viernes, 30 de enero de 2015

Charla sobre la Caridad en Toledo

 «La utilización de la caridad religiosa como válvula de escape a un estallido social es una opción abiertamente apoyada por los responsables de la planificación social y económica que estamos sufriendo. La destrucción de la verdadera idea de la solidaridad sustituida por un falso individualismo miope viene aparejada por la sustitución también de aquello que una vez se consideró “derecho” para caer en el campo de la caridad cristiana. De esta forma se sustrae el protagonismo de aquel que reclama algo que le pertenece para pasar a ser un sujeto pasivo sobre el que se ejerce la caridad con la condición implícita de su resignación y sumisión. Analizaremos esta idea con el ejemplo de Cáritas, Intermón-Oxfam y las Fundaciones de Bancos de Alimentos.»



jueves, 15 de enero de 2015

«Ahora hay más esclavos en el mundo que en cualquier otro momento de la historia»

 


Actualmente el mundo está sufriendo una recesión global, enorme desigualdad, hambre, deforestación, contaminación, cambio climático, amenaza de conflicto nuclear, terrorismo… Pero además de estos problemas del siglo XXI, todavía existen y prosperan atrocidades del pasado como la esclavitud.

Más de 60 años después de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU que prohibió la esclavitud, en el mundo hay más esclavos que en cualquier momento de la historia de la humanidad: 27 millones de personas. Así lo revela el investigador Benjamin Skinner en su entrevista para el portal AlterNet.

Skinner, que se hizo pasar por un comprador de esclavos para profundizar y entender mejor el tema, considera que la esclavitud de hoy se centra en grandes ganancias y vidas baratas. No se trata de ser dueño de gente como antes, sino de utilizarla como herramienta fácil para hacer dinero. El precio de los esclavos, es decir, de las personas que están forzadas a trabajar en contra de su voluntad sin la posibilidad de escaparse, es miserable.

«En un burdel ilegal de Rumania me ofrecieron una chica joven con síndrome de Down a cambio de un automóvil de segunda mano. En una ciudad de Haití negociaron conmigo por una niña de 10 años por unos 100 dólares», comparte su experiencia el investigador. «Hasta en el año 1850 la vida se apreciaba más: 40.000 dólares actuales».

La mayoría de estos casos se dan en los países pobres de Asia y América Latina pero también en países desarrollados como EEUU. Alrededor de 14.000 a 17.000 personas se trafican anualmente al país norteamericano para trabajar dentro de sus fronteras sin ninguna remuneración bajo la amenaza de violencia.

domingo, 11 de enero de 2015

Crítica del Manifiesto Comunista


Amnauj T.

Durante la primera mitad del agitadísimo siglo XIX, con la burguesía aún luchando por la toma del poder político en toda Europa, y todavía al calor de las revoluciones Francesa y Americana, un nuevo rayo de esperanza llegaba para las clases populares del mundo occidental.

El proletariado industrial comenzaba a organizarse en sociedades de socorro mutuo, a la vez que numerosos intelectuales ideaban nuevos sistemas, tendentes a buscar formas más justas de división del trabajo y reparto de su producto, dando lugar a lo que se conoció como socialismos utópicos.

Los trabajadores industriales, pero también los campesinos y artesanos de más baja condición, empezaban a comprender la importancia de asociarse con diversos fines, tanto de apoyo mutuo y solidaridad, como de reivindicación, resistencia y confrontación con las clases poderosas, tomando así, poco a poco, conciencia de su propia realidad como grupo social productivo y por lo tanto, imprescindible en cualquier sociedad.

Surge así el movimiento obrero con sus diversas corrientes, que será uno de los motores de la historia contemporánea. Socialismo, comunismo, anarquismo, sindicalismo revolucionario, anarcosindicalismo, son términos que designan diversas cristalizaciones de esa conciencia liberadora de la clase trabajadora.

