lunes, 28 de septiembre de 2015

La crisis humanitaria desembarca en Europa


15 septiembre 2015

«¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?»
(El niño yuntero, MIGUEL HERNÁNDEZ.)

Se me empañan los ojos cada vez que veo la foto del cuerpo sin vida de Aylan Kurdi, el pequeño ahogado en las aguas del Egeo cuando su familia intentaba llegar a Grecia desde Turquía. En sus facciones, borrosas en la imagen, desdibujadas sobre la arena, no puedo evitar ver las de mi propia hija, apenas medio año menor que ese minúsculo niño. Afortunadamente, ella juega ahora alegre en la terraza. En cambio, el otro ha perecido sepultado por las olas de la guerra, que persiguen implacablemente a sus víctimas más allá de las fronteras y a través de los continentes. Sin culpa alguna, su frágil inocencia inerme se ha convertido en icono de los miles y miles de pequeños masacrados en una, muchas, guerras inhumanas, cuyos padecimientos no han alcanzado tanta repercusión mediática, vaya a saber por qué. No por falta de merecerla, desde luego. En este diminuto cuerpo exangüe habitan todos los bebés decapitados por las bombas de barril o las niñas que agonizan entre convulsiones por el gas mostaza. También los subsaharianos desaparecidos entre las olas en la costa de Libia, las adolescentes esclavizadas por los yihadistas del DAESH (Estado Islámico) y los jóvenes afganos sin futuro en un país arrasado. No es de extrañar que tan pesada carga asfixiase tan pequeña vida.

Entre lágrimas, casi sin poder hablar, el padre del pequeño que pereció junto a su hermano mayor y la madre de ambos, dijo que esperaba que por lo menos este terrible suceso sirviese para remover conciencias. Es un triste consuelo haberlo conseguido. Porque lo cierto es que no ha sido hasta que los cadáveres han empezado a llegar a las costas europeas, entre las balsas hinchables de refugiados con mejor fortuna, que se ha empezado a hablar de crisis humanitaria, a pesar de que ésta llevaba ya casi un lustro instalada en los campos de desplazados. Según datos de ACNUR (la agencia de la ONU para la atención a los refugiados) más de cuatro millones de sirios han huido de la guerra a Líbano, Jordania, Turquía y otros países limítrofes. Y eso sin contar los, al menos, 7.600.000 desplazados internos. El caso del Líbano, que con menos de cuatro millones y medio de habitantes, acoge a más de un millón de refugiados, debería ser suficiente para sacar los colores a tanto político europeo afanado en reducir la cuota que le corresponde a su país.

Lo que es peor, diversas agencias humanitarias pasaron meses avisando de que sus reservas para atender a esta marea humana se estaban agotando. Hasta que al final, ante la escasez de donaciones, gubernamentales y privadas, tuvieron que suspender de manera gradual desde principios de año la asistencia alimentaria a los desplazados. Este empeoramiento de las ya de por sí precarias condiciones en los campos de refugiados, ha puesto en marcha el éxodo que ahora llega a las costas europeas.

Pero aunque señalar con un dedo acusador a los políticos y ciudadanos occidentales pueda ser tentador (y sencillo), lo cierto es que estos no son sino una parte más de una ecuación muy compleja. En lo medios y en las redes sociales árabes se ha criticado mucho el significativo rechazo de los países del Golfo a recibir refugiados, a pesar del destacado papel que sus gobiernos han tenido en la guerra, apoyando cada uno a su facción armada islamista favorita. A pesar de que su desahogada economía les permitiría acoger a decenas de miles de sirios en condiciones más que dignas, se han negado a hacerlo, poniendo todo tipo de impedimentos a su entrada y asentamiento.

