al percibir al otro como «enemigo», y por tanto como una amenaza, fue común a todos los regímenes nacionalistas, autoritarios y totalitarios habidos en la historia. Parece ser algo consustancial a la naturaleza humana, ocurrido en todas las épocas y civilizaciones humanas, como si el odio, el desprecio y la destrucción inoculados por los líderes e ideólogos nacionalistas formaran parte del entramado social, y del que no se puede huir en los regímenes más diversos.

Ante este breve análisis, es de suponer que puede haber diversas interpretaciones a favor y en contra, pero si observamos atentamente la fotografía que acompaña a este texto, caben todas y cada una de las expresiones que apoyan el titular. Cada lector será muy libre de tener o no en cuenta cada frase de la pintada en nuestra sede de Sabadell. Y sólo terminamos diciendo «dónde está nuestro enemigo». Tomad nota.

CNT-Sabadell

El mito de la nación


Por José María Fernández Paniagua

«Todas las madres y todas las patrias nos quieren pequeños
para que seamos más suyos. La diferencia es que la madre
llora y acaricia; la patria detiene y castiga
.»
JACINTO BENAVENTE

«Dadme un Estado y construiré una nación.»
JOZEF PILSUDSKI
(líder independentista polaco)


Si bien creo que la visión anarquista del nacionalismo —concepto político para nada unidimensional, ni por su propia amplitud y ambigüedad, ni por los numerosos rechazos que recibe— es negativa, las más de las veces, por unos nítidos principios ideológicos que pretenden superar la parcelación patriótica, étnica o identitaria, y establecer estrechos lazos de colaboración entre los pueblos con el fin de expandir la libertad y la cultura, conviene analizar con detalle un fenómeno complejo, enmarañado con el tiempo, que es utilizado por todas las opciones políticas estatalistas y jerarquizantes. Conviene dejar claro, a priori, la asociación política que conlleva el nacionalismo político al llamado «derecho de autodeterminación», que aspira inevitablemente a la creación de un Estado para administrar sus intereses, por lo que las ideas libertarias se muestran, obviamente, opuestas a semejante objetivo.


Algunos puntos de vista anarquistas del nacionalismo

En el protoanarquismo, se puede comprobar que Proudhon observaba la nación disociada del Estado, como parte de un engranaje de organización federativa, clave para la construcción del internacionalismo en la futura sociedad; poseía esta visión un carácter flexible y descentralizador y debía sustentarse en otras entidades autónomas como la región, el municipio o el barrio. Para Bakunin, la formalmente llamada «liberación nacional» de los pueblos sometidos estaba indisociablemente unida a la revolución social antiestatista y federalista —es conocida su visión al respecto sobre los distintos pueblos eslavos, enfrentados a los imperios ruso, austriaco, turco y prusiano—, negando, a priori, cualquier derecho histórico o político ya que la voluntad del pueblo se encontraba por encima de todo; opinaba que la nación es para los pueblos lo mismo que la individualidad para cada uno, un hecho natural y social, un derecho inherente a pensar, a hablar, a comportarse y a sentir de una manera propia, enfrentada a los Estados, tendentes a anular esa libertad tanto en naciones como en individuos. Es importante insistir en la divergencia ideológica de Marx y Bakunin, también notable en este aspecto. La visión del alemán, insistente en su teoría de la expansión económica y desarrollo de las fuerzas de producción que desembocarían en el socialismo, negaba cualquier particularismo local o nacional —y, por lo tanto, negaba cualquier movimiento independentista o revolucionario a nivel local— ya que sería absorbido por el gran proceso. De nuevo estamos ante un conflicto polémico que conlleva demasiados vericuetos, especialmente con la perspectiva histórica que nos da la actualidad. Sin embargo, hay que destacar el mayor acierto y honestidad del anarquista ruso —al menos, en aquel contexto histórico— frente al pensador germano. Hay que matizar que para Bakunin la nacionalidad, separada del Estado, no era un principio universal ni un ideal en sí mismo, sino una consecuencia histórica, un hecho local del que tienen derecho a participar los pueblos. Kropotkin no se encontraba muy lejos del ruso en sus análisis de los movimientos de liberación nacional, los cuáles no podían tener un carácter meramente nacionalistas ya que los factores económicos y sociales eran vitales para su lucha anti-imperialista. Consideraba que los libertarios debían estar al lado de esta lucha contra la opresión, y darle un mayor énfasis a la cuestión social.

