martes, 24 de septiembre de 2013

El problema nacional y la guerra

[Viendo la actitud reciente de la Internacional Socialista, que solamente se limitaba a condenar el uso de armas químicas —por una parte y no la otra— en la guerra civil siria. Y se pone así de parte de las potencias occidentales que algo tienen que ver en el conflicto, y no olvidemos la intención de intervenir militarmente por la parte del presidente socialista francés, me da que en el pasado (pero antes de la Primera Guerra Mundial de 1914-1918) estos 'socialistas' eran algo más coherentes... Como salió en este texto para HISTORIA 16.]
CARLOS FORCADELL ÁLVAREZ

Los elementos doctrinales acordados en las magnas tribunas del socialismo internacional que eran los congresos no dejaban lugar a dudas: el proletariado debía rechazar como ajena a sus propios intereses cualquier confrontación bélica entre las naciones.

Las guerras están causadas por los antagonismos económicos que provoca el modo de producción (Londres, 1896); la guerra desaparecerá con la supresión de la dominación de clases: la caída del capitalismo significará la paz general (Zurich, 1893). El Congreso de Ámsterdam de 1904 tributa una enorme y emotiva ovación a Plejanov y Katayama, cuando se abrazan en representación de sus respectivos proletariados enfrentados en la guerra ruso-japonesa.

Katayama y Plejanov en el Congreso de 1904,
detrás de ellos está Rosa Luxemburg.
Entrado el siglo XX el ambiente de tensión internacional hace que el tema de la guerra pase a ocupar un puesto relevante en las deliberaciones de los congresos. En el de Stuttgart (1907) se aprueba una resolución de carácter radical en la que se afirma:

Las guerras entre estados capitalistas son, en general, las consecuencias de su concurrencia en el mercado mundial… Pertenecen, pues, las guerras a la esencia del capitalismo y no cesarán más que por la supresión del sistema capitalista.

Si una guerra amenaza estallar, es un deber de la clase obrera de los países afectados… el hacer todos los esfuerzos para impedirla por todos los medios que les parezcan los más apropiados y que varían naturalmente según el estado de la lucha de clases y la situación política general.

Por tanto, el congreso va más allá de los análisis y propone formas concretas de actuación. La minoría de izquierda, entre la que se encuentra Lenin y Rosa Luxemburg, desea dejar bien clara la alternativa revolucionaria y presenta la siguiente enmienda, que es aceptada:

En el caso de que la guerra estalle, hay el deber de hacerla cesar inmediatamente, de utilizar con todas las fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las capas populares más amplias y precipitar la caída de la dominación capitalista...

«La Segunda Internacional»
Cuadernos de Historia 16, nº 75 (1985)

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