El Manifiesto Comunista es una especie de resumen de gran parte de las líneas principales que, a nivel teórico, han impulsado la marcha del movimiento obrero a lo largo de su historia. En él se esbozan algunas de las teorías que más han influido, no sólo en el comunismo, sino en el resto de corrientes obreras: El Materialismo Dialéctico, la Lucha de Clases...

No resulta difícil imaginar el sentimiento de un obrero de la época, al leer o escuchar (pues no todos leían), el Manifiesto, tomando conciencia de su situación, de su fuerza y de su importancia en el mundo que le rodeaba, y sintiéndose apelado por la consigna «Proletarios de todos los países, uníos».

A la luz de la historia, y a dos siglos de distancia, las teorías marxistas han sido criticadas desde diversas posiciones. La clase opuesta al proletariado no ha escatimado todo tipo de críticas, certeras algunas, malintencionadas y falsas la mayoría, contra las ideas del alemán. Y sin embargo, resulta curioso comprobar que las críticas más acertadas y corroboradas después por la experiencia, han surgido del propio movimiento obrero, y además se formularon en la misma época y ambiente en que se gestó el marxismo. Al calor de la Primera Internacional.

Es por ello que la presente crítica no resultará original, y de hecho se nutre de todas esas aportaciones del movimiento obrero al estudio de los aciertos y errores del marxismo


EL MATERIALISMO DIALÉCTICO

En la edición alemana de 1883, Engels dice: «La idea cardinal que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta toda la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad (...) es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida —el proletariado— no puede ya emanciparse de la clase que explota y oprime —de la burguesía— sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases.»[1]

He aquí una formulación breve y escueta de la teoría marxista del materialismo dialéctico. Todo el primer capítulo del Manifiesto Comunista, constituye un repaso a la historia de la humanidad desde el momento en que queda «disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo»[2]. Así, desde la antigua Roma hasta la época capitalista, Marx va buscando en cada fase, conforme a la lógica dialéctica, las condiciones que, creadas por el propio sistema económico y político de cada fase, y en contradicción con él, darán paso a una nueva fase posterior de desarrollo. También encontramos un pequeño análisis de las características propias del actual sistema capitalista, buscando las condiciones que, siguiendo esa misma lógica dialéctica, provocarían el cambio de fase del capitalismo a otro sistema para el cual se predice el fin de la lucha de clases.

Tenemos pues, un sistema lógico —la dialéctica hegeliana— y un análisis de los hechos históricos a partir de los cuales Marx, aplicando la inducción, puede generalizar una serie de afirmaciones, (lucha de clases, preeminencia del aspecto económico sobre los aspectos políticos e ideológicos...). Y finalmente, todo este sistema conceptual permite una serie de predicciones para el futuro. De esta forma queda clara, a mi juicio, la vocación científica de Marx al erigir semejante sistema.

Podemos encontrar en el Manifiesto Comunista otra característica muy propia de la ciencia (al menos de la de su época), como es el determinismo. En efecto, más allá de las consideraciones éticas a que nos puede llevar el análisis de la historia[3], y que pueden hacer más o menos deseable el cambio de fase histórica, Marx afirma que ese cambio de fase (o sea, la revolución) es algo inevitable, porque las causas que lo provocan están ya latentes en el sistema actual y al mismo tiempo, en contradicción con él.

Este planteamiento cientifista propio del marxismo, y acorde con la idea que de la ciencia se tenía en la época en que vivió Marx, no ha sido ajeno a los cambios que, con el paso del tiempo, se han ido produciendo en la concepción que hoy día tenemos de lo que es la ciencia, y por otro lado, aunque Marx no puso fecha para las predicciones derivadas de su teoría, a día de hoy, se podría decir que ya algunas de estas predicciones (y no todas, como hipócritamente pretenden algunos defensores del capitalismo y como luego veremos) han sido falsadas, y pueden rastrearse las causas que han provocado el error.


