lunes, 29 de mayo de 2017

Los estibadores son la excusa, el objetivo son tus derechos


Los estibadores son el nuevo colectivo denigrado para ser expoliado de sus derechos. Antes lo fueron los controladores aéreos, los profesores, los funcionarios, los mineros, los basureros de Málaga, los conductores de Metro, los transportistas, los maquinistas de Renfe.

LA MAREA
27 mayo 2017
El uso del término «privilegio» es habitual en la patronal y sus acólitos mediáticos en cada conflicto laboral y negociación. Su objetivo es enfrentar a los trabajadores y enseñar a los que peores condiciones tienen que no deben defender a sus compañeros de clase, porque ellos viven mucho mejor. Así se aísla al colectivo en conflicto y es más fácil privarlo de sus derechos adquiridos para equipararlo con los que menos tienen. Es una táctica conocida de atomización de los trabajadores, separar para laminar. Todos iguales, pero por abajo.

En el año 2013, en plena ofensiva del gobierno y patronal contra los derechos de la clase obrera, Juan Rosell, presidente de la CEOE, dio una master class de esta forma de proceder. Rosell propuso para combatir la dualidad del mercado laboral eliminar los «privilegios» de los contratos indefinidos: «¿Estarían dispuestos los trabajadores fijos a aceptar estas nuevas condiciones en beneficio de los que tienen contratos temporales nuevos? Sería un experimento importante, pero no creo que lo aceptaran. Creo que esto es Alicia en el país de las maravillas», dijo el jefe de la patronal. Enfrentar a los trabajadores con contratos indefinidos con los que tienen derechos adquiridos para crear la falsa ilusión de que su problema no es la patronal, sino sus compañeros con un contrato de mejor calidad.

Esperanza Aguirre utilizó el mismo plan contra los trabajadores públicos para justificar su plan de recortes del año 2011. En una escalada dialéctica que se llevó por delante a todos los empleados del sector público, calificó de «privilegios» que los funcionarios cobrasen el 100% del sueldo al enfermar. Ya no hay de qué preocuparse: gracias a la campaña y a la falta de solidaridad ya no es un problema. Hoy en día ese derecho ya no existe. El discurso que denomina privilegios a los derechos adquiridos para enfrentar a un colectivo en concreto y que sólo persigue mermar las condiciones de toda la clase obrera no es nuevo, de hecho es tan antiguo como el movimiento obrero. Desde que hay un trabajador organizado para mejorar sus condiciones hay un patrón, un burgués, o un escribiente a sueldo que enarbola la palabra «privilegio» para combatirlo.

El diario El Liberal publicó en 1868 un folletín de Jose María del Campo, un plumilla preocupado por los inicios del movimiento obrero, que advertía a los conservadores y capitalistas del tiempo que se avecinaba con las exigencias proletarias:

«Los obreros estamos divididos en categorías como todas las clases sociales. No hagamos mistificaciones, y no engañemos a los demás, engañándonos a nosotros mismos. Hay el jornalero del campo, el peón agrícola que se alimenta con gazpacho o pan solo malo y escaso, duerme sobre el duro suelo y vive constantemente a la intemperie; y hay el jornalero de ciudad, que duerme en colchón y bajo el techado junto a su familia y pasa algunos ratos en la taberna, si es que no se permite ir al café o al teatro alguna vez; y hay el obrero que va de francachelas frecuentes y asiste a lidias de toros; y hay obreros también que trabaja en templadas aunque estrechas habitaciones y huelga todas las fiestas, y se permite gastar bota de charol y camisa bordada…Ya sé yo que también hay clases privilegiadas entre los trabajadores, y que si los más desgraciados llegan a pensar seriamente en esto, van a decir que ellos se contentarían con dormir bajo techado y disponer de un par de reales para gastar los domingos. Otros, en fin, quisieran ser amos y mandar, y tener una casita propia y cómoda, y a ser posible hasta tener un cochecito propio para visitar los domingos el cortijo o el chalet, como dicen los ricos…¿Qué es lo que queremos? ¿Qué debemos pedir?¿Sólo el alimento diario? ¿Aumento de salario? Yo bien sé lo que queremos todos, trabajar poco y tener mucho dinero.»

En nuestro tiempo los estibadores son el nuevo colectivo denigrado para ser expoliado de sus derechos. Antes lo fueron los controladores aéreos, los profesores, los funcionarios, los mineros, los basureros de Málaga, los conductores de Metro, los transportistas, los maquinistas de Renfe. A todos les une lo mismo, son colectivos organizados defendiendo sus derechos y con fuerza para doblegar a la patronal. No son sus privilegios, son tus derechos. Los de todos los trabajadores.

Los estibadores, el nuevo objetivo

El lema de los estibadores destila agresividad, es duro, vehemente y no deja atisbo para la mesura. Estiba o muerte. Una proclama que algunos utilizan para atacar la violencia de los trabajadores que la enarbolan en cada asamblea en la que se deciden si van a la huelga contra la patronal y el gobierno, que son todo uno. Lo que trasciende del lema no es más que una evidencia que conocen todos los que tienen un empleo como el suyo. Conviven con la muerte, con la incertidumbre de una labor que se desarrolla bajo contenedores de 10 toneladas o sobre pilas de estos de más de 30 metros de altura. Pero no es sólo un lema que apele a los riesgos de su trabajo, sino que incide en lo que significa para los trabajadores su empleo. No es retórico establecer la dicotomía sobre el trabajo o la muerte.