Por otra parte, si el régimen de El-Assad no ha colapsado todavía, en el frente militar y en el diplomático internacional, es gracias a sus aliados: Rusia e Irán, éste último a través de la milicia libanesa, Hezbolá. Es indudable que esta actuación prolonga la guerra, por ejemplo cuando el gobierno ruso aumenta su apoyo militar al régimen en vista de sus reveses de los últimos meses. Cuando se habla de intervención extranjera en Siria se pasa por alto que ésta existe desde hace mucho.

Sí, desde luego los países occidentales tienen su responsabilidad en la situación de Oriente Medio, pero el discurso antiimperialista monotemático de una parte de la izquierda está tan acabado como la guerra fría que le daba sentido. Las olas que hundieron el bote del pequeño Aylan no venían sólo del oeste.

No cabe duda de que la magnitud de la crisis y la tragedia nos obliga a replantearnos muchas certezas que han dado forma a los discursos en los países europeos, tanto el oficial como el crítico. Políticos y medios de comunicación se han esforzado siempre por introducir una falaz distinción entre inmigrantes económicos y refugiados. Esta puede parecer especialmente relevante en este caso, pero precisamente lo que hace el éxodo sirio es derribar sus premisas. La mayoría de los refugiados que llegan ahora a Europa no huyen directamente de las zonas de combate (eso ya lo hicieron hace años), sino de campos de desplazados o de países vecinos en los que las condiciones de vida se han vuelto insoportables. Y lo hacen en compañía de afganos e iraquíes en la ruta del este y de subsaharianos en la del centro del Mediterráneo, desde Libia. Todos ellos dejan detrás de sí continentes arrasados por conflictos interminables y por la miseria más absoluta, factores que se alimentan siempre entre sí y que no se pueden separar del modo nítido que querrían los oficiales de inmigración. Considerar a unos refugiados y a otros inmigrantes económicos ilegales carece de todo fundamento.

Pero también la noción de derechos humanos sobre la que se ha construido el discurso crítico, liberal o de izquierdas, hace aguas. De la manera más evidente, porque estos parecían no existir antes de que los refugiados llegaran a millares, derribando las barreras en las fronteras y consiguiendo con los cadáveres de sus hijos un triste e indeseado hueco en los medios de comunicación. Pero esto lo que pone en evidencia es la falsedad de la noción en sí. Los derechos humanos, tan caros a los liberales y a la izquierda bienpensante, no existen más que como cristalizaciones momentáneas de la lucha de los desposeídos por el reconocimiento y la supervivencia, por abolir las injusticias y las discriminaciones de que son víctimas. Los derechos no existen hasta que se conquistan.

Por eso la cadena de los miles de niños yunteros que se ahogan en nuestras costas o malviven en campos de refugiados sólo se puede romper con el martillo del corazón de quienes también hemos sido niños yunteros. De todas nosotras. No sólo porque en el caso más concreto español se tenga relativamente reciente la desoladora experiencia de la Guerra Civil y el exilio, con el legado de desarraigo y honda tristeza que comparten todos los derrotados del mundo. Sino porque la lucha de los refugiados es una barricada en la que podemos converger todos. En los países europeos somos millones de desposeídos, trabajadoras afectadas por reformas laborales, por los recortes, por las políticas de austeridad. Cuando nos defendemos de la agresiones de la case política y de los dirigentes económicos, luchando para conquistar de nuevo los derechos perdidos en el naufragio de la crisis, son también los de los refugiados los que ganamos, como futuros compañeros de tajo. Cuando la movilización en la calle derrota al racismo y a la xenofobia, cuando obliga a los gobiernos a abrir las fronteras y a recibir desplazados, son nuestros derechos los que defendemos, al afirmar nuestra libertad colectiva frente al estado y los fascismos de nuevo cuño.

El director de ACNUR ha dicho que esta crisis humanitaria no se puede resolver con medidas humanitarias (es decir, más ayudas), sino políticas. Tiene razón. Porque política es la lucha por la paz, la libertad y la igualdad, mediante movilización, acción directa y solidaridad. Cuando los dirigentes de todo el planeta participan en la masacre de los desposeídos, sea con bombas o ahogándolos en las olas del mar, es el momento de unirnos para evitarlo. Tal vez así encontremos salida a este atroz sinsentido. Tal vez así germine este pequeño grano de avena sembrado en una playa turca.