EL CIENTIFISMO MARXISTA Y EL PASO DEL TIEMPO

Varios aspectos han cambiado en lo referente a nuestra concepción sobre lo que es la ciencia desde la época en que vivió Marx. Muchos de ellos afectan, lógicamente, al edificio de la teoría marxista. No nos vamos a parar a analizar en este breve trabajo, todos los factores que han influido en este sentido, pero al menos podremos detenernos, siquiera brevemente, sobre algunos de ellos. En concreto dos.

El primero de ellos es que el determinismo científico, si bien no ha desaparecido, resulta en nuestros días mucho más laxo (digámoslo así) que en la época en que vivió Marx. El desarrollo de las ciencias formales y físicas ha permitido comprender que, si bien no se puede desechar por las buenas la concepción determinista que siempre ha acompañado al conocimiento científico, es muy difícil, sin embargo, que podamos conocer exactamente cuál es la dirección (si la hay) en la que avanzan los fenómenos objeto de la ciencia.

En efecto, las teorías del caos surgidas en el campo de la física, nos enseñan que es tal la cantidad de variables a que está sujeto el objeto de un determinado modelo científico, que resulta imposible realizar una predicción certera sobre la evolución del sistema, pues la más mínima variable puede provocar consecuencias inesperadas en la evolución del propio sistema. Ante este fenómeno resulta ineludible un cambio en el punto de vista que nos permita, aunque sea por aproximación, hacernos una idea fiable de nuestro objeto.

Es evidente que la teoría marxista no puede eludir semejante dificultad a la hora de analizar las consecuencias de los hechos históricos. Así, por poner un ejemplo, dice Marx en el Manifiesto: «El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. (...) Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años». Con el paso del tiempo, hemos podido comprobar cómo esa facilidad e inmediatez de que disfrutamos hoy día en las comunicaciones, si bien ha permitido asociarse a la clase trabajadora, ha permitido también una serie de consecuencias imprevistas.

El control férreo de los medios de comunicación por parte de la clase dominante, unido a la sobrecarga producida por un flujo de información tan elevado que es imposible para la mente humana el procesado de tantos datos, y unido a muchos otros factores, ha convertido los medios de comunicación, no en un elemento de liberación de la clase obrera, como pretendía Marx, sino más bien en un elemento de control que la clase dominante utiliza para subyugar a los trabajadores, que no tienen acceso, si no es de forma pasiva, a medios de información masiva como la televisión, en manos de magnates capitalistas que deciden qué información ha de llegar a los ciudadanos y qué información no ha de llegar. Se ha dado lugar así al fenómeno del pensamiento único, por el que una clase poseedora de la capacidad de transmitir mensajes masivamente extiende sus concepciones machaconamente entre toda la población que, finalmente los interioriza, aún en contra de sus propios intereses de clase.

Otro fenómeno derivado del desarrollo de la ciencia que afecta a la teoría marxista, es el postulado de la física cuántica a principios del siglo XX, según el cual la propia acción del investigador puede influir en el objeto de estudio, dando lugar a nuevos fenómenos inesperados.

Es singular de qué manera tan acusada se manifiesta este postulado en las ciencias sociales, y la teoría marxista es un ejemplo de ello. Las reflexiones del investigador pueden influir en el curso de la historia y evitar que se produzcan los fenómenos que se predicen. ¿Se puede hallar un ejemplo más paradigmático de este fenómeno que el marxismo? Las políticas económicas liberal y neoliberal posteriores a Marx, han modelado la historia a partir de una lectura en negativo del marxismo. En efecto, a veces uno tiene la sensación de que los modernos capitalistas se han dedicado al uso de la teoría marxista para evitar que se produjera la anunciada revolución, influyendo, de acuerdo con los intereses de la clase dominante, en aquellos aspectos que el marxismo señala como desencadenantes del hecho revolucionario.

Así surge, frente al marxismo, la teoría económica neoliberal, que no es otra cosa que un pastiche en el que se parchean los defectos que el marxismo señala en el sistema capitalista, con el único fin de perpetuar la dominación y el robo por parte de la clase capitalista. De esta manera, la acción investigadora del teórico comunista ha influido señaladamente en el desarrollo posterior de los hechos de una forma inesperada para el propio investigador.