Cualquier obrero sabe que el único patrimonio que tiene es su trabajo. Y como mejor se defiende es en compañía, con la solidaridad del resto de compañeros de tajo, y de clase. Eso lo saben los que durante años han visto la lucha obrera como el mayor enemigo de la patronal, porque lo es. Atacar la unión de los trabajadores es uno de los mayores objetivos de las oligarquías. Sin unión, el trabajador es vulnerable.

Jonathan, «Chinin» para los compañeros, es un joven estibador que lleva diez años trabajando como operador de grúa en el puerto de El Musel, Gijón. Nos reunimos con él en una terraza cercana a la Casa del Mar al final de su jornada, nos saludamos y al momento nos interrumpe una llamada: «Perdona, estamos organizando unos cursos de operario de grúa y estaba hablando con una compañera para darle información». La conversación sobre las negociaciones no aporta mucha información, están en plena discusión y no quiere avanzar nada, prefiere ser prudente. Le preguntamos sobre el hecho de que en los medios les llamen privilegiados: «Mira, la gente que habla en televisión tiene mucha voz, pero eso no nos preocupa, nosotros nos movilizamos por nuestro trabajo. Lo que tenemos, si es mucho o poco, nos lo hemos ganado juntos, peleándolo, y eso vamos a seguir haciendo. Lo que digan en la tele me preocupa poco».

Se une a nosotros la compañera de tajo de Chinin, para hablar con él del curso de operario de grúa. Claro que hay mujeres en la estiba. El machismo es sólo otra excusa que usan para quitarles los derechos adquiridos. Las trabas que las mujeres tienen para entrar en Algeciras sólo les han importado a unos pocos, a los mismos que ahora defienden a los estibadores. Terminamos la conversación y se quedan al final de su jornada organizando un curso para seguir formándose.

Los trabajadores de la estiba han pospuesto las jornadas de huelga planteadas tras la aprobación del Real Decreto Ley, después de que las negociaciones con la patronal ANESCO hayan sido esperanzadoras y les permitan augurar que sus puestos de trabajo y las condiciones se mantendrán. La equiparación de la huelga con el chantaje, que los medios plegados a la patronal hacen de las movilizaciones para enfrentar al resto de trabajadores con los estibadores, ha vuelto a quedar en evidencia. Nadie hace huelga si no ve atacados sus derechos, o si no la necesita para mejorar sus condiciones de trabajo. Es la herramienta de defensa de la clase obrera, de protección de sus intereses. Por eso es denostada de forma continua.

Estiba o muerte no es más que un modo de explicar de forma combativa que la estiba es tu pan, que sin estiba hay hambre, algo que sabe cualquier colectivo de trabajadores organizados. El pan se defiende, el trabajo se defiende. No hay alternativa para quien sólo tiene lo que le dan sus manos. No debiera haber alternativa para el resto: solidarizarse con cualquier colectivo que lucha por su situación, porque los derechos de un sólo trabajador son los de todos. Los estibadores luchan por sus condiciones y las nuestras, su victoria será la de toda la clase trabajadora. Cuando un colectivo pierde sus derechos los estamos perdiendo el resto. Carolina Alguacil escribió hace 12 años en El País una carta al director en la que se quejaba amargamente de las condiciones laborales de toda una generación, «Yo soy mileurista», decía. Nadie se atrevería en 2017 a escribir una carta quejándose por cobrar mil euros al mes, sería un privilegiado.

Antonio Maestre

miércoles, 24 de mayo de 2017

Cuando mueren los imperios

 

Por MUMIA ABU-JAMAL

La revista Foreign Affairs publicó recientemente un extraordinario artículo por el conservador historiador británico Niall Ferguson, de las Universidades de Harvard y Oxford, en el que estudia las razones que causaron la caída de diez grandes imperios.

Su tesis básica es que grandes y poderosos imperios pueden caer con una rapidez sorprendente, generalmente en el espacio de un ciclo de vida —y a veces en menos tiempo.

Citando obras de historiadores e intelectuales, Ferguson escribe sobre los Imperios Romano, Británico, Francés, Otomano, Ming, Qing, y sobre el Imperio Ruso, entre otros. Muchos imperios duraron varios siglos y tuvieron un poder casi global.

¿Cómo cayeron? Algunos debido a crisis económica, generalmente causada por aventuras militares, como es el caso francés. Los franceses dieron tropas y dinero a los revolucionarios norteamericanos que buscaban terminar con la ocupación de Gran Bretaña, enemiga histórica de Francia.

En dos decenios los franceses estuvieron virtualmente en quiebra y el pueblo salió a las calles en rebelión contra la nobleza. En pocos años, una revolución envolvió toda Francia y un rey, Luis XVI, perdió su noble cabeza.

Roma, la gloria de Europa, cayó víctima de fuerzas internas y externas. En 50 años, la población romana cayó un 75%. Los vándalos destruyeron sus fronteras, y al mismo tiempo sus antiguos soldados se volvieron bandoleros. La división Este-Oeste, Roma y Constantinopla, debilitó la unidad imperial. Según Ferguson, la gran caída de Roma duró menos de diez años.

