jueves, 22 de febrero de 2018

Capitalismo y darwinismo, el uno para el otro



Los programas televisivos sobre la naturaleza suelen mostrar a un depredador acechando la presa, luego quizá persiguiéndola hasta matarla y finalmente arrancando los pedazos de carne con los dientes ensangrentados, mientras los carroñeros esperan impacientes y a su vez disputan entre sí.

Los videos sobre la naturaleza siguen casi todos este patrón se refieran a dinosaurios, a la vida en el mar o a microbios. Se trata aparentemente de garantizar en los televidentes, por lo general desprevenidos y mal informados y con tendencia a creer en lo que ven en la pantalla —que muchas veces es su única fuente de información— que la naturaleza es un gran comedero donde se da un tópico favorito: la lucha de todos contra todos necesaria a la selección natural y a la supervivencia de los más aptos, y a la economía promovida por el liberalismo.

Es en realidad un tópico suscitado en Inglaterra en tiempos en que grupos dominantes necesitaban afirmar una ideología que justificara los desmanes que el Imperio británico estaba cometiendo en todo el mundo, en lo que algunos historiadores llamaron «aventura comercial».

Como aquel imperio tuvo sucesión, la ideología que lo sustentó también la tuvo: es el maridaje que se dio y subsiste entre la doctrina de la evolución y el capitalismo; entre Darwin y su patrocinador Thomas Huxley; entre el propio Darwin con El origen del hombre y Hitler con Mi Lucha; entre los neoliberales y la supremacía del más fuerte, trasunto transparente de la «lucha por la vida» y el triunfo de los «más aptos».

Darwin era un ser abúlico, sin grandes necesidades personales ni sociales, un ministro de la Iglesia de Inglaterra como quisieron sus padres, un aficionado al naturalismo con tendencia al racismo que aparece neta en El origen del hombre.

El titulo de su obra más conocida, El origen de las especies, está acortado intencionalmente por sus partidarios. Sigue con Preservación de las razas más favorecidas en la lucha por la vida. Razas más favorecidas y lucha por la vida, son tópicos retomados por el nazismo.

En su libro Mein Kampf (Mi lucha), Hitler plantea con total claridad el origen del hombre en términos evolucionistas, no religiosos ni míticos. Dice: «Lo que liberó al hombre del mundo animal fue su capacidad de hacer descubrimientos. Muchos de ellos se basaban en el ingenio, cuyo uso facilitó la lucha por la supervivencia y el éxito en la misma».

Menciona con todas las letras la lucha por la supervivencia darwiniana, y agrega que los artificios que ayudaron a los cazadores primitivos en la lucha por la vida, ahora sirven bajo la forma de inventos cientificos «para ayudar al hombre en la lucha por la supervivencia».

En otro punto, Hitler sostiene que los débiles físicos o mentales no deben reproducirse, para no trasladar su debilidad la prole. «Un Estado de concepción racista debe sacar al matrimonio del plano de una perpetua degradación racial y consagrarlo a crear seres a imagen del Señor y no monstruos, mitad hombres y mitad monos».

«Es deber del Estado racista reparar los daños ocasionados en este orden (racial). Debe empezar por hacer de la raza el punto central de la vida general; velar por la conservación de su pureza, consagrar al niño como el bien más preciado de su pueblo; cuidar de que solo los individuos sanos tengan descendencia. Debe inculcar que existe un oprobio único: engendrar estando enfermo o siendo defectuoso.»


Considera un honor impedir la reproducción de los defectuosos y que dignifica en esos casos renunciar a la descendencia. «Debe considerarse execrable privar a la nación de niños sanos».

«El Estado tendrá que garantizar un futuro milenario frente al que nada significa el deseo ni el egoísmo individuales. El Estado debe poner los más modernos recursos médicos al servicio de esta necesidad. Todo individuo notoriamente enfermo y efectivamente tarado, y como tal susceptible de transmitir por herencia sus defectos, debe ser declarado inepto para la procreación y sometido a tratamientos esterilizantes.»

(La necesidad de evitar la descendencia, incluso mediante la intervención estatal más cruel, está tomada de las ideas de Darwin agravada con prejuicios que en Hitler eran mucho más fuertes que en Darwin y tuvieron consecuencias desastrosas).