Quisiera ahora poner un ejemplo de cómo los teóricos neoliberales procuran dar la vuelta a las teorías marxistas en provecho de la dominación capitalista, en muchos casos mintiendo u ocultando la realidad hipócritamente y haciendo uso de los medios de comunicación en su provecho para extender interesadamente argumentos falsos por doquier:

También en el primer apartado del Manifiesto dice Marx: «El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase». Se esboza aquí una de las más famosas predicciones que Marx realiza a la luz del estudio del proceso capitalista: la depauperación creciente de la clase obrera y la acentuación cada vez mayor de las diferencias entre ricos y pobres.

A esto responden los teóricos neoliberales que la historia demuestra lo contrario, pues hoy en día cualquier trabajador en los países capitalistas vive mucho mejor que hace un siglo, y los obreros han accedido a un nivel de vida digno. Ocultan que con el fenómeno de la globalización, el capitalismo domina ya a todo el planeta (como también predijo Marx, aunque él lo llamó mundialización). Y a escala global, hoy se puede decir que, de unos seis mil millones de habitantes, al menos cinco mil viven en condiciones de pobreza, muchos de ellos en condiciones de la miseria más absoluta, sin siquiera agua para beber. Pues ¿qué?, esos cinco mil millones ¿no forman parte de la clase trabajadora, de la clase explotada? ¿No trabajan en las minas, en las perforaciones de petróleo y gas, no cultivan la tierra?... Y los que no trabajan, ¿no forman parte acaso de un ejército de reserva de mano de obra, que será utilizado por el capitalismo tan pronto como sea necesario? Y eso sin entrar a valorar la pobreza en nuestras ciudades occidentales, que alcanza ya en España, según datos de Cáritas, al 20% de la población.

Por otra parte, es evidente que el desarrollo capitalista actual está basado en la explotación de mano de obra barata y en el robo de materias primas a los países subdesarrollados, provocando guerras e invasiones, si es necesario. Se pueden citar tristes ejemplos muy actuales y de todos conocidos. Las cifras son claras y no engañan: a despecho de que una pequeña parte de la clase trabajadora —la que vive en Occidente— viva algo mejor que en épocas anteriores, lo cierto es que, en nuestro planeta dominado por el capitalismo, la depauperación de la clase trabajadora es hoy un hecho escandaloso, silenciado y negado hipócritamente, por no utilizar términos más fuertes, por los teóricos neoliberales.


EL PROGRAMA COMUNISTA

En el segundo apartado del Manifiesto, se explican las aspiraciones de la Liga Comunista: «destacan y reivindican (...) los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado...». Abolición del «régimen vigente de propiedad», convirtiendo «el capital en propiedad colectiva», abolición de la familia al estilo burgués, liberación de la mujer, abolición de la patria, puesto que los trabajadores son trabajadores allí donde se encuentren, y sus intereses son los mismos, independientemente de su lugar de nacimiento.

Para llevar a cabo este programa el marxismo propone la toma del poder por parte del proletariado, llevada a cabo por «la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo...», es decir, lo que en términos marxistas se denomina vanguardia obrera.

Además, se postula la tesis de que el cambio en el sistema económico provocará el cambio a los niveles sociales e ideológicos: «no hace falta ser un lince para ver que, al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su conciencia, en una palabra».

A mi juicio, la preponderancia absoluta que el marxismo pone en el aspecto económico a la hora de provocar cambios en los demás aspectos de la sociedad, es un error. Creo que Marx subestima la capacidad de la parte ideológica para provocar cambios económicos a su vez, produciéndose más bien un fenómeno de realimentación entre los distintos aspectos de la realidad. Ésta consideración del aspecto económico como el más importante hace que Marx descuide el llevar a cabo una reflexión seria acerca de la naturaleza de otro elemento que resulta importantísimo en el tema que nos ocupa: El poder. Semejante olvido resulta, a mi juicio, poco menos que imperdonable, y es la causa del fracaso de las aplicaciones del marxismo en el mundo real.