Miguel Pérez
Secretaría de Acción Social/Exteriores.

sábado, 19 de septiembre de 2015

La OTAN y los refugiados: la mano que mece la cuna

 
Por ÁNGELES MAESTRO
(7 septiembre 2015)

Un pueblo o una clase carece de identidad, y por lo tanto de capacidad de obrar, si no sabe quiénes son sus enemigos. Y esta conciencia colectiva es histórica porque se nutre de la memoria de la lucha de generaciones anteriores y es concreta porque da cuenta de las relaciones sociales en cada lugar y en cada periodo determinado.

Este axioma fundamental, consustancial a la lucha de clases, es el que se ha borrado de los discursos de las formaciones que se mueven en la órbita de Podemos, incluyendo a IU. Y cuando hablamos de la guerra imperialista como la expresión más brutal de la lucha de clases el resultado es patético.

Esa identidad de clase y de pueblo es la que permite establecer los vínculos entre los sucesos que las clases dominantes se aprestan a ocultar. Por ejemplo, la relación entre las maniobras militares de la OTAN que se iniciarán el mes que viene, financiadas con nuestros impuestos, y que se desarrollarán en territorio del Estado español y la llamada crisis de los refugiados.

Esa conciencia es la que ayuda a comprender que se trata de la misma OTAN que destruyó Libia, el país que tenía el Índice de Desarrollo Humano más elevado de toda África. La misma que financió y pertrechó a los talibanes para derrocar al único presidente de toda la historia de Afganistán que sacó durante un breve periodo a su país de la Edad Media. Los mismos estados miembros que destruyeron a Iraq, el país árabe más desarrollado.

Los mismos jefes y jefas de Gobierno de países de la UE, de cualquier color político, que junto al de EEUU, premio Nobel de la Paz, financian, entrenan y arman a los mismos mercenarios y criminales que simultáneamente califican de terroristas y que dicen perseguir. Y las bombas que dicen lanzar sobre el Estado Islámico o Daesh caen en realidad sobre la resistencia kurda, siria o libanesa. En este infame equipo de gobernantes europeos hay que incluir al gobierno de Syriza-Anel que durante su corto mandato permitió que Grecia participara en todas las maniobras y misiones organizadas por la OTAN, estrechó la colaboración militar con Israel, puso a disposición de EEUU y la OTAN la isla de Kárpatos para convertirla en una gran base militar para la aviación, votó a favor de la prolongación de las sanciones de la UE contra Rusia, etc.

Porque, precisamente, la consecuencia de esas intervenciones y alianzas militares criminales es la huida desesperada de miles y miles de personas en búsqueda de asilo. En el Mediterráneo se juntan con las que huyen de otras guerras menos renombradas pero que sistemáticamente son provocadas por las mismas potencias europeas o estadounidenses que saquean sus países, desestabilizan gobiernos o asesinan presidentes poco colaboradores en la venta a precios de saldo de sus riquezas.

¿Y que ha pasado con las organizaciones y dirigentes de la supuesta izquierda que saben perfectamente todo eso? Yo acuso de complicidad dolosa a quienes no han tenido el valor de enfrentarse a la propaganda de guerra que demoniza sistemáticamente a los dirigentes del país atacado antes de destruirlo. La diana de esta propaganda, el objetivo somos nosotros, nuestra capacidad para saber quienes somos como clase, como pueblo, para enfrentar a nuestros enemigos y descubrir que quienes pagan salarios de miseria por jornadas de trabajo interminables son los mismos culpables directos de la muerte de los miles de Aylanes de todo el mundo.