Ferguson no sólo estaba dando una lección de historia. Su artículo era para el imperio de los Estados Unidos —uno de los imperios más poderosos y ricos de la historia.

¿Cuál era su propósito? Que sepamos que los imperios —incluso los que parecen más indestructibles— pueden sufrir por la convergencia de problemas financieros, militares, del medio ambiente y de tantos otros; y quebrarse como se quiebra un huevo.

Esta es la lección de la historia: ningún Imperio dura para siempre.

16-04-2010

jueves, 18 de mayo de 2017

Competir para el mercado laboral


Por FREDY PERLMAN

A fin de localizar el origen de la plusvalía, hay que averiguar por qué el valor del trabajo es inferior al valor de las mercancías que produce. La actividad alienada de los trabajadores transforma materiales con la ayuda de instrumentos y produce una determinada cantidad de mercancías. Sin embargo, cuando estas mercancías se venden y los materiales consumidos y los instrumentos utilizados se han pagado, a los trabajadores no se les entrega el remanente del valor de sus productos como el salario, sino menos. En otras palabras, durante cada jornada de trabajo, los trabajadores realizan cierta cantidad de trabajo no pagado, de trabajo forzado, por la que no reciben equivalente alguno.

La realización de este trabajo no pagado, de este trabajo forzado, es otra «condición de supervivencia» de la sociedad capitalista. Sin embargo, y al igual que la alienación, no se trata de una condición impuesta por la naturaleza, sino por la práctica colectiva de las personas, por sus actividades cotidianas. Antes de que existieran los sindicatos, el trabajador individual aceptaba cualquier trabajo forzado disponible, ya que rechazarlo suponía que otros trabajadores aceptasen las condiciones de intercambio ofrecidas y que ese trabajador individual no recibiera salario alguno. Los obreros competían entre sí por los salarios que ofrecían los capitalistas, y si un trabajador dejaba su empleo porque el salario era inaceptablemente bajo, siempre había un obrero en paro dispuesto a sustituirle, ya que para un parado un salario reducido es más alto que ninguno. Los capitalistas llamaban «trabajo libre» a esta competencia entre trabajadores, y se desvivían por mantener la libertad de los trabajadores, ya que era precisamente esa libertad la que conservaba la plusvalía del capitalismo y le permitía acumular Capital. Ningún trabajador tenía como objetivo producir más bienes de lo que se le pagaba por fabricar, sino obtener el mayor salario posible. No obstante, la existencia de trabajadores que no recibían salario alguno, y cuya noción de un salario elevado era, por tanto, más modesta que la de un trabajador empleado, permitía al capitalista contratar trabajadores por un salario inferior. De hecho, la existencia de trabajadores parados permitía al capitalista pagar el salario más bajo por el que los trabajadores estuvieran dispuestos a trabajar. Así, el resultado de la actividad cotidiana colectiva de los trabajadores, cada uno de los cuales se esforzaba por obtener el máximo salario posible, era reducir los salarios de todos. El efecto de la competencia de todos contras todos recibían el salario más bajo posible y que el capitalista obtenía la mayor cantidad de plusvalía posible.

La práctica cotidiana de todos anula el objetivo de cada cual. Ahora bien, los obreros no sabían que su situación era el producto de su propia conducta cotidiana, ya que sus propias actividades no eran transparentes para ellos. A los trabajadores les parecía que los salarios bajos eran simplemente una faceta natural de la vida, como la enfermedad y la muerte, y que el descenso de los salarios era una catástrofe natural, como una inundación o un invierno inhóspito. Las críticas de los socialistas y los análisis de Marx, así como un mayor grado de desarrollo industrial, que les dio más tiempo para reflexionar, arrancaron algunos de estos velos y permitieron hasta cierto punto a los trabajadores ver sus propias actividades con más claridad. No obstante, en Europa occidental y en los Estados Unidos, los trabajadores no se deshicieron de la forma capitalista de la vida cotidiana: formaron sindicatos. Y en las condiciones materiales diferentes de la Unión Soviética y de Europa oriental, los trabajadores (y campesinos) reemplazaron a la clase capitalista por una burocracia estatal que compra trabajo alienado y acumula Capital en nombre de Marx.

Con sindicatos, la vida cotidiana es parecida a como era antes de que hubiera sindicatos. De hecho, es casi igual. La vida cotidiana sigue consistiendo en trabajo, en actividad alienada y en trabajo no pagado o forzado. El trabajador sindicalizado ya no negocia las condiciones de su alienación; lo hacen los funcionarios sindicales en su lugar. Las condiciones en las que se aliena la actividad del trabajador ya no las dicta la necesidad del trabajador individual de aceptar el trabajo disponible, sino la necesidad del burócrata sindical de mantener su posición de proxeneta entre vendedores y compradores de trabajo…

«La reproducción de la vida cotidiana»
(1969)

jueves, 11 de mayo de 2017

Berneri y la revolución en España


Por CLAUDIO STRAMBI

El 19 de julio de hace ochenta y un años, los obreros y los campesinos españoles, con las armas en la mano, y después de haber salvado la República del golpe militar franquista, se lanzaron decididos a la realización de un mundo nuevo sin explotadores ni explotados. En Cataluña, Aragón y Levante, orientados por las organizaciones anarquistas, se apoderaron de los medios de producción y distribución, tejiendo la urdimbre de una posible sociedad comunista libertaria.