En efecto, como acabamos de ver, para llevar a cabo el programa comunista, Marx propone la toma del poder por parte de una vanguardia, que representa los intereses del proletariado. No se da cuenta de que el poder tal y como pretende tomarlo y ejercerlo, es decir, concentrado en manos de unos pocos, no es más que otro producto de las sociedades clasistas. Al ejercer el poder un reducido número de personas —las integrantes de esa vanguardia— lo que ocurre es que se vuelve a dividir nuevamente la sociedad en clases, a saber: la clase de los que tienen el poder y la de los que no lo tienen.

Esta afirmación no es gratuita, ya que ha sido corroborada y lo está siendo aún, en los denominados «países socialistas». Esta división se va completando después poco a poco, en el resto de los aspectos de la vida social y económica. De esta manera, se da el caso de que, al cometer un error ideológico y mantener un aspecto social de la vida tal y como estaba antes, éste provoca que los demás aspectos, incluido el económico, se corrijan y vuelvan a su estado anterior, o a algo parecido. Nuevamente opresión, falta de libertad, ricos y pobres... Capitalismo de Estado, totalitarismo.

La falta de una reflexión seria acerca del poder provoca en el marxismo una confusión fundamental: se toma el poder como un medio para la transformación social, cuando en realidad la abolición del poder o si se quiere, su transformación, ha de ser una de las aspiraciones de la clase trabajadora, como en el caso de la propiedad, la familia o la patria, ya que es uno de sus principales intereses. Se confunden los medios con los fines.

El error es de bulto y sus consecuencias están a la vista de todo el mundo.


EL PODER COMO OBJETO DE REFLEXIÓN

El tema del poder, en efecto, resulta ser uno de los aspectos que con menos seriedad son tratados por la doctrina marxista.

Es cierto que se han llevado a cabo brillantes reflexiones acerca del proceso de toma del poder por la vanguardia obrera. Los grandes autores del marxismo político han abordado en numerosas ocasiones, y de forma harto exhaustiva este tema. De hecho, se puede afirmar, bajo mi punto de vista, que la doctrina marxista identifica el concepto de Revolución, con el de «Toma del poder por las clases trabajadoras».

Sin embargo, no es tan fácil encontrar, en toda la literatura marxista, una reflexión mínima acerca, no de la toma, sino de la naturaleza del poder. ¿Qué es el poder?, ¿Qué efectos provoca en el ser humano, la concentración de poder, tanto a nivel individual como a nivel social? ¿Qué diferencia hay entre el poder político, económico, religioso? ¿Se cumplen, con relación al poder, las leyes del marxismo acerca de las relaciones entre infraestructura, estructura y superestructura? ¿Es realista hablar de libertad y, a la vez, defender la concentración de poder en manos de un@s poc@s, por más que ést@s poc@s sean representantes del proletariado? El concepto de libertad ¿no implica, más bien, una disolución del poder?


CONCLUSIÓN

El resto del Manifiesto, constituye un repaso en el que se critican ciertas corrientes socialistas y se propone el debate ideológico como modelo de análisis, entendimiento y clasificación, así como una exposición de las líneas de actuación de los partidos comunistas en el solar en que se ubican y en cada nación[4]. No es objeto de este trabajo hacer una crítica de las críticas que a su vez hace Marx, con su habitual saña contra las opiniones diversas a la suya, a otras corrientes socialistas de su época.

En cuanto a la actuación de los partidos comunistas en cada país, es de señalar la esperanza que Marx depositó sobre la clase obrera alemana, por su grado de desarrollo. Es curioso que la primera revolución comunista triunfante —y la más importante, como lo fue la rusa— se produjo en un país eminentemente agrícola y fue llevada a cabo sobre todo por campesinos, creando un nuevo mapa geopolítico en Europa que, al final, truncó las expectativas de revolución que, en Alemania había puesto Marx.