Lo que temen es que comprendamos eso, que millones de trabajadoras y trabajadores de los países miembros de la OTAN entendamos las bases del sistema que mece esta cuna mortal y actuemos en consecuencia. Quizás la imagen más elocuente sea la del que ha sido hasta haces pocos meses Secretario General de la OTAN (2009–2014), Anders Fogh Rasmussen, y responsable directo de los ataques a Libia, a Afganistán, a Siria, etc., contratado como consultor del banco estadounidense Goldman Sachs. Sobre todo si sabemos que se trata del mismo banco que tras la destrucción de Libia se apropió de 1.300 millones de dólares del Estado Libio y participó, con otros bancos europeos y de EEUU, en el expolio de sus fondos soberanos congelados por las potencias agresoras al comienzo del ataque.[1]

Por ello produce una infinita vergüenza ajena observar cómo la llamada crisis de los refugiados con sus dramáticas imágenes de sufrimiento ha servido para que se haya desatado una carrera entre los nuevos alcaldes y alcaldesas «rebeldes» —como se autodenominan— para ver quién destina más recursos, para atender a más personas y mostrar mejor su solidaridad. Todo eso mientras los Centros de Internamiento de Emigrantes (CIES) están repletos, la policía municipal va a la caza de los del top-manta, prosiguen los desahucios de los pobres (de cualquier nacionalidad), etc.

Y sobre todo, lo hacen ahora, después de que sus organizaciones permanecieran calladas e inactivas mientras se aniquilaban los países de los que proceden las personas refugiadas. Algunas de ellas, con sus intelectuales orgánicos, no sólo asistían impasibles al desmoronamiento del potente movimiento contra la guerra surgido ante la invasión de Iraq, sino que apoyaban directamente a los «rebeldes» pertrechados por la OTAN. Prestaban así un ¿impagable? apoyo a uno de los objetivos fundamentales del poder, identificado perfectamente desde la creación de la OTAN en 1949: neutralizar al enemigo interno.[2]

Porque ¿cómo debemos calificar a dirigentes que miraron para otro lado mientras la OTAN, la UE, EEUU y sus mercenarios locales devastaban los países de los que proceden los refugiados —o incluso justificaron los ataques imperialistas desde posiciones de supuesta izquierda— y que ahora se desgarran las vestiduras ante las imágenes terribles de su dolor?

Atahualpa Yupanki en un poema memorable decía: «¿Qué dios ayuda a los pobres?, tal vez si o tal vez no; lo que es seguro es que almuerza en la mesa del patrón». Quizás sus palabras fuertes y su «humanitarismo» ocupen las pantallas y los titulares de los medios de comunicación porque cumplen la valiosísima función de impedir que la inmensa mayoría comprenda las causas e identifique con nombres y apellidos a los criminales y a sus cómplices.

Porque, precisamente, comprender las raíces y las dimensiones de la guerra global en la que estamos inmersos es la condición indispensable para ser capaces de responder eficazmente a la barbarie como clase y como pueblos.


[1] Manlio Danucci (2015) Goldman Sachs – OTAN Corp. http://www.voltairenet.org/article188504.html
[2] El senador norteamericano Arthur Vanderberg lo proclamaba abiertamente: «La OTAN debe servir ante todo a la finalidad concreta de asegurar una defensa adecuada contra la subversión interna».

martes, 8 de septiembre de 2015

Revueltas campesinas y origen del anarquismo andaluz


Por CARLOS ALBO RODRÍGUEZ

«En Andalucía, los habitantes son en su inmensa mayoría simples labriegos que solamente tienen temporal y precaria ocupación y viven el resto del año sumidos en la miseria y la inacción por falta de trabajo remunerador. Sus mujeres e hijos no encuentran tampoco trabajo y todos ellos, amontonados en las ciudades o los pueblos grandes, viven de la caridad pública (…) en un estado miserable de hambre, lo cual no se corresponde a la fertilidad del suelo, y no es, desde luego, motivado por su pereza» (CAMPOMANES, Cartas político económicas, c. III).