Los trabajadores, organizados en milicias populares por los sindicatos CNT (libertario) y UGT (socialista), combatieron contra un ejército mucho mejor armado y apoyado por la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. Ninguna ayuda llegó a las fuerzas progresistas por parte de las democracias francesa o británica, mientras la Rusia de Stalin enviaba ayuda con cuentagotas, retardada, haciéndola pagar a precio de oro, y solo a las fuerzas que defendían la propiedad capitalista y la democracia burguesa. El sueño de una sociedad liberada fue triturado entre las garras de acero de la guerra.

Muy pronto llegaron los compromisos: para conseguir las armas que faltaban, las organizaciones libertarias se vieron empujadas a entrar en el gobierno regional de Cataluña primero, y después en el nacional español. La partida resultó cada vez más complicada, las organizaciones libertarias parecían haber olvidado su razón de ser, mientras que la arrogancia totalitaria de los «consejeros» soviéticos se imponía cada vez más. Mucho antes que por el fascismo, el 'corto verano de la anarquía' fue suprimido por la coalición democrático-estalinista que tuvo en el PSUC (el partido comunista catalán) su Noske español (1).

Durante las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona, cuando las fuerzas de la contrarrevolución estalinista desataron el ataque a la revolución libertaria, se entabló en las barricadas la batalla decisiva: CNT, FAI y POUM (comunistas de izquierda) por un lado, y estalinistas, republicanos y catalanistas por otro. Los segundos vencieron por el amplio apoyo de la URSS, pero también por las incertidumbres y los evidentes límites políticos del movimiento libertario español. Así, en la noche del 5 al 6 de mayo, Camillo Berneri y su amigo Francesco Barbieri fueron asesinados a sangre fría por sicarios estalinistas, añadiéndose así a las quinientas víctimas de esas jornadas.

La Revolución española representó un punto y aparte en la historia mundial: una vez derrotada la guerra social en España, el nazi-fascismo desencadenó la Segunda Guerra Mundial, mientras que para el anarquismo internacional nada fue como antes tras esa derrota: solo con el Mayo del 68 primero y, después, con los recientes movimientos internacionales, la hipótesis libertaria ha recomenzado una nueva andadura.

La figura de Berneri en este contexto es decisiva y, al mismo tiempo, simbólica: decisiva por el papel crítico que representa en esos tormentosos y dramáticos sucesos españoles; simbólica porque la supresión física de su límpida inteligencia ha coincidido con el declive temporal de una historia larga y gloriosa.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la figura de Berneri en general y su específico pensamiento y acción en España fueron remodelados en función de una neo-ortodoxia libertaria carente de horizontes políticos. La personalidad de Berneri fue cicateramente manipulada trazando líneas rectas donde en realidad había curvas y contracurvas, contradicciones relevantes y no pocos puntos controvertidos.

Tras la caída del Muro de Berlín, cuando el anarquismo llamó otra vez la atención del gran público, también la figura de Berneri saltó a un primer plano y fue objeto de un renovado interés historiográfico. Con los años se ha ido afirmando un variado sustrato intelectual, que ha intentado de alguna forma redibujar la figura de Berneri, conduciéndolo poco a poco desde su militancia anarquista revolucionaria hasta los límites de un hombre «fuera de lugar», de un «intelectual fronterizo», de una inteligencia atormentada que se agitaba entre un anarquismo liberal, un liberal-socialismo y algo indefinido, tendenciosamente fuera de una rígida lógica de pertenencia, o en busca de un partido que nunca ha llegado a nacer.

No cabe la menor duda de que el recorrido intelectual de Camillo Berneri ha sido muy rico, fascinante, contradictorio, retorcido y controvertido: fue un hombre que llegó a sufrir las sugerencias del marxista Angelo y del reformista Prampolini, de los clásicos Malatesta y Kropotkin, pero también de Salvemini, Gobetti, De Viti de Marco, de toda la escuela liberal italiana (de la que procede su discutible convergencia hasta cierto punto teorizada entre colectivismo y liberalismo).

Un hombre, el «nuestro», en el que encontramos al mejor Bakunin, al mejor Marx y, a contraluz, a Gramsci; pero en el que encontramos también al Proudhon más arcaico, de donde deriva, en parte, la horrenda postura berneriana sobre la cuestión femenina. Por otro lado, posee la considerable fuerza «risorgimentale» de Mazzini, de Cattaneo, de Ferrari y, si continuamos, encontraremos el sólido anarquismo septentrional de Rudolf Rocker, el marxismo antideterminista del sindicalista revolucionario Enrico Leone. Si seguimos profundizando, encontramos su pasión por la democracia radical de los revolucionarios franceses de 1789 y por la tolerancia liberal de Voltaire. Encontramos también una viva simpatía política por el consejismo obrero y por Rosa Luxemburgo (2), pero también el más absoluto rechazo al determinismo marxista del que estaba empapada la comunista germano-polaca. En filosofía, encontramos sin duda a Kant, al matemático-filósofo convencionalista Poincaré e incluso a Einstein y al excura Ardigò. Por no hablar de cierta simpatías evangélicas ¡y muchas más!