El Manifiesto Comunista refleja, pues, toda una concepción ideológica, política, económica y científica. Quizá la más importante del siglo XX. Refleja también las aspiraciones de toda una clase social: la trabajadora, sin cuya consideración es imposible comprender la historia de los siglos XIX, y XX.


NOTAS:
 [1] Prólogo de Engels a la edición alemana de 1883.
 [2] Ídem.
 [3] Consideraciones éticas que Marx no elude y que se pueden encontrar a lo largo de su obra salpicando El Capital, así como en el propio lenguaje marxiano, cuando habla de explotación, de apropiación, etc.
 [4] El Manifiesto Comunista, introducción de Rogelio Blanco. Ed. Endymión, 1987, Madrid.

jueves, 8 de enero de 2015

Tiroteo en CHARLIE HEBDO

COMUNICADO DE LA FEDERACIÓN ANARQUISTA [FRANCÓFONA]

La Federación Anarquista acusa con horror la matanza perpetrada en los locales del periódico satírico Charlie Hebdo, que ha dejado 12 muertos y varios heridos.

Compartimos la emoción, la indignación y la angustia de las familias, de los amigos y compañeros de trabajo después de este crimen atroz. Entre las víctimas se cuentan algunos que colaboraron en tiempos con Le Monde Libertaire, y si nuestras posturas después pudieron divergir, permanecerán en la memoria de muchos compañeros.

Este atentado debe recordarnos que el oscurantismo religioso como política es letal.

Condenamos a los asesinos, pero estaremos igualmente vigilantes ante las reacción de la extrema derecha o al dispositivo policial del Estado.

Continuaremos combatiendo la opresión, el autoritarismo y la intolerancia, se escondan detrás de la religión, de la nación o la seguridad del orden social.

7 enero 2015


martes, 6 de enero de 2015

¿Una tercera guerra mundial?

 

Por Boaventura de Sousa Santos *

Todo indica que se está preparando una tercera guerra mundial, si entendemos por «mundial» una guerra que tiene su principal teatro de operaciones en Europa y repercute en diferentes partes del planeta. Es una guerra provocada unilateralmente por los Estados Unidos, con la complicidad activa de Europa. Su blanco principal es Rusia y, en forma indirecta, China. El pretexto es Ucrania. En un raro momento de consenso entre demócratas y republicanos, el Congreso estadounidense aprobó, el 4 de diciembre pasado, la Resolución 758, que autoriza al presidente a adoptar medidas más agresivas para sancionar y aislar a Rusia, a proporcionar armas y otro tipo de apoyo al gobierno de Ucrania y a fortalecer la presencia militar de EEUU en los países vecinos de Rusia. La escalada de provocaciones a Rusia tiene varios componentes que, en conjunto, constituyen una segunda Guerra Fría. A diferencia de la primera, en ésta Europa es un participante activo, aunque subordinado a EEUU, y ahora se asume la posibilidad de una guerra total y, por lo tanto, nuclear. Varias agencias de seguridad ya están haciendo planes para el día después de un enfrentamiento nuclear.

La provocación occidental tiene tres componentes: sanciones para debilitar a Rusia, instalación de un gobierno satélite en Kiev y guerra de propaganda. Las sanciones son conocidas. La más insidiosa es la baja del precio del petróleo, que afecta de manera decisiva las exportaciones rusas, ya que el petróleo es una de las principales fuentes de financiación del país. El presupuesto de Rusia para 2015 fue elaborado previendo que el barril de petróleo iba a costar 100 dólares. La reducción del precio, combinada con otras sanciones y con la devaluación del rublo, agravará peligrosamente el déficit presupuestario. Además, esta reducción ocasionará graves problemas en otros países considerados hostiles (Venezuela, Irán y Ecuador). La reducción del precio del petróleo es posible gracias al pacto celebrado entre EEUU y Arabia Saudita, a través del cual EEUU protege a la familia real (odiada en la región) a cambio de que se mantenga la economía de los petrodólares (transacciones mundiales de petróleo en dólares), sin la cual el dólar colapsaría como reserva internacional y, con él, la economía de EEUU, el país con la mayor y más obviamente impagable deuda del mundo.

