jueves, 13 de febrero de 2014

Sobre Max Stirner

 

El 26 de octubre de 1806, nace en Bayreuth (Baviera) Johann Kaspar Schmidt al que se recordaría por su pseudónimo Max Stirner («el cejas»). Estudió teología, filosofía y filología clásica, aunque no llegará a doctorarse y se le terminó impidiendo, como era su deseo, dedicarse a la docencia. Acabó sobreviviendo como publicista y traductor. A partir de 1837, será asiduo durante años del grupo de la izquierda hegeliana («los libres»), y Engels parece que llegó a decir de él que era la cabeza más lúcida y profunda de aquel círculo de filósofos revolucionarios. Con el tiempo, los jóvenes hegelianos se escinden en dos tendencias: unos, integrados por Ruge, Hess y Marx, marcan distancias respecto a Hegel; otros, entre los que se encuentra Stirner se esfuerzan en una revolución de las conciencias mediante una crítica pura de carácter ateo, carente de reglas y absolutamente negativa. La espectacular obra con la que Stirner pasaría a la posteridad supuso un gran escándalo y causó gran revuelo entre los intelectuales. Muestras de que atrajo gran atención son las reseñas críticas que le dedicaron Moses Hess y Ludwig Feuerbach, así como el hecho de que Marx y Engels le dediquen, en La ideología alemana, más atención que a cualquier otro autor. La primera edición de 1844 se agotó rápidamente, por lo que se reimprimirá enseguida, aunque la gloria será efímera. La vida personal de Stirner no fue muy alentadora e incluso acabaría en prisión, durante 1853 y 1854, por deudas impagadas, para morir por enfermedad el 25 de junio de 1856.

La obra de Stirner, aunque escribió sobre todo tipo de temas, no es muy extensa. El único y su propiedad (Leipzig, 1844) fue su primer título publicado y solo escribiría otro más: Historia de la reacción (en 2 volúmenes, Berlín, 1852). Con carácter póstumo, John H. Mackay editaría una recopilación completa de los artículos de Stirner. Se ha dicho que las dos coordenadas que sitúan a este autor son el anarquismo individualista, aunque él nunca se consideró como tal, y la crisis de la filosofía idealista alemana. Karl Löwith escribió lo siguiente: «La crisis de la filosofía hegeliana puede dividirse en tres fases: Feuerbach y Ruge intentaron transformar la filosofía de Hegel conforme al espíritu de una época diferente; B. Bauer y Stirner, en líneas generales, hicieron morir la filosofía en un criticismo radical y en el nihilismo; Marx y Kierkegaard extrajeron las últimas consecuencias de la situación cambiada». La obra de Stirner es coetánea, nada menos, que del existencialismo de Kierkegaard, del humanismo de Feuerbach y del materialismo histórico. Puede decirse que Stirner es quien mejor sintetiza aquel momento y El único y su propiedad hay que considerarla como el canto de cisne de los jóvenes hegelianos. Franz Mehring, teórico de la socialdemocracia alemana, consideró algo que resulta apabullante: Stirner transforma en realidad corpórea la idea abstracta de Hegel, la autoconsciencia de Bauer, el humanismo de Feuerbach y la anarquía de Proudhon.

En El único y su propiedad se considera que, para cada ser humano, el único universo con sentido es el propio. Constantemente, el único es acosado por ideas y entidades que le son extrañas, entre las que se encuentran en primer lugar la religión y el Estado. Por supuesto, la crítica no se queda ahí y Stirner arremete contra todo obstáculo que suponga una merma en el desarrollo de la personalidad. Se trata de la voluntad individual contra toda causa general y contra toda abstracción. Resulta imprescindible acabar con los tópicos y falsedades vertidas contra la obra de Stirner; ya se ha mencionado que uno de sus primeros objetivos es el Estado e igualmente arremeterá contra el liberalismo. Del mismo modo, el pensamiento estirneriano no desemboca en un solipsismo antropológico que imposibilite la sociedad; apuesta por la afectividad, la sensualidad natural y por una afirmación de la identidad que renuncia al aislamiento y busca la unión con otros egoístas. Para llegar tan lejos, Stirner pide una crítica permanente a toda la moral heredada e interiorizada, que no transija ante nada y que abra el camino a una nueva sensualidad. Esta nueva conciencia del único sobre su personalidad anulará toda alienación, substituirá el Estado por la potencia individuo, la sociedad por la libre unión y el humanismo por el placer particular.

Frente a todos aquellos que repudian a Stirner, e incluso parecen temer su pensamiento, vertiendo toda suerte de etiquetas cuestionables sobre él, hay que decir que resulta significativo que ello se produzca con tanta asiduidad incluso en la actualidad. El único y su propiedad es un mazazo feroz a todo lo instituido y a todo prurito reaccionario, una obra comparable a algunas otras que sacudieron el tiempo en que se publicaron y que fueron en un principio lógicamente negadas. Frente a tanto colectivismo, tanta enajenación y tanta manipulación intelectual, obras como la de Stirner son tremendamente necesarias para comprender la cantidad de falsedades que, permanentemente, tratan de seducir al individuo e impiden el desarrollo de su personalidad y de su conciencia.

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