De todo esto, sin embargo, este intelectual genial y controvertido, ecléctico y problemático, entusiasmante y censurable, concreto y soñador, fue esencialmente y sobre todo un militante anarquista de primera línea. Alguien que cuando pensaba que era necesario atentar contra la vida de los hombres del fascismo no ejercía de intelectual, lo intentaba él directamente, eso sí, con resultados nada brillantes (3). Berneri fue el anarquista más expulsado de Europa, no porque fuera un intelectual, sino porque era un organizador incansable, preparado para el sacrificio extremo.

Berneri consiguió el dificilísimo logro de interrelacionar el disperso anarquismo italiano del exilio y reunirlo en el importantísimo convenio de Sartrouville en octubre de 1935. También él dirigió a los anarquistas hacia una ponderada alianza con Giustizia e Libertà, hasta la formación, en agosto de 1936, de la Primera Columna Italiana de combatientes antifascistas en España.

Era sordo y enfermizo, pero quiso combatir en el frente de Aragón, participando con valor en la gloriosa batalla de Monte Pelado. Hasta que sus compañeros, amorosamente, lo «echaron» enviándolo a Barcelona, donde sería más útil con su obra de dirección política. Él fue quien denunció, sin temor a la muerte, los crímenes de Stalin que se estaban cometiendo en ese momento: se asesinaba a los mismos jerarcas bolcheviques que a su vez tenían las manos manchadas con la sangre de otros revolucionarios. Y fue él quien defendió, sin peros, al pequeño partido comunista de izquierda (POUM) de los acerados ataques moscovitas, reivindicando la alianza de los anarquistas con ese partido.

En este punto, casi un siglo después, sobre lo que habría hecho Berneri si no hubiera sido asesinado en España, se puede decir o dejar entender cuanto queramos, ya que los muertos no resucitan y el tiempo no vuelve atrás. Pero, como no se puede preguntar a la vida más que a la muerte, es evidente que la aventura española quedará para siempre como la última película sobre la vida de Camillo Berneri, una película en la que se concentran no pocas ambigüedades y descuidos.


En la estela de la oleada cultural que siguió a la caída del régimen «feudal-comunista» del Este europeo, a muchos gusta contar a Berneri entre las víctimas del comunismo. En efecto, los hechos lo confirman: materialmente lo asesinaron hombres que se declaraban comunistas a las órdenes de un partido que se consideraba comunista. Pero, por otra parte, él en España no fue adversario del comunismo, si por comunismo se entiende un sistema igualitario de reorganización de la vida económica y social. La realidad es exactamente lo contrario.

Los estalinistas en España, es decir, los asesinos de Berneri, estaban aliados con los republicanos y con los catalanistas, y eran violentamente contrarios a la colectivización de fábricas, tierras y servicios. Así, cuando tras los sucesos de mayo del 37 se impusieron a los anarquistas y al POUM, rápidamente se apresuraron a restituir a los antiguos propietarios muchas de las tierras aragonesas que habían sido expropiadas y colectivizadas por los campesinos. Berneri, como los demás anarquistas, era partidario decidido de la colectivización de fábricas, tierras y servicios.

No obstante, es cierto que él era un táctico y recomendaba cautela hacia la pequeña propiedad, en relación siempre con las exigencias de la guerra, de las que no se podía prescindir.

Pero la hoja de ruta que proponía era inequívoca. «Para nosotros, la lucha está entablada entre el fascismo y el comunismo libertario», dice en una entrevista. Y en un artículo publicado en Guerra di Classe denunciaba: «El Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España ha declarado recientemente que en la lucha actual está por la defensa de la democracia y la salvaguardia de la propiedad privada. Se nota en el aire hedor a Noske». No pasaron ni cinco meses desde ese momento para que los Noske españoles entraran en acción e hicieran de Camillo Berneri el Rosa Luxemburgo de la Revolución española.

Pero para quien tenga dudas sobre cómo Berneri prefiguró el progreso social de España, reproducimos un fragmento de su artículo «La masacre de los intelectuales»: «En un país en el que el analfabetismo representa el sesenta por ciento del proletariado rural, solo el socialismo puede fundar escuelas en los pueblos (…). En un país en el que la industrialización está dando los primeros pasos, la cultura técnica no se puede desarrollar rápidamente más que con una condición: que toda la vida económica adquiera un ritmo acelerado, amplias miras, una modernización de los planes y de las unidades de desarrollo, condiciones estas que solo una economía colectivista puede lograr». ¡Qué extraño liberal!

Estrechamente ligada a la cuestión del comunismo está la del humanismo y el análisis de clase en el anarquismo. Desde hace décadas, hay quien intenta describir a Berneri como alguien que habría intentado extrapolar el anarquismo del recinto del movimiento obrero y socialista, hacia un terreno aclasista, interclasista y abstractamente universalista. Sobre esta vía, la componente neo-berneriana «de derechas» está constreñida a enfrentarse súbitamente con una cuestión conceptual: Berneri en España, es decir, en el último capítulo de su vida, dirige un periódico que se llamaba precisamente Guerra di Classe. Alguno, sin despeinarse, ha llegado a escribir que este es un hecho irrelevante, puramente formal, porque Berneri siempre se orientaba en sus ideas hacia otra dirección. Leamos el editorial que redactó para el primer número de Guerra di Classe en Barcelona, el 9 de octubre de 1936: «Guerra di Classe es un título de actualidad desde hace milenios, y lo seguirá siendo por muchos siglos todavía. Es una guerra de clases en la que estamos inmersos, y en ella 'vivimos' y la reconocemos y afirmamos como tal. Guerra civil y revolución social no son en España sino los dos aspectos de una realidad única: un país en marcha hacia un nuevo orden político y económico, sin dictadura y contra el espíritu dictatorial, constituirá la premisa y las condiciones de desarrollo del colectivismo libertario» (4).