El segundo componente de la provocación es el control total del gobierno de Ucrania, para transformar este país en un Estado satélite. El respetado periodista Robert Parry informa que la nueva ministra de Finanzas de Ucrania, Natalie Jaresko, es una ex funcionaria del Departamento de Estado, una ciudadana estadounidense que obtuvo la nacionalidad ucraniana días antes de asumir el cargo. Hasta ahora presidió varias empresas financiadas por el gobierno norteamericano, creadas para trabajar en Ucrania. Ahora se entiende mejor la explosión, en febrero pasado, de la secretaria de Estado norteamericana para Asuntos Europeos, Victoria Nulland: «A la mierda la Unión Europea». Lo que quería decir era: «¡Maldición! Ucrania es nuestra. Pagamos para eso». El tercer componente es la guerra de propaganda. Los grandes medios de comunicación y sus periodistas están siendo presionados para difundir todo lo que legitime la provocación occidental y para ocultar todo lo que la ponga en cuestión. Los mismos periodistas que, después de mantener reuniones en Washington y en las embajadas de Estados Unidos, llenaban las páginas de los diarios con la mentira de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, ahora las llenan con la mentira de la agresión de Rusia contra Ucrania.

Pido a los lectores que imaginen el escándalo mediático que estallaría si se supiera que el presidente de Siria nombró ministro a un iraní al que días antes había concedido la nacionalidad siria. O que comparen el modo en que se informó sobre las protestas en Kiev en febrero pasado y sobre las protestas en Hong Kong en las últimas semanas. O que evalúen la relevancia que se le dio a la declaración de Henry Kissinger, para quien es temerario que se esté provocando a Rusia. Otro gran periodista, John Pilger, dijo recientemente que si los periodistas hubiesen resistido la guerra de propaganda, quizá se podría haber evitado la guerra de Irak, en la que ya murieron 1.455.590 iraquíes y 4801 soldados estadounidenses. ¿Cuántos ucranianos morirán en la guerra que se está preparando? ¿Y cuántos no ucranianos?

¿Estamos en democracia cuando el 67 por ciento de los estadounidenses está en contra de la entrega de armas a Ucrania y el 98 por ciento de sus representantes votó a favor? ¿Estamos en democracia cuando los países europeos en la OTAN son conducidos, a espaldas de los ciudadanos, hacia una guerra contra Rusia en beneficio de los Estados Unidos? ¿O cuando el Parlamento europeo sigue con sus cómodas rutinas mientras están preparando al continente para ser el próximo teatro de guerra y a Ucrania, la próxima Libia?