Darwin en El origen del hombre

El darwinismo no fue creación solo de Darwin. Él especuló sobre la variabilidad de las especies y sacó conclusiones sobre las experiencias de los ganaderos de su país, que seleccionaban cerdos gordos y vacas de patas cortas y ubres hipertróficas; expuso la posibilidad de que un proceso similar se diera en la naturaleza y por fin se aventuró a teorizar sobre el ser humano en base a conjeturas y a datos de viajeros, a veces fabulosos.

Los cerdos y las vacas de los granjeros, librados a sí mismos, no tardarían en desaparecer por inhábiles para sobrevivir en la naturaleza.

Pensemos en la relación de un jabalí con un cerdo doméstico y de una vaca actual con el uro euroasiático del que proviene por domesticación para notar la diferencia entre la obra de la naturaleza y la del hombre.

El darwinismo es una interpretación sórdida de la naturaleza y de la vida, basada en una antropología tenebrosa, como lo es el neoliberalismo en la sociedad humana. El modelo es un campo de batalla donde sobreviven los que tienen alguna ventaja, como en el libre mercado capitalista.

El evolucionismo ha terminado por describir las relaciones entre seres vivos en los mismos términos que los economistas de la escuela clásica a partir de Malthus y Spencer, como relación costo-beneficio, explotación de recursos y ventajas competitivas, así entre verduleros como entre algas.

Darwin demoró en publicar El origen de las especies hasta que tuvo noticias de que otro biólogo inglés, Alfred R. Wallace, publicaría un trabajo en que llegaba a conclusiones similares. Pero vaciló y cambió su texto. En la edición que para él debía ser final había poco espacio para la selección natural y demasiado para las características de los animales domésticos.


Los científicos que lo patrocinaban, más astutos que él, o en mejor conocimiento de sus fines, lo indujeron a cambiar el texto. Eran el botánico John Hooker, el geólogo Charles Lyell y, sobre todo, el zoólogo Thomas Henry Huxley. Todos ellos eran supremacistas blancos embanderados en la causa del Imperio, fundadores del exclusivo X Club, que veían en las doctrinas de Darwin una confirmación de las suyas, conveniente para la propaganda.

El supremacismo blanco anglosajón entendía que el Imperio, igual que los más aptos en la naturaleza, debía dominar a otros pueblos por la economía y la fuerza militar.

Estos promotores fueron los creadores del darwinismo como premio a los más aptos más allá de las opiniones del propio Darwin.

Una opinión científica

Preguntado sobre el origen del darwinismo el biólogo español Máximo Sandín contestó:

«Hay un componente muy importante en el mantenimiento de las ideas darwinistas y su expansión: el de 'adoctrinamiento social'. Hay diferentes motivos, unos más determinantes que otros. En primer lugar, Darwin estaba en el lugar oportuno en el momento oportuno: en el centro del mayor imperio mundial que ha existido y en pleno auge de la revolución industrial, con las injusticias que ambos generaban; su ocurrencia de la selección natural justificaba muchas cosas. En segundo lugar, Darwin es un icono de la cultura anglosajona y sus raíces calvinistas.

»Sus ideas reflejan a la perfección sus valores: el individualismo, el mirar por sí mismo, la predestinación (en términos darwinistas, 'determinismo genético'), la competitividad… A un científico anglosajón le resulta casi impensable que no exista la selección natural.

»Desde el principio, este darwinismo tuvo un gran apoyo por parte de los grandes magnates mundiales, como Rockefeller o Carnegie, que apoyaron las investigaciones de los científicos darwinistas. John Rockefeller afirmó que la supervivencia del más apto era una ley natural y divina, es decir, que las cosas son como son porque son leyes naturales.

»En definitiva, que el libre mercado y el darwinismo van en el mismo paquete. Por si no queda claro, repetiré una frase de Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía y asesor de Reagan, Thatcher y Pinochet: "Las demandas de justicia social carecen de sentido porque son sencillamente incompatibles con cualquier proceso natural de carácter evolutivo".

»Finalmente, hay un componente que yo creo fundamental para que el darwinismo se mantenga a pesar de la enorme cantidad de datos verdaderamente científicos que se están acumulando y que contradicen radicalmente sus hipótesis: el componente económico y de poder. La concepción reduccionista de los genes como 'unidad de información genética', que ya sabemos que no es cierta, es esencial para los grandes negocios y para las prácticas de manipulación genética de las grandes industrias farmacéuticas y biotecnológicas, especialmente de los cultivos transgénicos, que ya sabemos a quiénes pertenecen. Estas grandes empresas son las principales financiadoras de la investigación biológica.»