Berneri no contrapone nunca la dimensión humanista a la clasista del anarquismo; al contrario, da a cada una el lugar que le corresponde. En una polémica con los bordiguistas, Berneri escribe que «el anarquismo es clasista por contingencia histórica y humanista por esencia filosófica». En una de sus obras clásicas escribe después: «El revolucionario humanista es consciente de la función evolutiva del proletariado, está con el proletariado porque es una clase oprimida, explotada, desposeída, pero no cae en la ingenuidad populista de atribuir al proletariado todas las virtudes y a la burguesía todos los vicios, e incluye a la misma burguesía en su sueño de emancipación humana. Piotr Kropotkin decía: "Trabajando para abolir la división entre amos y esclavos, trabajamos por la felicidad de unos y otros, por la felicidad de la humanidad (…) el anarquismo se ha afirmado neta y constantemente en todas partes como corriente socialista y como movimiento proletario. Pero el humanismo se ha afirmado en el anarquismo como preocupación individualista de garantizar el desarrollo de la personalidad y como comprensión, en el anhelo de emancipación social de todas las clases, de todas las categorías, es decir, de toda la humanidad. Todos los hombres necesitan ser redimidos por otros y por sí mismos. El proletariado ha sido, es y será más que nunca el factor histórico de esta emancipación universal"».

Por mucho que la prosa berneriana sea agradabilísima de leer, estamos prácticamente «descubriendo el agua caliente» del anarquismo: distinción y conexión entre aspiración ética y necesidad histórica. Evidentemente, el «agua caliente» ya estaba descubierta y para muchos todavía es un concepto difícil de comprender. Cuando se intenta diseñar un Berneri que gira hacia la dimensión universalista del anarquismo, habría que recordar que si hay un punto firme en la personalidad de Berneri, es precisamente estar imbuido constantemente de un anarquismo que sea «un gran factor de historia».

Pero en lo relativo al Berneri español, hay otro aspecto político extremadamente significativo que, no por casualidad, se tiende a olvidar. Nos referimos a la indicación de Berneri sobre la ampliación del conflicto español hacia el mundo árabe de las colonias francesas, inglesas y españolas. Con esas indicaciones apuntaba explícitamente a aflojar el dogal opresivo que fascismos, democracias y estalinismo apretaban al cuello de la revolución española. Berneri era muy consciente de que el triunfo de la revolución, de ser posible, se produciría gracias a la victoria en el plano internacional; pero, por otro lado, tenía poca confianza en la capacidad insurreccional del proletariado francés, sobre el que algunos cifraban sus esperanzas. Entonces, ¿qué hacer?

Ya el 24 de octubre de 1936 escribía: «La base de operaciones del ejército fascista es Marruecos. Es preciso intensificar la propaganda a favor de la autonomía marroquí, sobre todo en el sector de influencia panislámica. Es necesario imponer al Gobierno de Madrid declaraciones de su voluntad de abandonar Marruecos, así como proteger la autonomía marroquí. Francia ve con preocupación la posibilidad de repercusiones insurreccionales en África septentrional y en Siria, e Inglaterra ve reforzada la agitación autonómica egipcia y de los árabes de Palestina. Hay que aprovechar tales preocupaciones, con una política que amenace con desencadenar la revuelta del mundo islámico. Para tal política es necesario invertir dinero y urge enviar emisarios, agitadores y organizadores a todos los centros de la emigración árabe». Estas cosas continuó diciéndolas hasta el día en que fue asesinado.

Sí, de alguna manera se puede decir que Berneri había intuido, con mucha anticipación, el emerger de la cuestión árabe, y en particular de una cuestión palestina. Ese mismo intelectual anarquista que escribió bellísimas páginas contra el antisemitismo en «El judío antisemita» fue el mismo que, en un pionero y olvidado artículo de noviembre de 1929, «La Palestina ensangrentada», escribe sin ambages: «¿De parte de quién está la razón? De la parte de los árabes». El artículo comenta los gravísimos y sanguinarios enfrentamientos que se estaban produciendo en aquel momento entre los colonos judíos y la población palestina. Berneri denuncia los efectos desastrosos de la famosa Declaración de Balfour para una patria judía en Palestina (5) y la colonización financiada por el capital inglés, desarrollada tras la partición de Oriente Medio llevada a cabo por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. Esta colonización hebrea de Palestina, financiada por el capitalismo británico, se había superpuesto e incluso había sustituido a la inocua emigración de prófugos judíos en Palestina que pacíficamente se dio durante décadas, sin dar lugar al más mínimo conflicto.

Por lo demás, Berneri desde 1921 había tenido una atención particular por las luchas anticoloniales, y había estudiado sus posibles conexiones con las luchas revolucionarias del proletariado. Por ello no fue casualidad que en España identificara enseguida en las agitaciones del mundo árabe una de las palancas sobre las que se podría apoyar la revolución española.