Rudolf Rocker, gran pensador y activista del anarcosindicalismo, en su obra Nacionalismo y cultura, se muestra claramente reacio al concepto que nos ocupa al ver una «voluntad de poder» detrás de todo lo nacional y considerar que «el aparato del Estado nacional y la idea abstracta de nación han crecido en el mismo tronco»; la separación de unos pueblos y otros tiene su génesis y su fortalecimiento en la opresión política de los Estados. Consideraba el teórico alemán que existía una clara ruptura entre la cultura y el nacionalismo, ya que era mucho más influyente en el individuo su entorno intelectual que el llamado «espíritu nacional». El «nacionalismo cultural» es indisociable de su vertiente política, mostrando las mismas aspiraciones de dominio. Para Rocker, la separación entre pueblo y nación era tan clara como entre sociedad y Estado; bajo ningún concepto se puede considerar el Estado como un efecto de la nación, más bien a la inversa. La conciencia nacional, al igual que la religiosa, no es innata en el ser humano, sino algo impuesto por el ambiente o la educación, una traba más en la definitiva emancipación universal. Es este criterio el que, bajo mi punto de vista, más se ajusta a la visión general anarquista, el de considerar a todo nacionalismo fundamentalmente reaccionario, ya que pretende la uniformización de una comunidad en base a unas creencias predeterminadas. El nacionalismo se mostraría como una creación cultural apriorística elevada a la categoría de sujeto colectivo, que se eleva por encima de los individuos y los relega a una condición histórico-cultural parcelada; se establecen así, artificialmente, diferentes identidades que abundan en la separación y falta de colaboración de la humanidad. Insistiré, que este análisis no difiere demasiado del que se haría de la religión desde una óptica libertaria. El mismo Rudolf Rocker afirmó que el nacionalismo constituía la religión del Estado.


La visión del nacionalismo en los libertarios españoles

No es casual el nombre que adoptó el proletariado militante, que engrosó la popularmente conocida como «Internacional"», y que, posteriormente, solo los seguidores de Bakunin se mantendrían fieles a un internacionalismo empeñado en acabar con todos los mitos ideológicos que supusieran opresión de alguna índole, incluido el de la patria y su concreción política, la nación.

Ya en los primeros análisis de los anarquistas españoles, pueden observarse dos lúcidos enfoques en la crítica al patriotismo —mantenidos, a mi entender, fortalecidos por el tiempo y la historia—. Uno, puede decirse abstracto, humanista y racional, señala la división impuesta y artificial que la humanidad sufre por las llamadas patrias, allí donde debiera haber fraternidad universal y cosmopolita, basada en los valores comunes y calidad de todos los seres humanos; otro punto de vista libertario que analiza la deformación ideológica llamada patria, sostiene que ésta supone una perpetuación de los privilegios de clase y de la sumisión de los trabajadores en aras de anular su unión supranacional. La aceptación de una supuesta confraternización entre miembros de un mismo territorio nacional resulta, incluso, una falacia si se observa que existe mayor solidaridad entre integrantes de una misma clase, oficio, etc.

El patriotismo puede ser entendido como un sentimiento natural de apoyo al lugar y de solidaridad con la sociedad en que vivimos. Pero, de ninguna manera, debe convertirse en barrera egoísta que nos aísle y enfrente a los demás pueblos; es necesarios ampliar ese sentimiento patriótico —que pudo tener su origen en la familia o en la tribu— al resto de la gran familia humana, bajo el lema de la fraternidad universal. El gran teórico español Ricardo Mella señaló el nacionalismo regionalista como la expansión de un particularismo retrógrado y de un sentimiento atávico tan rechazable como el centralismo al que se opone. De nuevo es importante acudir a la memoria histórica y al pensamiento de hombres adelantados a su tiempo, al ver en este comienzo de un nuevo siglo cómo el panorama político que sufrimos sigue enfrentando a españolistas con regionalistas, a centralistas de diverso pelaje con aquellos que pretenden construir su propio Estado, no por pequeño, necesariamente menos despótico; el factor social queda, naturalmente, en un segundo plano dentro de este triste circo de luchas nacionalistas de diferente índole. Volviendo a algunos análisis libertario de los anarquistas españoles en la historia, consideraron que la aceptación de una supuesta confraternización entre miembros de un mismo territorio nacional resulta, incluso, una falacia si se observa que existe mayor solidaridad entre integrantes de una misma clase, oficio, etc. No hay que ignorar algunas críticas a esta visión libertaria generalizada por pecar en algunas ocasiones de demasiado simple, ignorando las raíces del fenómeno nacionalista, regionalista o españolista, en toda su complejidad.

El movimiento libertario español, y el anarquismo en su conjunto, se mantendrían leales a su afán internacionalista que conllevaba la desaparición de las clases y de las naciones. No así la vertiente autoritaria del socialismo que ya en la II Internacional hizo ver su faz estatalizadora y acabaría utlizando la cuestión nacional como estrategia, abandonando su origen socialista cuya idea-fuerza era que «los trabajadores no tienen patria» o que ésta la constituía el mundo entero.

Voy a tratar, en el siguiente punto y a un nivel más personal, de insistir en algunos aspectos del mito nacional que ya he mencionado por boca de autores clásicos.