Mucho se ha escrito y discutido sobre la existencia o no de una organización terrorista anarquizante en la Andalucía del XIX, conocida popularmente como la Mano Negra. Supuestamente, la susodicha es la responsable de la inestabilidad política en el sur de España durante todo el mencionado siglo, plagando de atentados el campo y la ciudad andaluza decimonónica. No dedicaré por tanto más tiempo a dicha discusión, sino a realizar un relato de los hechos a la misma atribuidos y a su contexto más próximo.

Así, podríamos comenzar por establecer los orígenes ideológicos de los movimientos campesinos andaluces. Para ello, resulta imprescindible nombrar a aquel que votase, allá por 1823, la destitución en Cortes de Fernando VII, don Joaquín Abreu, quién más tarde, en 1831, habría conocido en Francia a Carlos Fourier, un utopista que influyó de manera decisiva en su pensamiento. A su regreso a España, Abreu se dedicó a la difusión de sus ideas en El Eco de Madrid, y en su entorno más cercano, en la ciudad de Cádiz.

No se puede descartar su influencia en los acontecimientos que se sucederán entre finales de los años treinta y mediados de los cincuenta en la provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva, donde de forma aislada pero sucesiva se producen levantamientos violentos, ocupaciones de tierras y reparto de las mismas, así como de ganado, todos ellos abortados, en ocasiones con la intervención del ejército. Resulta complicado, por su dispersión y falta de uniformidad, establecer patrones comunes o causas directas que los provocasen, sin embargo sí parece haber sido determinantes la desamortización de Mendizábal y la sublevación de La Granja. También, las leyes agrarias de Carlos III podrían estar detrás del descontento del campesinado andaluz.

Más tarde tendría lugar la última gran desamortización, la de Madoz, en mayo de 1854, a lo que seguiría meses más tarde el levantamiento originario de la revolución liberal, que daría origen al conocido como bienio progresista. Inmediatamente se producen las primeras detenciones de las que tenemos constancia en relación con los sucesos de las dos décadas anteriores, acusados de formar parte de una asociación secreta y de subversión del orden social establecido.

En 1857, se constata un nuevo levantamiento en la provincia de Sevilla, éste mejor documentado que los anteriores. Unos ciento cincuenta trabajadores entran a plena luz del día en El Arahal y Utrera de forma simultánea, tomando por sorpresa a la Guardia Civil hasta tal punto que accedieron sin violencia al archivo municipal, que destruyeron en parte, así como el de alguna escribanía. Estos hechos, condenados por los partidos políticos, que no alcanzaban a darles explicación, según parece, eran vox populi, y fueron inmediatamente denunciados y perseguidos por el Ejército y la Guardia Civil, dando caza a la mayoría de los partícipes en la serranía de Ronda. Todos ellos fueron condenados a muerte por el Consejo de Guerra, siendo fusilados sus líderes de acuerdo con el fallo. No sucedería así con aquellos que fueron detenidos más tarde, sentenciados en la misma medida por el tribunal, pero que gracias al clamor popular y a la intercesión de los partidos que reclamaron clemencia a la Reina, vieron como la pena de muerte les fue conmutada. Más tarde, la autoría intelectual sería atribuida a una organización, supuestamente comunista, descubierta en el Arahal.

Como vemos, hasta ahora toda la actividad registrada aquí se halla circunscrita a Andalucía occidental, si bien no se limita a ella. Sí lo hace, sin embargo, al área localizada al sur del río Guadalquivir. Esto responde a las características geográfico-climáticas que hacen de esta zona el entorno agrario por excelencia de la región, frente a un norte minero y pecuario altamente despoblado. Así, observamos cómo cerca de Antequera se subleva el albéitar de la localidad, a consecuencia de una condena dictada sobre el mismo por el alcalde de la ciudad en relación a un movimiento popular sedicioso, otra vez en verano, como ya sucediese en El Arahal y Utrera. Parte junto con algunos seguidores a la provincia de Córdoba, donde lo encontramos días más tarde rindiendo al cuartel de la Guardia Civil y reclamando suministros. Tras reunir un importante grupo, toma la localidad de Loja, donde subleva al pueblo y planta cara al Ejército, resistiendo por cuatro días, tras lo que decreta abandonar la ciudad y huir. Detenido y condenado a muerte, es indultado por el Ministro de Gobernación. Al ser preguntado por la motivación de sus acciones, este contestó que lo hacía «contra la monarquía» y por «la democracia».