La teoría darwiniana de la evolución, obra más de supremacistas británicos que del propio Darwin, empezó justificando una política. Es reiterativo en la historia que detrás de un interés muy fuerte haya una concepción ideológica adecuada, como el catolicismo y la necesidad de divulgar el evangelio y salvar almas para la invasión de América a partir de 1492, el saqueo de sus riquezas y el genocidio de su población.

Los más aptos para la lucha por la vida eran por un corrimiento que también parecía natural y no tenía contradictores —salvo algunos dominados— los mismos que impulsaban el comercio mundial, disponían de una flota poderosa para hacer entrar en razones a los reacios y de un entrenamiento militar cuidado y exigente.

Son visibles las similitudes y a veces coincidencias hasta de detalle, entre El origen del hombre de Darwin y Mi lucha de Hitler. Darwinistas y neodarwinistas niegan la similitud y a veces se molestan cuando se la menciona, pero se ocuparon de recortar el título de la obra principal de Darwin y dejaron en la penumbra su último trabajo.

Por supuesto, Darwin no era nazi y posiblemente hubiera rechazado el racismo explícito, pero entre él y lo que padeció la humanidad el siglo siguiente hay continuidad, incluso un parentesco ideológico indudable.

Para el darwinismo, la selección natural es la fuerza creadora principal del cambio evolutivo. Darwin vacila ante el concepto de «raza» humana. En El origen del hombre dice: «Las razas o especies humanas, llámeselas como se quiera ¿se sobreponen mutuamente y se reemplazan unas a otras hasta el punto de llegar a extinguirse algunas?». Y concluye que la respuesta a esta y otras preguntas que se formula «debe ser evidentemente afirmativa». Es decir, las «razas» humanas se sobreponen y se reemplazan entre ellas al punto de extinguirse. Entendemos entonces la frase de Churchill sobre el destino de los pieles rojas y los aborígenes australianos al contacto con una «raza más fuerte y mejor dotada»(la anglosajona), y también aparece cierta luz sobre los métodos «científicos» de eliminación de seres inferiores practicados por los nazis y sus continuadores actuales.

Las semillas contenidas en el darwinismo se hicieron evidentes cuando al árbol prosperó. No cabe culpar a Darwin de todo lo que había en ellas, pero sí ver que los resultados estaban implicados en la teoría.

Algunos de estos efectos fueron formulados un siglo después con toda claridad, y salieron del ámbito científico para convertirse en doctrinas políticas, como el darwinismo social.

Solo para citar continuadores del siglo XX: De MacFarlane Burnett. biólogo premio Nobel de 1960: «Podemos calcular que, desde la evolución de los primates hasta el final del periodo de los cazadores colectores, casi 90 por ciento de los descendientes generados morían antes de alcanzar la edad de la reproducción. al contrario, en las sociedades occidentales, los niños no mueren mucho más. Apenas 5% de los niños, una verdadera miseria (!), mueren. (La miseria es más bien quejarse de escasez de niños muertos.) Esta súbita retracción de la función de trilla propia de la selección natural debe llevar a una acumulación de individuos que podemos llamar inferiores de acuerdo con las normas corrientes relativas a la salud, inteligencia y agresividad».

La ciencia de Darwin

El origen del hombre es poco citado, lo mismo que el título completo de la obra principal de Darwin, que es On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life (El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida).

Posiblemente en El origen del hombre, Darwin fue demasiado claro para los promotores de su punto de vista, que aparecerá transmutado de manera particularmente siniestra en el siglo XX.

De El origen del hombre son estas citas:

«La opinión de que existe en el hombre alguna relación íntima entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de las facultades mentales, se fortalece por la comparación de cráneos de razas salvajes y civilizadas, de los pueblos antiguos y modernos, y por la analogía en toda la serie de los vertebrados. El doctor J. Barnard Davis ha probado con numerosas medidas exactas que el promedio de la capacidad interna del cerebro era de 92,3 pulgadas cúbicas en los europeos, 87,5 en los americanos, 87,1 en los asiáticos, y sólo de 81,9 en los indígenas de Oceanía».