Las razones de la locura

Para entender lo que está pasando, es necesario tener en cuenta dos hechos: la declinación de Estados Unidos como país hegemónico y el negocio altamente rentable de la guerra. La declinación del poder económico-financiero de EEUU es cada vez más evidente. Después del 11 de septiembre de 2001, la CIA financió el llamado Proyecto Profecía, diseñado para prever posibles nuevos ataques contra EEUU a partir de movimientos financieros extraños y de gran envergadura. Con diferentes formas, ese proyecto ha continuado y uno de sus participantes prevé un próximo crash del sistema financiero a partir de las siguientes señales: Rusia y China, los mayores acreedores de EEUU, han estado vendiendo los títulos del Tesoro estadounidense y, en cambio, han estado comprando enormes cantidades de oro; extrañamente, esos títulos vienen siendo adquiridos en grandes cantidades por misteriosos inversores belgas, y muy por encima de la capacidad de este pequeño país; tanto Rusia como China están utilizando cada vez más sus monedas y no los petrodólares en las transacciones de petróleo (todos recuerdan que Sadam y Gadafi intentaron utilizar el euro y el precio que pagaron por esa osadía); finalmente, el FMI se prepara para que el dólar deje de ser, en los próximos años, la moneda de reserva y sea sustituido por una moneda global, los SDR (derechos especiales de giro, por sus siglas en inglés). Para los creadores del Proyecto Profecía, todo esto indica que un ataque contra EE.UU. está cerca y que, para defenderse, los norteamericanos deben mantener los petrodólares a toda costa, asegurándose un acceso privilegiado al petróleo y al gas, deben contener a China y debilitar a Rusia, para lo que lo ideal sería provocar su desintegración, al estilo de Yugoslavia. Curiosamente, los «expertos» que ven en la venta de deuda una actitud hostil por parte de potencias agresoras son los mismos que aconsejan a los inversores estadounidenses proceder de la misma manera, es decir, deshacerse de los títulos públicos, comprar oro e invertir en bienes sin los cuales los seres humanos no pueden vivir: tierra, agua, alimentos, recursos naturales, energía.

Transformar las obvias señales de declinación en previsiones de agresión busca justificar a la guerra como medio de defensa. Hoy la guerra es altamente rentable debido a la superioridad de EEUU en la conducción bélica, el suministro de equipamiento y los trabajos de reconstrucción. Y la verdad es que, como escribió Howard Zinn, EEUU ha estado constantemente en guerra desde su fundación. Además, a diferencia de Europa, la guerra nunca se libra en suelo estadounidense, salvo, claro, que se trate de una guerra nuclear. El 14 de octubre pasado, The New York Times difundió un informe de la CIA sobre el suministro clandestino e ilegal de armas y el financiamiento bélico en los últimos 67 años en muchos países, entre ellos Cuba, Angola y Nicaragua. Noam Chomsky dijo que ese documento sólo podía tener el siguiente título: «Sí, nos declaramos como el Estado terrorista más importante del mundo. Estamos orgullosos de eso».

Un país en declive tiende a volverse caótico y errático en su política internacional. Immanuel Wallerstein dice que los EEUU se transformaron en un cañón descontrolado, un poder cuyas acciones son imprevisibles, incontrolables y peligrosas para sí mismos y para los demás. La consecuencia más dramática es que esta irracionalidad repercute y se intensifica en la política de sus aliados. Al dejarse envolver en esta nueva Guerra Fría, Europa no sólo actúa contra sus propios intereses económicos, sino que pierde la relativa autonomía que había logrado construir en el plano internacional después de 1945. Europa tiene todo el interés en seguir intensificando sus relaciones comerciales con Rusia y en contarla como proveedora de petróleo y gas. Las sanciones contra Rusia pueden llegar a afectar más a Europa que a Rusia. Al alinearse con el militarismo de la OTAN, donde EEUU tiene total preponderancia, Europa pone su economía al servicio de la política geoestratégica norteamericana, se vuelve energéticamente más dependiente de EEUU y sus estados satélites, y pierde la oportunidad de ampliarse con la entrada de Turquía en la Unión Europea. Y lo más grave es que esta irracionalidad no es un mero error de evaluación sobre los intereses de los europeos. Es muy probablemente un acto de sabotaje por parte de las élites neoconservadoras europeas para volver a Europa más dependiente de EEUU, tanto en el plano energético y económico como en el plano militar. Por eso, la profundización de la participación en la OTAN y el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y EEUU (la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión) son las dos caras de la misma moneda.

Puede argumentarse que la nueva Guerra Fría, tal como la anterior, no desembocará en un enfrentamiento total. Pero no olvidemos que, cuando comenzó, la Primera Guerra Mundial fue considerada una escaramuza que no duraría más que unos pocos meses. Duró cuatro años y costó entre 9 y 15 millones de muertes.

30 diciembre 2014

 * Doctor en Sociología del Derecho. Traducción: Javier Lorca.