Con la sublevación de la leva en 1868 y una nueva revolución, conocida esta como La Gloriosa, se suceden desde el mismo día siguiente los alzamientos campesinos y la toma de tierras adquiridas por la burguesía tras las sucesivas amortizaciones en la provincia de Cádiz primero, Huelva y Sevilla después, y, de forma más excepcional, Málaga y Córdoba, aconteciendo en numerosas ocasiones en las mismas localidades que en el segundo cuarto del siglo. La reacción de los terratenientes no se hizo esperar, negándose a desempeñar cargos públicos y manifestando su enemistad con la Revolución; a ello siguió la del Gobierno, enviando al Ejército en defensa de los propietarios, que desalojaron a los campesinos de las tierras ocupadas y disolvieron las milicias que había participado en la consecución de la Revolución, a las que desarmaron no sin resistencia.

De esta forma quedaron sofocadas las diferentes revueltas que, sin embargo, volverían el año próximo a la provincia Cádiz, una vez más en verano, tras conocerse la continuidad de la monarquía, si bien en una nueva dinastía, por la decisión tomada en las Cortes constituyentes. El mismo general Prim afirma la coordinación y gran madurez de los insurrectos, a quienes reconoce como «gente del campo» armada, frente a la desorganización de la anterior revuelta y la participación en ella de parte del proletariado urbano, al menos del gaditano. Esta sucesión de contratiempos y desengaños pudo llevar al pueblo andaluz a renegar de los cauces políticos establecidos, siendo fundamental para allanar el camino a la entrada del anarquismo.

Además, en 1868 el italiano Giuseppe Fanelli ya había hecho su aparición en España, sembrando el germen de lo que aquí sería el anarquismo. Sus ideas no tardaron en impregnar la mente de quienes las habían escuchado, creyéndose iluminados por una verdad absoluta. En poco tiempo, estas llegaron a Andalucía, donde surgieron nuevos grupos en Arahal, Lora del Río y Arcos de la Frontera, a los que siguieron otros en la provincia de Cádiz y en las pequeñas poblaciones del bajo Guadalquivir. La idea era llevada de pueblo en pueblo por voluntarios que se ofrecían para transmitirla. Hacían reuniones, escuelas nocturnas para enseñar a leer, propaganda antirreligiosa, se fomentaba la comida vegetariana y la abstención alcohólica, llegándose en ocasiones a prohibir el tabaco.

A raíz de la expulsión de Bakunin y sus simpatizantes de la Internacional, éstos decidieron reunirse quince días después en Saint-Imier, en el cantón del Jura suizo. Allí asistieron los delegados españoles González Morago y Farga Pellicer, quienes volvieron entusiasmados y se apresuraron a convocar un Congreso Regional que habría de celebrarse el 26 de diciembre de 1872 en el teatro Moratín de Córdoba, al cual asistieron 54 delegados representando a los miembros de 236 federaciones locales y 516 sindicatos. Las conclusiones de Saint-Imier fueron aprobadas por unanimidad, dando lugar a la primera organización puramente anarquista en España, declarándose las secciones locales y sindicales «soberanamente independientes», perfectamente libres de renunciar cuando gustasen a su adhesión a la Federación.