(El tamaño del cerebro, según mediciones luego desacreditadas, está puesto en relación «fortalecida» con el desarrollo de las facultades mentales. En la escala primero están los europeos; luego los americanos (se refiere a los indígenas), luego los asiáticos sin distinción y últimos y menos favorecidos los australianos. Sobre el valor de estas conjeturas baste pensar que uno de los cerebros más pequeños era el de Dante Alighieri).

«Todo lo que sabemos de los salvajes, que ignoran por completo la historia de sus antepasados, y lo que podemos inferir de sus tradiciones y de sus monumentos antiguos, nos muestra que, después de las épocas más remotas, unas tribus han alcanzado á suplantar á otras. En todas las regiones civilizadas del globo, sobre las desiertas llanuras de la América, y en las islas perdidas en el océano Pacífico, han sido hallados vestigios y restos de tribus extinguidas u olvidadas.

»Hoy las naciones civilizadas reemplazan, en todas partes, a las bárbaras, exceptuando en las regiones donde el clima opone a su paso una barrera mortal; y si triunfan siempre, lo deben principal, aunque no exclusivamente, a sus artes, productos de su inteligencia. Es, pues, muy probable que las facultades intelectuales del género humano se han perfeccionado gradualmente por selección natural.»

(Resulta que la perfección por selección natural es en última instancia responsable de los genocidios modernos y de que algunas tribus «suplanten» a otras. Suplantar significa sustituir con malas artes. Es posible que Darwin no haya querido decir eso, pero es lo que ha acontecido de hecho.


La división entre naciones civilizadas y bárbaras está desestimada. Además, la afirmación de que los «salvajes» ignoran por completo su historia niega la tradición oral de que ningún pueblo carece).

«Los hombres civilizados nos esforzamos para detener la marcha de la eliminación; construimos asilos para los idiotas y los enfermos, legislamos la mendicidad, y nuestros médicos despliegan toda su sagacidad para conservar el mayor tiempo posible la vida de cada individuo. Abundan las razones para creer que la vacuna ha preservado a millares de personas que, a causa de la debilidad de su constitución, hubieran sucumbido a los ataques de la viruela.

»Aprovechando tales medios, los miembros débiles de las sociedades civilizadas propagan su especie. Todos los que se han ocupado en la reproducción de los animales domésticos, pueden calcular cuán perjudicial debe ser el último hecho a la raza humana. Sorprende el ver de qué modo la falta de cuidados, o tan sólo los cuidados mal dirigidos, pueden arrastrar a una rápida degeneración á una raza doméstica; y, exceptuando en los casos relativos al hombre mismo, nadie es bastante ignorante para permitir que se reproduzcan sus animales más defectuosos.»

(Estos argumentos fueron repetidos por Hitler, que los reformuló con racismo intransigente en Mi lucha, sin citar fuente, como parte de su programa, y los aplicó en su gobierno. En Alemania, para mantener la pureza de la raza y evitar la degeneración por vía de la reproducción de enfermos y tarados, fueron esterilizadas unas 400.000 personas durante el nazismo.

La sagacidad de los médicos llegó a eliminar pacientes en los hospitales. El método continuó en los Estados Unidos, que lo aplicó a unos 40.000 individuos pobres, negros y latinos identificados como «inferiores», hasta la década de los 70. Los que perdieron la batalla son para el darwinismo los mismos que para el neoliberalismo. Hay indicios de que algunas campañas «filantrópicas» financiadas por multimillonarios estadounidenses en el Tercer Mundo tienen la misma finalidad racista «depuradora»).

1 comentario:

  1. También hay que matizar aunque el darwinismo fuese revolucionario en el siglo XIX —a día de hoy con los avances en el conocimiento de los seres vivos ha quedado algo obsoleto—, también tuvo sus heterodoxos como Kropotkin, Margulis o Gould. Lo que sí es de resaltar es que al clero, inicialmente, no le hizo mucha gracia. Recordemos cómo un catedrático fue expulsado de la Universidad por enseñarlo en sus clases, el susodicho se llamana Odón de Buen, murió en el exilio mexicano después de la Guerra Civil.

    https://culturacientifica.com/2015/12/25/como-llego-el-darwinismo-a-espana-06-los-introductores-odon-de-buen/

    ResponderEliminar