Más que «intelectual fronterizo», Camillo Berneri fue sobre todo un combatiente revolucionario. Fue un hombre atormentado y contradictorio, pero que sabía siempre dónde estaba su lugar en la batalla. Fue un blasfemo, un hereje de la anarquía y a veces fue incluso sabihondo, presuntuoso y antipático. Pero fue un hombre que, cuando el destino lo llamó, supo usar tanto «la pluma» como «la pistola» para defender la España revolucionaria, el comunismo libertario, el futuro de anarquía. Lo conmemoraremos en Florencia, en Via Volta 13, donde vivió en su juventud.

Nº 346 – mayo 2017


NOTAS:
 (1) Gustav Noske (1868-1946). Tras haber formado parte del movimiento sindical, se inscribe en el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y en 1906 es elegido diputado para el Parlamento. Después de la revolución democrática-socialista de noviembre de 1918, con la que termina la Primera Guerra Mundial, Noske se convierte en ministro de Defensa del gobierno socialdemócrata y no se contiene a la hora de alabar la acción de los grupos paramilitares ultranacionalistas (en particular los Freikorps) para frenar la difusión de las tendencias revolucionarias y consejistas de la República de Weimar. Noske será el responsable directo de la sangrienta represión de los sucesos espartaquistas de enero de 1919 y del salvaje asesinato de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Gustav Landauer y tantos otros.
 (2) Véase el artículo de Berneri, «El sovietismo en la Revolución alemana», publicado en Tiempos Nuevos de Barcelona, septiembre de 1934.
 (3) En 1929, Berneri atravesó la frontera entre Francia y Bélgica con la intención de ir a Bruselas, a la Sociedad de Naciones, y atentar contra Alfredo Rocco, ministro fascista, impulsor del famoso código que lleva su nombre, todavía en vigor. En realidad, apenas pasada la frontera fue detenido por la traición de un infiltrado llamado Menapace.
 (4) Se puede leer el editorial completo en castellano en el libro Guerra de clases en España, 1936-1937 (Barcelona 1977) junto a una amplia selección de escritos de Berneri.
 (5) Inglaterra ocupa Palestina en 1917 e impone su protectorado. Con la Declaración de Balfour, ministro británico de Asuntos Exteriores, Inglaterra comienza a apoyar y a financiar la colonización sionista, que se venía produciendo desde los años ochenta del siglo XIX. Emigración espontánea y pacífica de millares de judíos desesperados que huían de los pogromos de Rusia y Polonia, y se transforma, gracias al imperialismo británico, en una tragedia que todavía hoy está lejos de finalizar.

domingo, 7 de mayo de 2017

Robots obreros de la construcción


Agencia SINC
27 abril 2014

Un equipo de ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en EEUU) pretende revolucionar la industria arquitectónica a través de la robótica. Mediante una máquina de construcción digital diseñada por ellos, han 'imprimido' una estructura de 4,7 metros de largo y 3,7 metros de alto en menos de 14 horas.

La máquina, que funciona con baterías y energía solar, está equipada con un brazo robótico cuya precisión supera a la de los sistemas de construcción tradicionales. La estructura se construyó con espuma aislante, pero el robot es capaz de usar otros materiales como cemento, escombros o incluso hielo, si se encuentra en su entorno.

Según los autores del estudio, publicado esta semana en Science Robotics, este es uno de los mayores trabajos de impresión en 3D realizado por un sistema automatizado, y se ha hecho a la mayor velocidad registrada hasta ahora.

lunes, 1 de mayo de 2017

1917-2017: La revolución no es una quimera

 


Este año no es un año de celebraciones. No es tiempo de folclore onanista y reaccionario, sea con los mitos que sean.

No es un año de celebraciones, pero si un buen momento para la memoria. La memoria de 1917 y de la mayor ofensiva que nuestra clase ha lanzado contra el capitalismo en su corta historia. El 1917 ruso inauguró una ofensiva contra el corazón del capitalismo que puso en pie durante años al proletariado organizado. Pero así como hay que ver los aciertos en las luchas que ganamos, como la caída del capitalismo en Rusia o las conquistas laborales en las Españas, hay que ver los fracasos. Hay que ver que el fracaso de la tentativa revolucionaria del Rurh de los años 18 y 19 abonó el terreno para que el proletariado abrazara la barbarie de Hitler. Lo mismo en Italia: el decepcionante final del bienio rojo puso las esperanzas en otro mesias, Mussolini.

La memoria es importante por lo que nos enseña, y es que como dijo Saint Just durante la revolución francesa de 1789: «Quién hace revoluciones a medias no hace sino cavar su propia tumba». Y esto lo estamos viendo con crudeza. Cómo tras los estallidos de 2011 y la oleada de insurrecciones, huelgas y movimientos por todo el planeta ahora viene la marea baja y la respuesta de la internacional del autoritarismo: Putin, Trump, Erdogan, Le Pen, Macri, el Califato… La decepción en nuestra gente está aupando a nuestros enemigos o allanándoles el camino.

No podemos ser tan ingenuas. Tenemos una responsabilidad con la Historia y quienes tenemos que hacer la revolución tenemos que tomárnosla en serio.