Pero en este mismo periodo, los bandoleros, héroes populares hasta entonces, se vuelven ahora contra los propios campesinos. Ante la venta de las tierras comunales, la presión de los mismos era creciente, una situación a la que había que ponerle freno. Así, entre 1868 y 1873, cada vez que un bandolero era detenido, los caciques forzaban su liberación para ponerlos a trabajar a sus órdenes, actuando como represores de aquellos que protestaban, generando un percance terrible contra los intereses de los mismos.

Como contraprestación al cambio de bando de los bandoleros, a partir de 1870 comienzan a unirse con las organizaciones obreras pequeños arrendatarios y aparceros, que a menudo se veían obligados a buscar trabajo asalariado para complementar sus ingresos, viéndose en una situación similar a la de los jornaleros, quienes habían protagonizado hasta entonces sus protestas, rechazando el trabajo a destajo y pidiendo el aumento del salario. Esta asociación fortaleció notablemente la lucha campesina. Sin embargo, muchos de ellos se veían obligados a buscar trabajo fuera de sus municipios, por lo que se veían distanciados de los intereses de los jornaleros. En Córdoba, en muchas asociaciones campesinas se modificó la definición de trabajador para que pudiesen participar pequeños empresarios empobrecidos, limitándose el acceso a aquellos que poseyeran menos de dos o tres hectáreas de tierra, quedando el resto excluido.

Con la llegada de la I República, Sevilla, Cádiz, Jerez y Málaga se declaran independientes. Del mismo modo hicieron, aunque sin éxito, Córdoba y Jaén. Los cantonalistas compartían muchos puntos con los anarquistas, como el anticlericalismo, manifestado en Sevilla con la conversión de la catedral en un café. Sin embargo, estos no tuvieron suficientes apoyos y, en el mes de julio, el general Pavía entró en Sevilla con un puñado de tropas, y con una mezcla de tacto y de firmeza restableció el orden en Andalucía.

Tras el fracaso de la I República, el 10 de enero de 1874, se decretó la disolución «por motivos de seguridad» de la Asociación Internacional de Trabajadores en España. Esto devolvió a la clandestinidad a los asociados, que crearon pequeñas sociedades secretas. En Jerez, la muerte de perros de guardia se extendió por la zona para que estos no pudieran ladrar a su paso, camino de las secretas reuniones nocturnas. Este periodo acabó en 1881 con la llegada al poder del gobierno liberal de Sagasta, legalizando los sindicatos y las organizaciones obreras. Al año siguiente, en 1882, se celebró un nuevo congreso en Sevilla, ante la perspectiva de pasar a la legalidad, limitando la lucha al debido uso de la huelga. Sin embargo, se presentaba un problema. La huelga, para realizarse efectivamente, necesitaba de un fondo económico para subsistir, algo que muchos campesinos andaluces no se podían permitir. Se buscó una forma de conciliación, pero un grupo autodenominado 'los desheredados', compuesto por varias secciones de Jerez y Arcos de la Frontera, abandonó la Federación en defensa de la lucha violenta. Además, a esta situación había que añadir la particularidad de la huelga en el campo en época de cosecha, ya que no supondría quedarse sin comer unas horas o días, sino probablemente el resto del año.

En esa época, en la cárcel de Jerez había más de cuatrocientos presos por asesinato o asociación ilícita en relación con los sucesos del campo, escogidos según parece arbitrariamente de entre los miles de militantes con que contaban las más de ciento cincuenta federaciones. Condenados por pertenencia a una organización secreta, por haber participado de sus acciones o de su presunto jurado popular, muchos fueron ajusticiados y otros muchos perecieron allí. La represión fue grande, pero hasta final de siglo se tiene constancia de nuevos levantamientos, como el de Jerez de 1891, motivado por la huelga de Barcelona, en la que en nombre de la revolución social los campesinos en armas tomaros la ciudad durante algunas horas, hasta que fueran desalojados con gran violencia por la policía y condenados a trabajos forzosos.