Mitología nacional e identificación con lo militar y lo religioso

Empecé este texto asumiendo la amplitud del concepto que nos ocupa y difícil continúa siendo encontrar los límites para una definición aceptable. Sin embargo, sí me parece rechazable la ideología nacionalista desde una defensa de las libertades individuales y de la ética cuando parece sostener que lo más importante para el ser humano es su afiliación nacional, innata en él, provocando, en última instancia, los mayores sacrificios y actos dignos de ser reprobados en otras circunstancias, justificados en nombre de la «patria» o la «nación» (términos que merecerían ser analizados por separado pero que la historia parece haber unido, haciéndolos intercambiables, quizá con una connotación sentimental mayor en el caso de la «patria»). Parece obvio que es el nacionalismo el que inventa la nación y por eso nada tiene de «natural»; son aquellos que se erigen en líderes nacionalistas y salvaguardas de las esencias patrias los que recogen y seleccionan las características identitatarias que les convienen a sus objetivos políticos, características que poco o nada suelen tener en común con las de cada individuo en particular y con el pueblo en general; cuando se habla de nación, no puedo evitar entender que alguna forma de dominación política se adueña del término. Se ha añadido en muchas ocasiones un adjetivo a la cuestión nacionalista: «pacífico», «no excluyente»... y es porque el mito de la nación parece ir unido a lo «agresivo», al enfrentamiento entre el «yo colectivo» y «los otros» donde entra en juego la odiosa maquinaria bélica, que reafirma su patriotismo en la existencia de un «enemigo» constante, el cual si no existe habrá que inventarlo. Llegamos a la conclusión de que existe una vinculación entre lo «militar» y lo «nacional» que puede llegar a identificar peligrosamente al individuo y a la comunidad a la que pertenece —así como a la forma de organización social de la misma— con la más extrema concepción del autoritarismo que es el ejército. Tenemos, por lo tanto, un odioso concepto: «la unidad sagrada de la patria», formada por un universo mitológico donde la justicia y racionalidad no tienen por qué tener cabida, o se relegan a un segundo plano ante el empuje de esos mitos que desembocan tarde o temprano en la puesta en marcha de la maquinaria bélica. Cualquier razón, las más de las veces se llamará «defensiva», bastará para la agresión a otras naciones-Estado, invocando seguramente cada una de las partes el nombre de la libertad.

La idea de patria o nación —y el Estado que las vertebra— no deja de ser un concepto cercano a la teología. Como las religiones, los nacionalismos y las naciones pueden ser malos o menos malos, según la deidad a la que se adore, pero todas encierran la falsedad y el despotismo en sus mitos creados artificialmente. Es hora de acudir de nuevo a los clásicos anarquistas, que ya denunciaron el fortalecimiento continuo que hacía la clase dirigente del mito religioso (y extensible al nacional, en su formación estatal) en aras de una supuesta válvula de seguridad para el pueblo. Me apresuraré a releer al viejo Bakunin —aunque seguro que él no hubiera estado totalmente de acuerdo conmigo en la manera de entender la nación, no hay que olvidar que era fundamentalmente un hombre de acción que le llevaba a estar al lado de pueblos oprimidos, frente a alguna forma de imperialismo, que él consideraba «naciones»— y su conocida obra Dios y el Estado —insisto, no todos identificarán Estado con nación, yo sí me permito hacerlo—, donde pasó revista a los conceptos teológicos tradicionales vinculándolos con la institucionalización de nuevos mitos —incluso el de la ciencia, la denuncia del autoritarismo no poseía límites en el gigante ruso— al servicio de unos pocos.

Resulta imprescindible denunciar las mitologías nacionales, basadas en supuestas esencias eternas, valores trascendentes o, peor aún, en gestas bélicas. Este razonamiento, por mucho que se maquille con palabras más ajustadas a los nuevos tiempos por parte de los Estados más fuertes y «democráticos», permanece actual, en su vertiente mítica y mixtificadora, independiente incluso del afán globalizador de la economía capitalista.

Es para mí una obligación del anarquismo el mantenerse fortalecido y coherente con su legado internacionalista, humanista e ilustrado. Algunas escuelas de pensamiento de la antigua Grecia ya exploraron una visión cosmopolita, que luego tendría acomodo en algunos aspectos del período de la Ilustración. Las ideas antiautoritarias asumen con fuerza esta visión de la humanidad como un todo moral, para nada enfrentada al natural amor que los seres humanos puedan tener a la tierra que les vio nacer.

De nuevo, mediante las ideas libertarias, debemos profundizar en los problemas creados artificialmente por los Estados-naciones y sus fronteras políticas, que no tienen nada de «naturales» y que suponen un obstáculo para una verdadera emancipación de la humanidad.


Congreso de Basilea, 1869 (Bakunin, sentado).