Para ello tenemos que tener claro el proyecto, que hoy no puede ser otro que PONER LA VIDA EN EL CENTRO. Necesitamos plantearnos en común el buen vivir, cómo es la vida que queremos. A partir de ahí, hay que sumar nuestros esfuerzos en una dirección: ganar este planeta para quienes lo habitamos y quitárselo a una clase dominante que explota a la mayoría de la humanidad y que está eliminando las posibilidades de que sigamos sobreviviendo en él.

La revolución hoy no es una quimera. La elección no está entre hacer la transformación social o seguir igual; la civilización en la que hemos vivido está quebrándose. La dictadura de los mercados financieros ha sido un tiempo muerto de un capitalismo que no tiene más planeta donde expandirse, que no puede hacer crecer sus beneficios al mismo ritmo. Se huele el miedo y en diez años hemos pasado del discurso machacón sobre el Progreso y el crecimiento económico a la «crisis permanente». Todo es una gran «crisis»: económica, geopolítica, militar, política, moral La crisis en los telediarios, en los consejos de ministros y en la manera en que pensamos nuestra vida: 

- Ya no hay opresión por tener una orientación sexual no heterosexual: se dice que hay una crisis de identidad. 
- Ya no hay un conflicto laboral, sino, se dice, una crisis de la negociación.
- Ya no cumplimos años, sino que vamos superando las llamadas crisis de los 30 o los 40…

Esta es una nueva forma de gobierno con la que nos mantienen en una tensión permanente mientras la barbarie en todo el planeta se recrudece.

Por eso tenemos que plantear la revolución, no como un horizonte de utopia, allí lejos, sino como una elección determinante de nuestra época, no ya para vivir mejor, sino ya sólo para sobrevivir.

Por eso no podemos caer en su trampa, en la estafa de la crisis. No queremos gestionar las crisis con las que nos chantajean. Ni mejor ni peor, no vamos a gestionar su mundo. Si la economía está en crisis, que reviente.

Queremos un planeta donde quepan muchos mundos, mucha gente diversa y mucha naturaleza viva. Queremos vivir bien, sin miedo ni explotación. Queremos saber que mañana todo esto que merece la pena defender va a a seguir existiendo: la fiesta, la alegría, el humor, el compañerismo, el aire, el sol y el agua limpia.

Pero, ¿cómo no tener miedo a que el capitalismo reviente? ¿Cómo no tener miedo de que el salario deje de llegar, de que las pensiones desaparezcan, de que los supermercados se vacíen y el caos tome nuestros barrios? Sabiendo que detrás del espejismo de que somos dependientes de un Estado y unas empresas, está la realidad: el Estado y las empresas dependen de nosotras, y no al revés.

Quién somos: somos quienes movemos el mundo. Somos quienes hacemos que el mundo sea así. Por eso somos quienes podemos cambiar las cosas, porque somos quienes hacemos que todo siga existiendo, produciendo y cuidando.

Nuestra fuerza es nuestro trabajo, somos nuestro trabajo: nuestra capacidad de hacer.

Por desgracia, hoy nuestro trabajo es también nuestra condena, obligados a ponerlo a disposición de un sistema que nos destruye. Así nuestra capacidad de hacer una nuevo mundo se vuelve contra nosotras, nos enfrenta a unos contra otros, llena sus bolsillos de beneficios y nos destroza la salud.

Pero esta no es una condena bíblica y legendaria, la vida no es un valle de lágrimas de la que tengamos que esperar una redención si nos portamos bien y somos coherentes con nuestro credo. El trabajo es una condena que debemos resistir y que podemos recuperar. Se puede luchar hoy. Se pueden mejorar nuestras condiciones. Se pueden reducir sus beneficios y mejorar nuestras vidas. Para eso está el sindicato.

Esta es la propuesta del anarcosindicalismo. Una propuesta de la libertad. Una propuesta para enfocar las luchas en lo que tenemos en común, que no es tal o cual identidad, tal o cual idea política, tal o cual opción vital. Lo que tenemos en común es una realidad material: somos explotadas.

Esto no va de priorizar unas luchas sobre otras, sino de darle a todas el enfoque correcto:

- No vamos a construir un país digno con castillos en el aire, con sólo declararnos de tal o cual identidad, emocionarnos con tal o cual bandera. Se construye país digno luchando en el territorio, en Villar de Cañas, en Retortillo, en el Lavapiés gentrificado, en Garoña.
- No vamos a dejar de ser machistas por decir «oiga que yo no lo soy», sino destruyendo los roles para llegar a formas más igualitarias de convivencia.
- No vamos a terminar con la desigualdad en los hogares si tenemos la conciliación en el convenio, pero luego no cogemos los permisos por miedo.
- No vamos a acabar con la fragmentación y el sectarismo en el movimiento popular con un comunicado para consumo de quienes ya están convencidos.

Especialmente por esto último, tendemos la mano, abrimos nuestras puertas y queremos recordar lo mejor de nuestra historia. Queremos recordar la Unidad y la Hermandad proletaria. Queremos que suene alto: hoy como ayer,

 Uníos, Hermanos Proletarios – UHP

29 ABRIL 2017


  *  Este texto recoge los contenidos de la intervención de CNT en el acto social y político de la carpa de CNT en Villalar 2017.