23 abril 2015


Bibliografía

– DÍAZ DEL MORAL, Juan. Historia de las agitaciones campesinas andaluzas: Córdoba. Alianza, 1967. Madrid
– MALEFAKIS, Edward. Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX. Ariel, 1972. Barcelona
– BERNALDO DE QUIRÓS, Constancio. El espartaquismo agrario andaluz. Turner, 1971. Madrid
– BERNAL, Antonio Miguel. La propiedad de la tierra y las luchas agrarias andaluzas. Ariel, 1977. Sevilla
– KAPLAN, Temma. Orígenes sociales del anarquismo en Andalucía: capitalismo agrario y lucha de clases en la provincia de Cádiz, 1868-1903. Crítica, 1977. Barcelona
– BRENAN, Gerald. El laberinto español: antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil. Ruedo Ibérico, 1970. París

jueves, 3 de septiembre de 2015

II Encuentro Anarquista del Libro y del Fanzine en Valladolid


Hola a todas y a todos.

Otro año más, las personas que formamos la asamblea del encuentro anarquista del libro y el fanzine de Valladolid decidimos volver a juntarnos para llevar a la calle y a los espacios comunes las diferentes temáticas y cuestiones en torno a la edición, distribución y debate de material de lectura de carácter libertario.

Un año más, apostamos por la difusión de las ideas antiautoritarias a través del papel, a través de la distribución anticomercial y la filosofía del hazlo tu mismx, y por ello, hemos decidido continuar con la segunda edición de este encuentro para el próximo mes de octubre.

¿Por qué un encuentro?

Creemos en la necesidad de llevar a cabo el encuentro. Nuestra intención no es que simplemente se presenten unos textos para ser consumidos pasivamente, sino que queremos darle especial importancia al hecho de encontrarnos, de que personas y colectivos con inquietudes antiautoritarias, venidos de diferentes lugares, confluyamos, por unos días, poniendo en común ideas, luchas, expectativas y proyectos.

¿Por qué anarquista?

Nuestra intención es que se cree un espacio donde poder relacionarnos de una forma sana y viva, es decir, de acuerdo con las ideas anarquistas y antiautoritarias. Por ello, la organización y la gestión del encuentro serán acordes con estas ideas. Esto, claro está, no quiere decir que todos los libros, fanzines, proyectos, etc. que se vayan a presentar, sean, ni tengan porque considerarse anarquistas, ni mucho menos las personas que nos vamos a encontrar.

¿Porque del libro y del fanzine?

La comunicación escrita nos parece muy importante para plasmar, difundir y contrastar pensamientos e ideas que nos sirvan para formarnos y avanzar políticamente, tanto en lo individual como en lo colectivo. Hemos querido incluir el fanzine en el nombre del encuentro ya que nos parece interesante hacer hincapié en la importancia del contenido de las publicaciones independientemente de su formato, siendo conscientes de que muchas veces damos menos valor a los textos editados en formatos menos llamativos por este simple hecho. Es un pequeño guiño a la ruptura de esta lógica.

Las personas encargadas de dar vida y gestionar este encuentro lo hacemos con las ganas, la ilusión y la necesidad de:

—Dotar un espacio donde las distintas editoriales que se mueven en el entorno antiautoritario y anticapitalista puedan promocionar las últimas novedades de sus catálogos en Valladolid.

—Facilitar un lugar de encuentro para personas interesadas en las distintas temáticas que vamos a tratar en la programación, como vía para promover la creación de contactos, promoción de redes etc.

—Acercar el ideario anarquista a las personas de Valladolid a través de todos los medios culturales que podemos ofrecer: los libros, los fanzines, los periódicos, las revistas, el teatro, los cortometrajes o la música.

—Promover la formación de las personas de una forma integral de cara a mejorar tanto como personas como organizaciones, con la finalidad de lograr a través de ello el mayor bienestar posible en cuanto a lo personal y la facilitación de unas condiciones que nos permitan acercarnos a una revolución social que consideramos como imprescindible para que el bienestar no sea sólo personal, sino social.

Programa: